A publicar mañana en El Periódico de Aragón
Publicado en ATTAC Esaña el 28 de abril
Publicado en ATTAC Esaña el 28 de abril
Desde muy niños damos por supuesto que los padres y el adulto en general
garantizan todo un mundo de certezas, pues representan la fuente y el criterio
de lo que es bueno y malo, verdadero y falso. Así, se acata sin rechistar que
no hay que mentir ni pegar, sino obedecer, comer y acostarse a sus horas,
cepillarse los dientes, cruzar la calle como es debido o comer algo de fruta y
verdura, de tal forma que, si uno infringe la norma, no es insólito esconderse
o mentir.
Los papás se nos antojan guapos, grandes, poderosos, y de ellos obtenemos
alimento y seguridad. Sin embargo, una de las cosas que menos aprendemos a esa
edad (tampoco suele enseñarse) es a cuestionar lo que nos van diciendo y
silenciando, lo que vamos viendo, viviendo y experimentando. Como botón de
muestra, se suele decir que debe fomentarse la lectura, pero raramente que se
puede cuestionar lo leído.
Vamos creciendo, tornándonos pasivos, asumiendo acríticamente lo que va
ocurriendo, hasta quedar guarecidos dentro de una exigua y confortable concha o
repetir por sistema que nada puede hacerse y que los únicos responsables son
los gobernantes y los que están arriba.
En nuestra cabeza habitan entonces enormes y pesadas ideas, que acaban
siendo incuestionables. Los derechos se convierten en algo ajeno a nosotros
mismos, advenidos gratuitamente por alguna suerte de magia, y no en la
conquista de muchas generaciones y en el reconocimiento y aceptación de esa
conquista. No tenemos derecho a la vivienda, al trabajo, a la sanidad o a la
educación porque lo diga la Carta Universal de la ONU o la Constitución, sino
porque millones de personas han conseguido con su lucha y su esfuerzo que
ningún poder pueda negarlos legítimamente, pues los derechos y las libertades
son manifestación expresa de la libertad de todos y de cada uno, desplegada en
una sociedad concreta.
Ninguna ley es intocable, incluida la Constitución. La clase política
suele hacer trampa, decir una cosa por la mañana y hacer la contraria al día
siguiente. Por ejemplo, pretende tapar la boca con la cantinela del “porque lo
dice la Constitución” y de un plumazo los partidos mayoritarios cambian un
artículo (135) en nombre de la “estabilidad presupuestaria”, sin contar con ele
pueblo al que representan. Nos quieren convencer del embuste de la igualdad de
todos ante la ley, pero decretan una amnistía fiscal para los más ricos, los
más defraudadores y los más insolidarios.
Hablan de paz y solidaridad, pero
Aznar nos implicó en una
guerra preventiva bastarda y Zapatero
retiró las tropas españolas de Irak y a la vez triplicó la venta de armas a no
pocos países denunciados por Amnistía Internacional por conculcar los derechos
humanos, incluido Israel. La clase política, especialmente la más escorada a la
derecha, habla y habla sobre la unidad de España, a la vez que perpetra cada
día la más cainita de las desuniones. Se lamenta de la carencia de cultura del
pueblo y pretende confundir a la gente desde el Gobierno central y algunas
comunidades autónomas reclamando la lidia de toros como bien cultural (BIC). Se
apela desde el Gobierno a la responsabilidad del pueblo, y simultáneamente los
tribunales declaran no responsables del accidente del YAK-42, con 62 víctimas,
a militares implicados, a los integrantes de la cúpula militar, al ministro Trillo y a su jefe Aznar. Hablan de
cambiar el modelo productivo, pero cierran por completo el grifo de la investigación.
Y la iglesia católica sigue recibiendo cada año 11.000 millones de nuestro
dinero. Mientras, Rajoy predica la
necesidad de sacrificios, pero no explica hacia qué tipo de país nos
encaminamos (¿él lo sabe?).
Pocos ciudadanos creen ya a estas alturas que las tropas españolas en
Afganistán tienen algo que ver, de hecho, con la defensa de la población civil
y de los derechos humanos. Recorta el Gobierno servicios básicos en Sanidad y
Educación, en lugar de devolver a la tropa a sus hogares y cuarteles, de donde
nunca debieron salir. España no compra ya petróleo a Irán por el peligro,
dicen, de que fabrique las armas nucleares que sus aliados tienen a decenas de
miles. Günter Grass denuncia en un
poema la posible agresión “preventiva” de Israel a Irán, y es declarado
“persona non grata” en Israel, especialista en descalificar y matar
mensajeros. El otro día debatí en
una radio con una especie de clérigo musulmán, presto a explicar que Islam
significa paz (calló que en realidad significa “sumisión total”), pero en igual
medida reacio a hablar de ejecuciones a homosexuales o adúlteras, de los
derechos humanos y la igualdad de la mujer.
Hablan de déficit y de deuda, cuando en realidad están mutando el modelo
de país y de mundo. Entretanto, los lobos nos cuentan las bondades del
vegetarianismo, y callan que, como dice León
Felipe, es el miedo del hombre el que crea los cuentos.
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