Publicado hoy en Izquierda Digital
Dejé aparcado el Programa Electoral del Partido Popular, pues, como era de
esperar, elude por completo el tema del laicismo: hay silencios harto locuaces.
Me quedé también perplejo al leer en el Programa Electoral 2011 del PSOE (2.6)
que “la laicidad del Estado es consustancial a la idea de libertad e igualdad”,
ya que, de ser eso cierto, llevamos treinta y tantos años con muy escasa
libertad e igualdad.
En efecto, tras los Gobiernos de Suárez,
González, Aznar y Zapatero
continúa impartiéndose la asignatura de Religión y Moral Católicas en la
escuela pública, a lo que hay que añadir sendos Convenios para que las
confesiones judía, musulmana y evangélica hagan lo mismo en los centros
escolares públicos (amén de sendos capellanes en los hospitales, cuarteles y
cárceles del Estado). Además, el jefe del Estado y las autoridades públicas a
escala nacional, autonómica y municipal siguen asistiendo, en razón de sus
cargos, a actos de carácter confesional; la SICAR (Santa Iglesia Católica
Apostólica Romana) recibe anualmente del erario público más de 10.000 millones
de euros; la Guardia Civil, las Fuerzas de Seguridad, la Legión y las Fuerzas
Armadas siguen desfilando solemnemente en actos y celebraciones religiosas.
Cono remate, símbolos y espacios religiosos proliferan en edificios públicos. Y
un largo etcétera más.
Pues bien, el PSOE nos regala en su Programa Electoral el dato sociológico de que “la mayoría de los
ciudadanos ama la libertad personal frente a imposiciones religiosas. Aprecian
que la laicidad constitucional es una garantía para la libertad individual y un
principio que favorece la convivencia de ciudadanos iguales con creencias
diversas”. Sin ofrecer el porcentaje concreto que supone esa “mayoría de los
ciudadanos”, insiste en que “en nuestro país junto a un proceso notable de
secularización y disminución de la práctica religiosa tradicional se ha
producido un incremento cuantitativo y cualitativo de la diversidad religiosa,
lo que implica cambios en la vida y en las tradiciones culturales de nuestros
pueblos y ciudades y también políticas públicas no exentas de controversia y
contradicciones”.
En ningún momento cita, sin embargo, la Constitución Española de 1978 y el
principio constitucional de la aconfesionalidad del Estado y sus instituciones,
pues durante estos últimos ocho años ha ido alimentando progresivamente la
confusión entre aconfesionalidad (=ninguna confesión tendrá carácter estatal) y
pluriconfesionalidad (=no solo la católica, sino también todas las demás
vivirán a costa de los Presupuestos Generales del Estado). Por eso mismo el
PSOE insiste en su Programa en que “la separación entre Estado y confesiones
religiosas, es una medida positiva de fomento del pluralismo religioso y de la
libertad de no profesar religión alguna”, confundiendo así lo que es el
ejercicio de un derecho individual y social que debe ejercerse en el ámbito
privado de las instituciones privadas con lo que realmente es esa “separación
entre Estado y confesiones religiosas”.
En el fondo, sin embargo, el Programa Electoral 2011 del PSOE muestra algo
de coherencia cuando a renglón seguido elude hablar de aconfesionalidad y de
Estado laico, proponiendo a cambio la “neutralidad religiosa”, término
realmente ambiguo con que quiere describir la presencia de sus representantes
institucionales en los “espacios y actos públicos”, pues ello desemboca en que
finalmente dichos actos y espacios quedan abiertos a todas las confesiones por
igual, en lugar de invitar a que cada confesión celebre sus actos y ocupe sus
espacios como desee, siempre que no tengan presencia ni carácter estatal.
EL PSOE se enfunda también el mono de trabajo y se pone a suprimir “los privilegios
que se conservan en la legislación hipotecaria en beneficio de la Iglesia
Católica”, modificando además el artículo 206 de la Ley Hipotecaria. Ni una palabra de suprimir el Concordato
franquista de 1953 y los Acuerdos de 1979 entre el Estado español y el Estado
del Vaticano (con todos los privilegios de la SICAR en materia educativa,
económica, fiscal e institucional), o la asignatura de Religión en la escuela
pública, o la asistencia de los representantes públicos, en calidad de sus
cargos, en actos de culto y celebraciones confesionales (véanse, sin ir más
lejos el Ayuntamiento zaragozano o que el alcalde socialista de Toledo Alcalde,
en calidad de tal, haya jurado públicamente año tras año defender el dogma
católico de la inmaculada concepción).
En los respectivos Programas Electorales de Izquierda Unida y de Chunta
Aragonesista (escribo desde Aragón) está recogida gran parte de las
reivindicaciones laicistas. No obstante, a título personal (soy gato
escaldado), es de esperar que lo prometido y suscrito por tales grupos
políticos en sus Programas sea llevado a la práctica y hecho realidad en el
momento de la verdad: como botón de muestra, en la toma de posesión de sus
cargos municipales y autonómicos, los ediles y diputados de CHA e IU nada
hicieron ni objetaron ante la presencia de símbolos confesionales en la mesa y
en la sala, ni tampoco manifiestan actualmente su disconformidad en cada Pleno
Municipal con la presencia del ya archifamoso crucifijo, cuya presencia vinculó
con su propio cargo el actual Alcalde de Zaragoza, J.A. Belloch, al que directa e indirectamente apoyan en el gobierno
municipal.
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