En una clase de ética de segundo curso de B.U.P. un muchacho declaraba, entre ufano y avergonzado, que él no era tan “gilipollas” como para devolver a un vecino de su barrio el sobre de la paga mensual que éste había perdido aquella misma noche en la calle. Cuando le pregunté cómo se sentiría al recordar que aquel hombre se había ganado aquel dinero con su trabajo y que seguramente lo necesitaría para alimentar a los suyos, pagar facturas, etc, me miró de soslayo, a la vez que mascullaba: “procuraría no pensarlo”.
miércoles, 20 de febrero de 2008
¿Anécdota?
En una clase de ética de segundo curso de B.U.P. un muchacho declaraba, entre ufano y avergonzado, que él no era tan “gilipollas” como para devolver a un vecino de su barrio el sobre de la paga mensual que éste había perdido aquella misma noche en la calle. Cuando le pregunté cómo se sentiría al recordar que aquel hombre se había ganado aquel dinero con su trabajo y que seguramente lo necesitaría para alimentar a los suyos, pagar facturas, etc, me miró de soslayo, a la vez que mascullaba: “procuraría no pensarlo”.
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