miércoles, 26 de octubre de 2011

El vasco y otros conflictos


Publicado hoy en El Periódico de Aragón

Nos hemos alegrado mucho al conocer que  ETA comunicaba el cese definitivo de la violencia terrorista. Resulta magnífico imaginar, aun con las debidas cautelas, el presente y el futuro sin bombas y tiros en la nuca, sin examinar cada día los bajos del coche, sin escoltas, sin miedo al vecino. Euskadi y España entera tienen aún que aprender a vivir con normalidad, en el respeto de las ideas y los proyectos políticos discordantes.
Sin embargo, las noticias, también las buenas, deben vivirse no solo desde el exterior y previendo formas de convivencia inéditas desde hace más de cuarenta años, sino también desde la coherencia personal y social, desde las opciones que dependen solamente de uno mismo. Es de esperar que nunca más haya muertos, asesinatos, torturas y atentados en nuestro país, pero no hace falta ser un lince para augurar que en el futuro habrá  tensión en Euskadi, pues una cosa es el cese de la violencia y otra muy distinta que no arrecie la reivindicación de independencia.
Hay vascos de bien que no se quieren españoles y desean vivir y convivir desde su propia identidad. No son etarras, no son terroristas. Han rechazado de plano la violencia, comparten los mismos valores cívicos y respetan los mismos derechos humanos que cualquier otra persona de buena voluntad. Y quieren además un Estado vasco independiente. Eso no es ningún delito, pero genera un conflicto con quienes tienen un concepto distinto de país.
Revindican una Euskal Herría independiente y a la vez no buscan imponer por la fuerza su proyecto a los demás y acuden a la conveniencia de una consulta popular para poder comprobar así con qué apoyo cuentan unas y otras opciones. Sin embargo, se encuentran de inmediato con la intransigencia de otro nacionalismo (el nacionalismo español) que, invocando su Constitución, proclama la imposibilidad de un referéndum o algo similar. Por un lado, rechazan las vías violentas y, por otro, tienen vetada, de hecho, la posibilidad independentista por vías democráticas y pacíficas. Y eso genera un conflicto, acompañado quizá de no pocas tensiones.
En el marco de la coherencia personal y social, sería recomendable revisar, por ejemplo, la compatibilidad entre la exigencia multitudinaria del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui y la negación de ese mismo derecho a otro pueblo o colectivo. O las reglas democráticas se aplican a todos los casos por igual y sin discriminaciones de difícil justificación, o la solución de un conflicto entra en un circulo vicioso o un callejón de intrincada salida, en la que una de las partes sentirá lesionada sus derechos.
Vivimos, en efecto, unos momentos de especial rechazo del crimen y la violencia, del asesinato, la tortura y la extorsión. Por ello mismo, debemos aprovechar la oportunidad también de condenar sin ambages a todos los países que aún admiten la pena de muerte, Guantánamo y todas las cárceles, conocidas y clandestinas, donde se conculcan los derechos humanos, a los responsables de las mendaces guerras preventivas de Irak o Afganistán, la connivencia entre algunos de los países occidentales más poderosos y algunas dictaduras, por muy ricas o estratégicas que sean, de corte musulmán.
En estos tiempos de grave crisis económica, en los que están sujetos al recorte permanente y progresivo los sectores sociales más desfavorecidos y los derechos universales a la educación, la sanidad y a la vida digna, el rechazo a la violencia debe pasar igualmente por exigir el recorte sustancial de los gastos militares y armamentísticos y oponernos a una de las mayores violencias existentes en la actualidad: la imposición por parte de los poderes financieros (los políticos son cada vez más marionetas en sus manos) de unas bases de funcionamiento social y económica que asfixian la vida de una buena parte de la ciudadanía.
Si rechazamos la violencia debemos poner remedio a que un tercio de la humanidad muera de hambre y más de dos tercios carezcan de servicios básicos para su supervivencia digna. Leía hace unos días en este diario que se había celebrado una Jornada sobre el papel de la OTAN organizada por la universidad católica San Jorge y el Instituto Español de Estudios Estratégicos Al parecer, allí se había concluido la necesidad de la OTAN para el equilibrio mundial, por lo que  inmediatamente pensé que o ese nefasto equilibrio debía ser eliminado en nombre de la paz, la justicia y los derechos humanos de miles de millones de seres humanos o bien se trataba de un error tipográfico y, en lugar de “equilibrio”, debía leerse “desequilibrio”.
En Libia los “rebeldes” celebran su victoria bajo el manto de la OTAN y el cadáver acribillado del hombre que muchos de ellos antes habían venerado y acababan ahora de linchar. ¿Esos son los garantes de la libertad y la democracia? ¿Quiénes controlan ahora los recursos libios de crudo y de gas?

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