Publicado hoy en Izquierda Digital
Pilar
Bardem se ha quedado sin calle en Sevilla, aunque parece que a ella le tiene
bastante sin cuidado. El ayuntamiento sevillano, con su alcalde Juan Ignacio
Zoido a la cabeza (PP), tiene buena memoria y no podía consentir que esa mujer
izquierdosa, asidua de manifestaciones políticamente incorrectas, diese nombre
a una calle de la ciudad.
Nada más
tomar posesión, el señor Zoido proclamó que iba a gobernar la ciudad con la
Constitución y la Biblia en la mano, como si tuvieran algo que ver entre si el
culo y las témporas. Pero a esta gente de la derechona le va la marcha, se
siente nostálgica y quizá hasta piensa en sus adentros que sus ancestros
estarían orgullosos y que por algo los suyos ganaron la guerra.
Ahora la
calle se llamará Nuestra Señora de las Mercedes, del mismo modo que antes de
que la usurpase y rapiñase la señora Bardem ostentaba el nombre de general
Merry, desaparecido del callejero sevillano por mor de la execrable y
antipatriótica Memoria Histórica. Merry hijo era un teniente general franquista
y Merry padre un estrecho colaborador de un famoso y temido carnicero general
sevillano llamado Queipo de Llano.
El alcalde
Zoido, demócrata de toda la vida, quería que la calle Pilar Bardem pasara a
llamarse Antonio Burgos, periodista, escritor, inmovilista, proclive a
conservar lo que hubiere, descalificador de mujeres progresistas, homófobo,
antisocialista, anticatalán, misógino sin par. Pero Zoido, sensible al parecer
de la ciudadanía, hizo aún más caso a la hermandad de Santa Genoveva, y se ha
inclinado finalmente por la Virgen de las Mercedes. La calle se llamará calle
de Nuestra Señora de las Mercedes. Amén.
Da la
casualidad que la iglesia se llama “de santa Genoveva” en memoria de la esposa
homónima de Queipo de Llano. Allí se custodia la imagen de la Virgen de las
Mercedes, nombre de la madre del general Queipo de Llano. Como guinda del
pastel, el escudo de la hermandad es el águila de Juan Evangelista, que para
algunos malpensados se parece como una gota de agua a otra al águila
franquista. El círculo se ha cerrado felizmente: alcalde, consistorio,
hermandades, devotos, nostálgicos, golpistas in rectore, ciudadanos de bien de
toda la vida, y un largo etcétera más descansan ya en paz. Y la arrabalera esa
de la Bardem ya no tiene calle. Aleluya.
Triunfante
y gloriosa, reina sobre la calle la Virgen de las Mercedes. Determinadas
culturas hispano visigóticas abrazan con fervor las tradiciones semíticas de la
virginidad (generosamente encarnadas en el judeocristianismo y el islamismo).
Es sorprendente la importancia que desde esas religiones se otorga al himen,
eufemísticamente “la flor”, un cúmulo de tejidos conjuntivos muy
vascularizados y recubiertos de mucosa. Solo vale la mujer “intacta”, a
disposición exclusiva del varón elegido entre una sociedad de varones. La mujer
“desflorada” fuera de la ley de los varones está fuera de la ley e incluso puede
ser lapidada hasta la muerte.
El judeocristianismo, religión misógina configurada por
varones misóginos (como botones de muestra, Pablo de Tarso y Agustín de
Hipona), ha conservado hasta la última gota esa himenlatría y esa sexofobia.
Varones célibes han llenado cada pueblo, cada iglesia, cada localidad, cada
país de su correspondiente virgen, dedicada durante unos cuantos siglos de
superchería, ignorancia y oscurantismo a aparecerse a pastorcitos, labriegos y
ejércitos a punto de ser derrotados por el infiel.
En el colmo del paroxismo imaginativo, convirtieron en dogma
de fe que la mujer originaria, la madre de su dios encarnado, concibió y parió
a su hijo sin perder “la flor”. En sus exiguos esquemas reprimidos y
represivos, pensaban que así otorgaban a aquella mujer la más excelsa y
preclara de las virtudes femeninas: la conservación de su himen. Los incas
americanos, en cambio, consideraban que la pérdida del himen por parte de una
mujer era signo de que era una mujer deseable y deseada. El dogma de la virginidad
de la madre de Jesús de Nazaret les resultaría incomprensible y una degradación
para aquella mujer. En el otro extremo de la sinrazón, en algunas culturas
africanas proceden a la ablación del clítoris y al cierre vaginal de las niñas
de 2 a 8 años de edad, hasta que la curandera abre con un cuchillo la vulva
inmediatamente después del matrimonio y antes de que el marido la penetre por
primera vez.
El Concilio cristiano-católico de Letrán (año 649) se encargo
de consagrar definitivamente esta himenlatría: “Si alguno no confiesa, de
acuerdo con los Santos Padres, propiamente y según verdad por madre de Dios a
la santa y siempre Virgen María, como quiera que concibió en los últimos
tiempos sin semen por obra del Espíritu Santo al mismo Dios Verbo propia y
verdaderamente, que antes de todos los siglos nació de Dios Padre, e
incorruptiblemente le engendró, permaneciendo ella, aun después del parto, en
su virginidad indisoluble, sea condenado”. En otras palabras, un
párrafo que merece formar parte del récord Guinness de los despropósitos.
Pilar Bardem se queda sin calle. Que la Virgen
(así, en mayúscula, mujer sin desflorar por antonomasia) haga la merced de
conceder a los vecinos y viandantes de esa calle sus mercedes misericordiosas.
Bien sabrá ella que así, de paso, se pondrán la mar de contentas la madre y la
esposa de Queipo de Llano, amén de el propio Queipo de Llano y cuantos siguen
manteniendo la sagrada tradición de que eso de que el Estado español es
aconfesional y que ninguna confesión tiene carácter estatal (16.3 Constitución
española) es el capricho de unos cuantos descreídos, ateos, masones y
comunistas que se les escaparon por algún agujero de las tapias de los
cementerios.
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