Publicado hoy en El Periódico de Aragón
Llovizna sin parar. Lluvia menuda que cae blandamente y va calando hasta
los huesos. La gente parece no necesitar paraguas. La llovizna debe de tener
algún efecto anestésico, que paraliza y habitúa a seguir aguantando el agua que
va desgastando la memoria del pasado y el deseo de abrirse paso en el futuro.
Llovizna (¿o es lluvia ácida?).
Nadie parece saber cómo ha pasado, pero ahora es una rareza que la
ciudadanía reclame, se levante o reivindique sus propios derechos. La llovizna
parece ser sumamente persuasiva para que la gente se quede dormitando en alguna
circunvolución de su cerebro, quejándose de casi todo, haciendo apenas nada.
La llovizna traspasa el cráneo y va grabando en el cerebro sagrados e
intocables axiomas: lo privado funciona mejor que lo publico; lo público debe
ser sistemáticamente recortado hasta su eliminación total; es preciso imponer
un período de austeridad para paliar la época del derroche anterior, por lo que
debe haber recortes en sanidad, educación y servicios sociales, y solo en
ellos; los políticos han demostrado con creces su ineptitud y hay que dejar la
solución de la crisis en manos de los que realmente saben, los tecnócratas de
los dineros y las finanzas; cualquier traspié económico se debe a la herencia
del Gobierno anterior; casi todos los inmigrantes o son unos delincuentes o
vienen a quitar el dinero a los autóctonos…
No deja de ser una anécdota que el Secretario General Técnico de la
Consejería aragonesa de Educación haya ordenado desalojar la sala de reuniones
asignada a la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de alumnos de
Aragón (FAPAR, que representa a más de 400 asociaciones de padres y madres), en
beneficio de la Federación Cristiana
de Asociaciones de Padres de Alumnos de Aragón (FECAPARAGON, con 73 AMPAs
asociadas) hermana siamesa de la CONCAPA
(Confederación Católica de Padres de Familia y Padres de Alumnos, con 13
AMPAs asociadas). Obsérvese qué es lo que las diferencia e identifica y se
estará en condiciones de detectar hacia qué lado se escoran desde hace meses la
Consejería de Educación y la Administración aragonesa toda. Incluso ese
Secretario General Técnico se ocupó y preocupó de cambiar la cerradura del
local. ¿Por qué? Porque llovizna (¿o es lluvia ácida?), porque mandan los que
consideran su deber de conciencia ayudar a lo privado, lo religioso, los
valores imperiales y eternos.
La llovizna es especialista en meter miedo a la gente. Primero señala a
los posibles enemigos de la sociedad, a todos aquellos que con sus costumbres,
creencias y vestimentas no están acordes con las costumbres, creencias y
vestimentas propias. Después, se empeñan en condensar esa pugna en términos
religiosos: catolicismo/cristianismo versus islamismo y otros. A renglón
seguido invitan a concluir que una educación sana, española, “de toda la vida”,
que no conduzca al libertinaje de las drogas y la promiscuidad, que no baje el
sacrosanto (falsario y mentiroso) nivel de la enseñanza, solo lo puede impartir
la red privada de enseñanza (rica y/o católica). Por último, la llovizna (¿o es
lluvia ácida?) deja “libertad” para que se elija el centro que más convenga a
sus hijos.
La llovizna proporciona además otras identidades nauseabundas. Por
ejemplo, la seguridad y la necesidad de que por muy desgraciado que se sea
siempre debe haber otro más abajo a quien poder echarle la culpa. Los
linchamientos de negros a principios del siglo XX eran perpetrados por la población perteneciente a los
estratos más bajos de algunos Estados del Sur estadounidense, que necesitaban
descargar su frustración sobre quienes creían por debajo de ellos, aún más
miserables y desgraciados. Para algunos hoy son los inmigrantes y la población
de otras culturas, costumbres y creencias quienes han de pagar el pato.
Son las armas utilizadas recientemente por la derecha recalcitrante del
PP, especialmente en Cataluña: religión e inmigración. La religión
hispanovisigótica mueve al patriotismo frente al extranjero y al infiel. La
inmigración cumple la misma función del antiguo animal sobre el que en algunas
culturas se descargaban los pecados y las culpas de todo el pueblo: tras su
muerte, el pueblo quedaba limpio e inocente de cualquier delito.
La llovizna cae de un neblinoso limbo, habitado por el poder y el dinero.
Nada es por azar, sino todo parece cada vez más preestablecido para que rinda
beneficios a los dioses del dinero y del poder. Y para ello es preciso que los
cerebros estén empapados de llovizna (¿o es lluvia ácida?), gozosos porque ha
ganado su equipo, agradecidos por haber podido tener esos días de vacaciones,
curiosos ante ese nuevo 12+1 Gran Hermano, no vacilando en su delirante fe en
que mágicamente siempre habrá sanidad gratuita, educación gratuita, pensión y
seguro de reempleo. Eso sí, que siga lloviendo y que la lluvia (¿o es lluvia
ácida?) barra de una vez por todas tanta cosa pública que no nos deja salir de
la crisis.
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