Leíamos
el otro día que las decisiones adoptadas en la Cumbre
de jefes de Estado de la UE en Bruselas eran “un salto para la Europa del euro”,
pero la noticia no aclaraba hacia dónde se daba ese salto y si también es
posible que estuviese saltando incluso hacia alguna suerte de abismo. Se nos ha
presentado el evento como una derrota de la “pérfida Albión” y un triunfo de los
demás países europeos, pero cuando uno se pone a escarbar encuentra pocas
razones reales para estar demasiado contento.
Aunque
a nuestros gobernantes se les llena la boca de buenas intenciones de crear
empleo, finalmente los montes han parido un ratón que poco o nada tiene que ver
con la propaganda oficial. Repiten que solo se puede crear puestos de trabajo si
se cuenta con la confianza de los únicos y verdaderos dioses del universo, los
“mercados”, para lo que previamente hay que reducir el déficit y la deuda
pública. Callan, sin embargo, que la deuda pública española es menor que la de
otros países supuestamente boyantes (de hecho, está por debajo de la media
europea).
Silencian asimismo que la deuda que grava
la economía española es la privada, principalmente la de los bancos, que los
Gobiernos convierten en publica por medio de organismos, creados por decreto-ley,
como el Fondo para la Adquisición de Activos Financieros (FAAF) o el Fondo de
Reestructuración Ordenada bancaria (FROB), instrumentos de rescate del sector
financiero. Como botón de muestra, el 45% de la deuda soberana española
pertenece a los propios bancos españoles, y los acreedores de los dos tercios
del 55% restante son establecimientos financieros europeos, no españoles. Es
decir, el 77% de tal deuda española ha sido adquirida por entidades financieras
europeas, y sólo el 23% restante se halla en manos de establecimientos no
europeos. En otras palabras, la deuda verdaderamente preocupante en España es
la bancaria, que, por ejemplo, en 2012 deberá pagar 200.000 millones de euros a
otros bancos europeos. ¿De qué Europa y de qué deuda nos han estado hablando
entonces en Bruselas la semana pasada?
Lo cierto es que el nuevo y pingüe negocio de “los mercados” es la
deuda, a través de cuya emisión se financia y recapitaliza a los propios
mercados, mientras ellos mismos especulan con el aval del Estado. Cuando leemos
en grandes titulares “Europa, ahora o nunca”, resulta difícil saber a qué
Europa se están refiriendo y qué significado real tiene ese ultimátum. ¿Volvería
hoy el Consejo de Europa a decidir como himno de Europa el An die Freude de Schiller
y la Novena Sinfonía de Beethoven?
¿Su bandera tendría aún doce estrellas como símbolo de perfección, unidad y
completitud? ¿Su lema seguiría siendo “unida en la diversidad”, sin que sonara
a demasiado sarcástico?
En realidad, somos víctimas de un verdadero terrorismo financiero,
manejado por “los mercados”, es decir, por los grandes bancos y compañías de
seguros, etc. que juegan al Monopoly con fondos especulativos de inversión, de
pensiones, fondos soberanos, fondos de alto riesgo, etc., que han conducido
finalmente a esta quiebra económica y moral, llamada ahora “crisis”.
Si se
sigue escarbando, puede verse que las “medidas de ajuste” se reducen, de hecho,
a 1) la “flexibilización (llamada también ¡”modernización”!) del mercado
laboral (sin rubor alguno, la ciudadanía trabajadora ha mutado en pura
mercancía); es decir, contratos basura y despido barato y libre; 2) la bajada
de salarios (no de beneficios) y 3) la merma constante y progresiva de los
derechos laborales, sociales y cívicos.
Ni una
palabra, en cambio, de aumentar los impuestos de las rentas con mayores
ingresos, de eliminar las ventajas fiscales de las rentas de capital que han
obtenido beneficios sustanciosos, de nacionalizar las grandes empresas
privatizadas en el pasado, de establecer un impuesto a las transacciones
financieras (la economía real anual en el mundo crea una riqueza (PIB) de unos
45 billones de euros, mientras los “mercados” mueven capitales por un valor de
3.450 billones de euros: 75 veces lo que produce la economía real).
¿Por
qué no empiezan por recortar, por ejemplo, los 10.000 millones de euros que
percibe anualmente la iglesia católica del erario público, o los 30.000
millones de euros (3% del PIB español) que nos cuestan los “programas especiales de
armamento”, con la consiguiente deuda del Gobierno español por 26.000 millones
que no puede pagar o los 400 millones anuales que cuesta mantener operativas
esas armas? ¿Por qué las televisiones públicas, cargadas de deudas año tras año
y costeadas con el dinero público de toda la ciudadanía, pagan millones y millones de euros por
participar en los derechos televisivos de la Liga española de fútbol y de la
Champions League?
¿Quién puede creerse ya que salimos ganando si
cada vez estamos más empantanados en una Europa dirigida por los mercados y los
mercaderes, en detrimento de la ciudadanía?
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