miércoles, 10 de junio de 2015

¡Rajoy va desnudo!


PUBLICADO HOY EN ELDIARIO.ES/ARAGÓN

Rajoy escudriñaba con sus prismáticos posibles nuevas creaciones de soviets, cuando, con no poca sorpresa, observó que Pedro Sánchez intercambiaba tabaco y cromos con la izquierda radical. Consternado, inmediatamente lo llamó por teléfono, pues parecía en vano todo lo que había tratado de inculcarle pocas horas antes en el Palacio de la Moncloa. “Pedro” –le conminó- te insisto en que  es un error muy grave y muy malo para España y el conjunto de los españoles los pactos entre pentapartidos y la exclusión del PP en las negociaciones emprendidas tras las elecciones del 24-M. Si te empecinas en pactar con la izquierda radical, incurres así en un nocivo sectarismo, lo cual tiene una lectura dentro y fuera de España que afecta y mucho a los intereses de los españoles”.

Como Rajoy había propalado tal monólogo telefónico hasta los confines de su reino, algunos ciudadanos mandaron a La Moncloa a un tal Protágoras de Abdera, que le habló de esta guisa: “Escúchame, Mariano, hace ya más de 2.400 años dejé escrito en mi obra Los discursos demoledores lo que ahora te comunico: El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son. Que cualquiera de tus vecinos está a tu izquierda es una obviedad. Que tildes a esa izquierda de radical indica primordialmente tu propia radicalidad desde la que interpretas a los demás como presuntos radicales. ¿Acaso has olvidado, Mariano, que ‘radical’  viene del latín ‘radix’ (raíz), y los tres primeros significados que la RAE da de ‘radical’ son: 1) Perteneciente o relativo a la raíz: 2) Fundamental, de raíz. 3) Partidario de reformas extremas, especialmente en sentido democrático? ¿Tienes algo que decir además de que España es un gran país que hace cosas importantes y tiene españoles, y que España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles?”.

Algo contrariado tras escuchar las palabras de Protágoras, Rajoy convocó a sus asesores más fiables, todos ellos formados brillantemente en la Hans Christian Andersen University, que ipso facto dieron con la clave maestra de todas las soluciones posibles a cualesquiera problemas que advinieren: el rey Rajoy, que tenia un vestido distinto para cada hora del día, iba a tener uno nuevo con el que podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan, y  también podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Aprobado lo cual, aquellos asesores montaron un telar, se hicieron traer sedas muy finas y oro de muchos quilates, que fueron a parar directamente a sus bolsillos y emplearon todas sus artes en simular que estaban trabajando día y noche, aunque nada tenían en la máquina. Cuando Rajoy se acercaba a inspeccionar cómo iba la confección de su traje, solo veía  el telar vacío, pero no osaba confesar que nada veía, pues entonces conocerían los demás que era un inepto y no servía para rey.

Reprimiendo sus dudas, Rajoy resolvió que el pueblo debía conocer cuanto antes aquel traje maravilloso del que todo el mundo hablaba. A la mañana siguiente, se hizo vestir en sus aposentos por los asesores, que, con mucha ceremonia, fueron poniéndole el pantalón, la camisa, la casaca y el manto que el rey Rajoy seguía sin ver ni tocar ni admirar. “Qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban los asesores-. ¡Vaya corte y vaya elegancia! ¡Es un traje precioso!”.

Al salir a la calle, unos ayudas de cámara se encargaron de sostener una larga cola, donde, según los asesores aseguraron a Rajoy,  podía leerse en letras muy grandes y doradas: “CRECIMIENTO ECONÓMICO Y CREACIÓN DE EMPLEO”.

La gente, agolpada en calles y balcones, exclamaba: “¡Qué precioso es el traje del rey Rajoy! ¡Qué gran verdad se lee en tan magnífica cola! ¡Tenemos hambre, pero gracias a él hemos superado la crisis!”, pues, aun sin ver nada,  nadie quería ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido.

“¡Pero si no lleva nada! Ese hombre va desnudo” -gritó de pronto un niño al verlo pasar.

“¡Por favor, escuchen la voz de la inocencia!” -dijo su padre, que también cayó en la cuenta de que Rajoy iba desnudo; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir aquel niño. “¡Pero si Rajoy va desnudo!” -gritó, al fin, el pueblo entero.

Aquello inquietó a Rajoy, pues barruntaba que el pueblo tenía razón, por lo que resolvió que prosiguiera el cortejo, mientras los ayudas de cámara sostenían la inexistente cola y el inexistente mensaje “Crecimiento económico y creación de empleo”.

Por la tarde recibió un whatsapp de un tal Bárcenas: "Mariano, sé fuerte. Mañana te llamaré". Y Rajoy lloró…









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