viernes, 5 de junio de 2015

Diario de un perroflauta motorizado, 515


Llevo años empleando el mismo símil: se está incendiando la casa, pero la comunidad de vecinos ha decidido que en el orden del día solo se habla de la pintura de las paredes del garaje y de cambiar las puertas de los ascensores. Parece que no hay conciencia de la urgencia de la situación o que el inconsciente colectivo de los negociadores creen que esa urgencia les afecta solo a los vecinos de abajo, sin darse cuenta de que lo que está en juego realmente es el hambre y la penuria de muchos escolares y sus familias, la aplicación desaforada o la suspensión sensata de la LOMCE, la restitución de miles de puestos de trabajo en educación, sanidad, atención a la dependencia, el carácter público de los servicios municipales y sociales, etc., etc.

Un solo desahuciado al día debería bastar para que los negociadores (¡qué bastarda palabra en la situación real del país!) no se levantasen de la mesa (negociadora) ni colgasen el teléfono mientras los acuerdos no se hubieran alcanzado. Se nos está incendiando la casa y ya no nos queda ni la cajita donde guardábamos las fotografías de nuestros seres queridos, pues el antiguo estado de bienestar está día a día más reducido a cenizas, mientras la comunidad de vecinos que habitan los áticos y/o tienen asegurados despacho, cargo y sueldo hablan primordialmente de la desinsectación de las cañerías, de la alfombra, algo raída ya, de la entrada de la finca, y de lo indignos que son los demás de sentarse al lado de los más limpios y honrados. Se nos está incendiando la casa, se nos está incendiando la casa, se nos está incendiando la casa…



Mañana con mucha gente parándose y dialogando, cada un@ a su estilo, sobre el mensaje del cartel. ¡Qué diferencia con la calle Alfonso! Hoy ha habido de todo: incluso un hombre (lamentablemente acompañado de un niño) que ha puesto de manifiesto de muy mala manera su desacuerdo conmigo y con mi presencia en ese portal. Cuando ha obtenido solo como respuesta por mi parte: “está usted en su derecho de expresar su libertad de opinión”, ha estallado definitivamente, siempre a varios metros de distancia. Otro hombre joven vestido negro ha gritado al pasar: “Dos tiros a este sujeto y ya está todo arreglado”, a lo que he contestado inmediatamente: “¡Violencia, no! ¡Noviolencia! ¡No violencia!”. Él ha rematado: “¡Gora ETA!”.

Moraleja: los extremos se tocan, y el punto de contacto es la falta de cultura democrática y de educación personal.

A propósito: cuando canto, solo, por cuatro veces el Canto a la Libertad a las doce del mediodía, alguna gente me mira con cierta conmiseración (¿por qué será?).

Otra anécdota: Hoy, por primera vez, una señora se ha acercado a darme no sé si veinte o cincuenta céntimos. La he sacado del error con mucha suavidad.

Sigo sin Router. Movistar me ha asegurado que esta tarde viene un técnico. Continuará…

Mozart alegra el corazón, si le concedes diez minutos.



Hasta mañana

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