A cuatro días de las elecciones
generales, quiero pensar que mi país tiene futuro. Por eso iré el domingo a
votar, incluido mi voto en blanco para un Senado inútil, que debería quedar
suprimido de nuestra Constitución.
Dicen las encuestas que ganará la derecha
más conservadora frente a la derecha fáctica hasta ahora gobernante. En
realidad, a unos y otros les dictan las
órdenes quienes cada vez tienen menos vergüenza de mostrarse como los
verdaderos amos del cotarro.
Votaré para que haya políticos que no confundan
evitar el despilfarro con recortar gastos sociales. Si se pide austeridad, tengo
derecho a exigir que se corten de raíz el derroche y la ostentación de jets
privados y mansiones de lujo por parte de los ricos. Y cuando se hable del
sacrosanto derecho a la propiedad privada le responderé que no es lo mismo una
propiedad obtenida mediante un trabajo honrado y digno que la propiedad
producto de los privilegios y las prebendas, de la rapiña y la explotación, así
como también de la secular holgazanería de nobles y clérigos. Por eso votaré el
próximo domingo.
No vi los debates preelectorales
televisados: me niego a repetir el dejà
vu de las preguntas y respuestas archisabidas dentro de un marco
esclerotizado y encorsetado. Sin embargo, supe por la prensa que ni siquiera
rozaron cómo salir de una crisis diseñada por los señores del dinero, por los
banqueros, por los controladores del chanchullo financiero. Tampoco
manifestaron voluntad alguna de someter a regulación el mundo de las
transacciones financieras mediante impuestos y tasas que redunden en beneficio
del pueblo o de erradicar y perseguir penalmente los paraísos fiscales. Con su
silencio evidenciaron que son marionetas en manos de las grandes empresas y las
finanzas, que seguirán cumpliendo las directrices del BCE y del FMI, es decir,
del doctrinario neoliberal asumido sin paliativos y sin anestesia.
Mi voto quiere ser un voto defensivo
frente a la avalancha de agresiones que padece desde hace años la ciudadanía.
Algunos biempensantes declararon en su día obsoleta y rancia la lucha de
clases, pero en realidad son los señores del dinero y de las finanzas quienes
la sostienen y ejecutan: con su política económica agresiva, devastan los
derechos laborales, sociales y culturales del pueblo, no dan tregua al
retroceso del estado de bienestar, todo les parece poco a la hora de esquilmar
en gastos sociales, salarios y desempleo. Con mi voto deseo así también que los
sindicatos despierten de su modorra y la ciudadanía tome conciencia activa de
la necesidad de oponerse a tanto expolio.
Votaré por una banca publica, una sanidad
pública, una escuela pública, por la gestión pública y honrada de los recursos
de todos. Llamaré fulero y embaucador a quien pretenda hacernos creer que lo
privado funciona mejor que lo público. Apoyaré a quien lleve a tribunales a
todos esos políticos irresponsables que en el pasado han privatizado empresas y
blancos públicos en beneficio de unos pocos.
Seguirá entristeciéndome ver que una
parte de un pueblo mordido por la crisis y la incertidumbre baila y ríe al
festejar la enésima boda de una duquesa dueña de comarcas, provincias, tesoros
artísticos y montañas de dinero e inmuebles. Me preguntaré hasta cuándo el
cínico maquiavelismo de algunos políticos y grupos políticos que pasean sus
bandas y sus galas en procesiones y misas confesionales, que tan poco respeto
tienen en los espacios públicos al principio constitucional de la
aconfesionalidad del Estado y sus instituciones.
Votaré para que una considerable parte de
las prestaciones sociales a los estratos sociales más desfavorecidos dejen de
plantearse en términos de beneficencia y caridad, pues todo ello es competencia
y obligación del Estado y sus gestores democráticamente elegidos. Votaré por
que la última etapa de cada vida sea confortable, discurra sin sobresaltos y
sea objeto de los cuidados y atenciones a los que tienen derecho.
Quiero decirles con mi voto a los
vencedores que respetaré el resultado, pero también que No Pasarán. Que somos
muchos los que jamás renunciaremos a que nuestro país sea un república social,
laica y democrática. Los que sacrificaron su bienestar e incluso sus vidas por
la legalidad, la democracia y los derechos humanos frente al golpismo y la
dictadura jamás serán olvidados. Por eso votaré también con ellos y por ellos.
Quienes salgan elegidos en las urnas
representan al pueblo, del que exclusivamente procede todo poder, pero
lamentablemente hasta ahora me han representado bastante mal. Espero que
rectifiquen pronto, pues, aunque no lo crean, también la paciencia del pueblo
tiene un límite.
Votando
eso y así, al menos tendré derecho a ahuyentar de mí tanta basura y sabré
también que otros muchos seres humanos comparten las mismas sendas y se dirigen
hacia los mismos horizontes.
Votare por la UTOPÍA y contra el miedo. La Vida es Bella, no dejemos que nos la estropeen, seres que ni saben ni dejan vivir.
ResponderEliminarMientras haya partidarios de la utopía en la vida, otro mundo es posible. Gracias y un abrazo
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