lunes, 11 de junio de 2007

Domingo, plaza del Pilar


Aquel hombre estaba tan tranquilo y tan contento el domingo tomando una cerveza en plena Plaza del Pilar, cuando se inició una extraña procesión en plena plaza: la caballería engalanada de la policía municipal (detrás unos cuantos empleados de la limpieza recogiendo las cagadas de los caballos), unas cuantas cofradías con sus estandartes y sus cofrades detrás, decenas (¿centenares?) de niños y niñas vestidos de marinero, almirante, novia, monja, angelit@, etc…, y acompañados por sus papás y sus mamás; el obispo o quien fuera, con otros curas; más policía municipal, y… el alcalde socialista Belloch, flanqueado por sus concejales, de cualquier grupo político y condición. Aquel hombre, asombrado ante el espectáculo, indignado porque toda esa parafernalia estaba siendo pagada con dinero público, dolido ante una muestra más de la España profunda y cavernaria, se acercó a la procesión y, cuando tuvo cerca de su alcalde, gritó: ¡¡¡Bellooooch!!! El alcalde se detuvo y miró en la dirección de aquella voz. El hombre entonces le dijo: QUEREMOS UNA ESPAÑA LAICA. NO ESTO. El alcalde movió parsimoniosamente sus manos, como pidiendo calma, y prosiguió su camino. Eran las trece horas y treinta y cinco minutos de un domingo en el que asomaba fieramente ya su cabeza el verano. Algunos espectadores de la procesión murmuraban con indignación por la osadía sacrílega que acaba de perpetrar aquel hombre en la Plaza del Pilar, la Plaza de la Virgen del Pilar, su Plaza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.