A publicar mañana en El Periodico de Aragón
La Audiencia Provincial de Madrid confirmó la semana pasada la condena a Miguel Ángel Rodríguez, portavoz del
Gobierno durante la Presidencia de Aznar,
por injurias al médico Luis Montes, ex coordinador de Urgencias del Hospital
Severo Ochoa de Leganés. Según la sentencia, Rodríguez deberá pagar una multa de 30 euros diarios e indemnizar
con 30.000 euros por llamar "nazi" al doctor Montes en varios
programas de televisión. Ante esa sentencia, cabe la pregunta de si
determinados tertulianos y presuntos periodistas aprenderán finalmente a evaluar
y hablar con respeto y educación.
Quien conozca al doctor Montes, quien se haya ocupado de informarse
verazmente sobre lo sucedido en el hospital Severo Ochoa de Leganés, quien haya
leído el libro El caso Leganés, quien
se proponga obrar con la razón y el corazón en lugar de solo con y por las
vísceras más viles, tiene todo el derecho de formarse su propio criterio sobre
el derecho a morir dignamente, decidir libre y responsablemente sobre la propia
vida y su acabamiento, auxiliar al paciente terminal a evitar el dolor y no
prolongar innecesariamente sus últimos días.
Como común denominador está el reconocimiento de que quien ha de dirimir
el plazo y la forma de afrontar una muerte digna es la persona misma, el
enfermo mismo. Este principio rector es el que impulsó al doctor Montes y a su
equipo a la hora de aliviar los momentos terminales de una persona, movidos por
los valores de humanidad, cercanía y medicina positiva, en vez de ensañamiento
terapéutico y abandono del enfermo a los designios de terceras entidades,
terrenales o celestiales.
Tengo el honor y la fortuna de conocer personalmente al doctor Montes y a
algunos médicos y personal sanitario más del equipo de Leganés, y solo me cabe
decir que el mundo iría y sería mejor si nos fuésemos pareciendo más a ellos,
si compartiésemos su talante y su amor por la vida y por los seres humanos. Es
posible disentir de sus posturas y actitudes, pero en ningún caso es de recibo
olvidar la responsabilidad de un tertuliano o periodista en un medio de
comunicación y verter sobre otra persona injurias y calumnias graves,
escudándose, como hace Rodríguez, en que una tertulia es también y sobre todo
una especie de show en el que se pide a los tertulianos que sean “vivos,
locuaces y agresivos”.
Dice Ortega y Gasset que la
verdad es siempre indecente, pues, acudiendo al concepto clásico griego de
verdad como aletheia, la verdad
consiste en des-tapar, des-ocultar, des-cubrir, pero esa ocurrente visión de la
verdad como indecencia nada tiene que ver con la sordidez, la grosería, la
desvergüenza y el cinismo demagógico que llevan a tachar a unos médicos
honestos de nazis y asesinos.
Nos hemos acostumbrado a padecer en los últimos años los malos humores de
la derechona hispanovisigótica, cada vez más militante también en los medios de
comunicación. En cuanto aparece algo o alguien que tienen por disidente montan
la bronca como ambiente general entre la ciudadanía. En las dos últimas
legislaturas ha sido habitual esa bronca en el Congreso y el Senado, en el seno
del poder judicial, en las tertulias, en las calles, en las manifestaciones. El
doctor Montes y su equipo de Leganés no iban a ser menos, claro.
La derechona se siente a gusto si y solo si vocifera contra un presunto
enemigo que se sale de sus lindes y esquemas, lanzando contra él cuantos
exabruptos, embustes y calumnias se le pongan a mano. Por eso tiene ahora un
problema, pues de la habitual bronca sistemática debe pasar a gobernar y
proponer en positivo.
Ahora debe manifestar su postura ante lo que antes se limitaba a invalida
o liquidar. Ahora debe explicar a la ciudadanía cómo salir del paro y crear
puestos de trabajo, qué hacer con los movimientos independentistas vascos y la
consolidación del fin de la violencia, cómo van a sacarnos de la recesión a
base de recortes, cómo afrontar la corrupción sistémica en el entramado de las
instituciones y cargos públicos del Estado, qué será de los derechos laborales,
cívicos y sociales conseguidos hasta ahora, hacia dónde nos lleva la
privatización de los recursos más rentables del Estado, cómo se relacionará con
Cataluña si ha recurrido su Estatut ante el Constitucional, cómo puede invocar
la democracia, la igualdad y la equidad con su postura institucional ante la
negación de Amaiur como grupo político en el Congreso, si prohibirá el
matrimonio homosexual, qué decir a la Conferencia Episcopal católica sobre el
aborto y sobre las tradicionales manifestaciones católicas, apostólicas y
romanas por parte de una considerable parte de su más fiel electorado en
defensa de la familia y en contra del aborto, etc.
Ah, y también la derechona ha de poner de manifiesto qué va a decir a una
persona que ha decidido libre y responsablemente vivir y morir con dignidad.
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