martes, 11 de marzo de 2008

Consideraciones tras el 9-M




Tras la celebración de las elecciones generales del 9-M y para no irnos por las ramas, quedémonos en los datos esenciales: el PSOE ha vuelto a ganar las elecciones con el respaldo de once millones de ciudadanos, de tal forma que volverá a gobernar durante los próximos cuatro años de legislatura. Está por ver si el PP y sus cohortes y altavoces mediáticos van a montar otra teoría conspiratoria para explicar ese triunfo socialista y justificar su propia derrota electoral

Además del reconocimiento debido por revalidar su mandato, hemos de exigir al socialismo español que se ponga a gobernar y a llevar a cabo su programa con firmeza. El ciudadano progresista quiere un Gobierno que conduzca el devenir de la vida política por caminos que estén en consonancia con los principios y valores verdaderamente socialistas, mostrando y demostrando sin complejos sus propias e inequívocas señas de identidad. Un Gobierno progresista conjuga el mundo y la vida siempre en positivo y constructivo, está abierto al diálogo con quienes realmente quieran hacerlo y no cede ante el barullo, la marrullería, las descalificaciones o la bronca. Un Gobierno socialista debe ponerse ya manos a la obra para gobernar para todos según los principios programáticos que lo definen desde hace más de cien años.

En esta línea, el PSOE tiene que revisar radicalmente las relaciones Iglesia Católica/Estado español, y los Acuerdos aún vigentes sobre educación y cultura, economía y fuerzas armadas. Muchos ciudadanos desean una España respetuosamente laica, y son conscientes de que buena parte del Concordato otorga una serie de privilegios y exenciones rayanos en lo anticonstitucional. Asimismo, el Gobierno socialista debería llevar a cabo plenamente todas las leyes y medidas sociales promulgadas en la anterior legislatura, especialmente las Leyes de Igualdad y de Dependencia. Tendría que plantearse sacar a todos los soldados españoles de unas supuestas misiones humanitarias y de paz en Líbano, Afganistán o los Balcanes, que actualmente están al servicio de los intereses geopolíticos y económicos de Estados Unidos, Israel y otras grandes potencias, en detrimento de la población civil de los países ocupados y de sus verdaderas necesidades. Tendría que apostar netamente por la escuela pública, por la sanidad pública, por la erradicación de la violencia de género y de posturas xenófobas hacia el inmigrante, por un reparto más justo de la riqueza, por un trabajo digno, estable y bien remunerado, por una vivienda social.

Otro dato evidente es que el Partido Popular ha perdido las elecciones (ha subido en número de votos y de escaños, pero le corresponde estar otros cuatro años en la oposición). Se trata de una derrota, por muchos edulcorantes que se pongan, más cuando se han pasado la legislatura pasada clamando que España se rompía y se hundía, y presentándose como los únicos salvadores de tamaño desastre. Sin embargo, el pueblo español no quiere democráticamente verlos y tenerlos como partido gobernante. Ante todo, desearíamos que su oposición en los próximos cuatro años fuese más educada y serena, con muchos menos decibelios, menos vísceras, menos bronca y más racionalidad, sin las admoniciones apocalípticas del pasado. Esperemos que las actitudes y los mensajes de unos y de otros sean más positivos, de tal forma que siempre votemos una opción por ser mejor que otra, y nunca por la descalificación o demonización del adversario.

En otro orden de cosas, habría que cambiar también la actual Ley Electoral y su sistema de reparto de escaños, en detrimento siempre de algunos partidos minoritarios de corte no localista, principalmente IU. Tras los resultados obtenidos por Izquierda Unida el domingo pasado (2 diputados), no pocos hablan de descalabro o desmoronamiento electoral, que ha conllevado la retirada de Gaspar Llamazares, uno de los políticos más lúcidos de nuestro país. Sin embargo, de no haber sido por la ley d´Hont, IU habría obtenido 19 diputados si aplicásemos el número de votos tenido por el PNV para obtener cada uno de sus 6 diputados, o IU habría conseguido de 14 a 15 diputados de haber distribuido los 963.040 votos obtenidos según el número de votos requerido por PSOE (65.470) o por PP (66.470) para ganar cada diputado. El bipartidismo imperante en la campaña de estas últimas elecciones ha sido algo más que mastodóntico, alimentado sin paliativos por los medios de comunicación, pero ese mismo bipartidismo se ve a priori muy injustamente reforzado a la hora de la repartición de escaños según el sistema proporcional D´Hont. ¿Serán capaces los partidos mayoritarios de revisar el sistema electoral y dar más cabida así a unas minorías con derecho a ser más y mejor representadas en el Parlamento? Esta pregunta, desgraciadamente, se me antoja una ingenua quimera.

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