Publicado hoy en El Periódico de Aragón
Una gigantesca cruz de 150 metros de
altura, cuyos brazos miden 46 metros, es visible a decenas de kilómetros de
distancia del Valle de los Caídos. Allí están hoy enterrados J.A. Primo de Rivera, fundador de
Falange española, y el general golpista y dictador hasta su muerte, Francisco Franco, quien mandó construir
ese monumento de estética y significado netamente fascistas. Allí están
sepultados decenas de miles de españoles (centenares de ellos sin el consentimiento
de sus familiares), muertos en una delirante y criminal guerra civil, que
terminó con la democracia y la República española.
Decenas
de miles de prisioneros republicanos trabajaron allí con el obligado señuelo de
la redención de penas (¡penas por cometer el delito de defender el orden
constitucional!), excavaron 200.000 metros cúbicos de roca, sufrieron y
murieron, para que los vencedores erigieran una basílica de 262 metros de
longitud, regentada (cómo no) por monjes de la SICAR (Santa Iglesia Católica
Apostólica Romana). Allí está enterrado desde 1975 el criminal mayor, el “sapo
iscariote”, como escribió León Felipe
Camino. También allí se congregan cada 20-N los nostálgicos de la barbarie.
El hasta ahora ministro de la
Presidencia, Ramón Jáuregui, ha
rogado que no se meta en un cajón un informe elaborado por unos peritos, donde
se propone una reconversión del Valle de los Caídos en un “centro de
meditación” y de “memoria reconciliada”. Los que se van han tenido ocho años
para hacer lo que no han hecho. Los que vienen dicen que hay asuntos más
urgentes en España, lo cual, además de ser verdad, anuncia que no tienen la
menor intención de hacer algo. La SICAR, como siempre, no sabe/no contesta: Rouco Varela se limitó a retirar sin
más explicaciones de la comisión a su obispo representante.
Franco decretó la construcción del Valle
de los Caídos para “...perpetuar la memoria de los caídos de nuestra
gloriosa Cruzada [...], los heroicos sacrificios que la Victoria encierra y la
trascendencia que ha tenido para el futuro de España esta epopeya”. El Valle de
los Caídos es un monumento del fascismo y la dictadura, que nadie venga, pues,
con desodorantes y maquillajes, pretendiendo cambiar lo que no debe ser
cambiado.
Eso me recuerda la visita que realicé a
inicios de los 70 al campo de concentración de Dachau, aprovechando que pasaba
por una carretera secundaria del norte de Baviera muy cercana del campo. Dachau
era y sigue siendo un inequívoco lugar para la memoria de la brutalidad nazi,
sin más aditamentos. En Dachau no hay nada ni nadie que reconciliar, sino solo
que ver, mirar, recordar y quedar sumido por unas horas en el horror y la
zozobra. Dachau, como Treblinka, Mauthausen, Auschwitz y tantos otros campos de
concentración, están conservados para mantener la memoria nuda, sin
edulcorantes ni moralinas.
Hay quien ha pedido colaboración para tal
“reconversión” del Valle de los Caídos a la SICAR, la mayor suministradora de
la ideología que mantuvo al régimen fascista del bando rebelde. ¿Habrá leído alguna
vez, por ejemplo, la “Carta
Colectiva del Episcopado español a los obispos del mundo entero” de 1937? ¿Cómo
pedir colaboración para reconciliar al pueblo a quienes justificaron un
levantamiento militar contra la legalidad constituida, a quienes condenaron en
vida y a muerte a decenas de miles de seres humanos en nombre de su cruzada
contra el comunismo, el judaísmo y la masonería?
El Valle de los Caídos es un monumento fascista, construido desde y por
el nacionalcatolicismo, que aspira a ser por decreto lugar de “memoria
reconciliada” en un país donde la verdadera memoria ha sido negada y
obstruida. Que le pregunten, si no, a Baltasar
Garzón cómo le ha ido en su investigación de los crímenes de la represión
franquista. Que les pregunten también a tantas personas que trabajan
incansablemente por restituir memoria y tumba dignas a tantos asesinados por el
franquismo.
Hace escasos meses la oposición tuvo que exigir aún que Millán Astray
deje de ser definitivamente “hijo predilecto” de A Coruña. ¿Es eso memoria
reconciliada? Quien propugne asimismo memoria reconciliada, puede ir
denunciando el Concordato de 1953 –jamás derogado- y los Acuerdos de 1979 entre
el Estado español y el Estado del Vaticano, pues solo puede conseguirse un
marco real de convivencia entre todos los ciudadanos españoles sobre la base de
una democracia real y de un Estado aconfesional y laico.
El Valle de los Caídos debe quedar como está, con su mastodóntica cruz y
sus basílicas y grutas, como monumento a la barbarie y el fanatismo. Así, los
hijos de nuestros hijos y los nietos de nuestros nietos tendrán ocasión de ver
con sus propios ojos lo que nunca se debe ser, lo que jamás debe hacerse y
consentirse.
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