miércoles, 3 de octubre de 2007

Las dudas de Antxon



Atxon se pregunta cuántos paisanos vascos quieren realmente una Euskadi independiente. Es un hombre pacífico, al que le resultan inaceptables las muertes, los atentados, las bombas y las extorsiones de ETA, pero también habla con sus más allegados sobre cómo le iría a Euskadi sola, desligada de España y de Francia, como un país más dentro de la Unión Europea, y oye opiniones de todos los colores..

Su abuelo murió muy joven en la defensa del muro de Bilbao en 1937, en el sector del monte Gaztelumendi, defendiendo en vano a su tierra y a la República contra las tropas franquistas. Antxon conserva en su casa las cartas de su abuelo, donde están plasmados su amor por su mujer y sus hijas, la ansiedad por su bienestar y su futuro, la rabia por los fascistas que bombardeaban constantemente las trincheras, su incertidumbre ante el futuro. A Antxon le llama la atención que su abuelo no hable nunca en sus cartas de independencia de Euskadi.

A Antxon le parece bien que el lehendakari Ibarretxe haya convocado un referéndum para el 25 de octubre de 2008, en el que los vascos expresen su opinión y su decisión sobre la posibilidad de una Euskadi independiente. Piensa que así se aclararían muchas cosas; principalmente, cuántos vascos y vascas se inclinan por la propuesta de Ibarretxe. Por lo que ha visto, oído y leído, cree que, más o menos, los vascos están divididos por la mitad en esta cuestión, lo cual complica aún más el problema. Por otra parte, le parece complicado que un referéndum pueda llegar a ser realmente libre, si una minoría de la población vasca no renuncia antes a amenazar y demonizar al sector de la población que no piensa como ellos. Antxon no entiende la existencia misma de los violentos y de los asesinos en su Euskal Herría.

No obstante, Antxon está hecho un lío al enterarse de que la reacción española ante la propuesta de referéndum de su lehendakari haya sido unánime, en el sentido de que todos afirman que tal propuesta es jurídicamente inviable, pues no se contemplan tales atribuciones ni convocatorias en la Constitución española. Considera que, así las cosas, la cuestión vasca se coloca en un callejón sin salida. En efecto, ¿cómo y dónde plantear y situar entonces realmente el derecho a la autodeterminación del país vasco? ¿Cómo y dónde saber si tal aspiración es mayoritaria o no dentro del pueblo vasco? ¿Por qué se admite sin ambages ese derecho a la autodeterminación para otros pueblos y zonas del mundo y, sin embargo, no se toma en consideración para Euskadi?

Algunos replican que todo es defendible en España, con tal de que previamente se acepten las reglas de la democracia española ya establecida y se mueva dentro de la Constitución de 1978. Antxon se pregunta entonces cómo pudiere saberse un día cuántos vascos respaldan la independencia de Euskadi y cuándo pudiere realizarse un referéndum democrático al respecto, si los partidos o grupos que previamente se han sumado a las reglas democráticas y a la Constitución española deberían haber aceptado previamente que tal referéndum es jurídica y políticamente imposible.

Dicen otros que una cuestión como la segregación de un territorio de una nación ya existente corresponde solo al conjunto de dicha nación, y no a la porción que aspira a independizarse. Antxon considera entonces que se ha cerrado definitivamente el círculo, y que la cuestión vasca está condenada entonces a moverse en un círculo vicioso de difícil mantenimiento pacífico y de casi imposible solución. A veces se pregunta qué diría su abuelo al respecto; de hecho, fue un soldado defensor de la República dentro del Euzko Gudarostea, y lo que primero preguntaría en el caso de volver a la vida, sería por su mujer y sus hijas, mucho antes que por cuestiones políticas. En otras palabras, Antxon se queda a oscuras y sin respuestas concretas a este respecto.

A Antxon le duele su Euskadi, pues ante todo quiere paz, bienestar para sus hijos y su nieta, y que no les falte nada ni a ellos ni a nadie. Afirma que un referéndum busca la verdad y se pregunta quiénes parecen temerla o rehuirla y por qué la temen y la rehuyen. De hecho, Antxon cree que quizá ese referéndum taparía las bocas de todos, y las pistolas de los violentos.

Antxon fue el domingo pasado a la tumba de su abuelo, que está junto a la tumba de su padre, en pleno valle, cerca de Oñate. Allí prometió a ambos que cuidaría de todos. Y no les comentó ya nada más.

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