Publicado en web de ATTAC Mallorca el 11 de mayo
Publicado en ATTAC España el 14 de mayo
A mediados del siglo XIX,
Estados Unidos llegó al colmo de su impaciencia, pues Japón no quería abrirse
al comercio en los términos deseados por Norteamérica. Por eso, el comodoro Matthew Perry llegó en 1852 con sus
barcos de hierro y sus poderosos cañones al puerto de Nagasaki, (¿con?)venció
por miedo al gobierno nipón, y dos años después quedó firmado el Tratado de
Kanagawa.
Matthew Perry fue considerado
un héroe en su país, donde todos estaban convencidos de que la doctrina del
Destino Manifiesto (Manifest Destiny)
era una evidencia para los Estados Unidos de América, según los designios de
Dios, “la última y mejor esperanza sobre la faz de la Tierra”, en
expresión de Abraham Lincoln, y por
tanto, un país legitimado y destinado a expandirse por donde le conviniere. Una
ideología muy próxima a la teoría del Lebensraum
del nacionalsocialismo germano y a la praxis perpetrada desde hace tiempo por
Israel.
La historia
la escriben los vencedores y se dicta desde el poder, por lo que no es raro que
la violencia, la rapiña, el abuso y la imposición por la sola razón de la
fuerza bruta acaben apareciendo como gestas nacionales heroicas y gloriosas,
bien adornadas por la propaganda oficial. La gente va aceptando así como
evidencias indiscutibles una sarta de embustes, medias verdades, ideas
delirantes y silencios que finalmente quedan al margen de cualquier crítica o
cuestionamiento por parte de la ciudadanía.
Actualmente,
por ejemplo, la propaganda autóctona y del imperio han convertido en
“terrorismo” cualquier expresión no sumisa de voluntad de autodeterminación o
de soberanía nacional por parte de un colectivo, o incluso la lucha misma
contra la injusticia que sufre una población. Lo que cuestiona o se opone
directamente al sistema establecido, en un país o a nivel internacional, puede
llegar a ser considerado “terrorista”, y corre el riesgo de que caiga sobre su
cabeza toda la potencia represora de las “fuerzas de la democracia, del orden y
de la seguridad”. Será un antisistema y, si se descuida, un terrorista quien se
enfrente sin componendas al sistema que ampara y privilegia el cúmulo de
intereses financieros, empresariales, económicos, políticos e ideológicos de
una minoría, cuyos principios de acción son el máximo beneficio (propio) y el
desarrollo (propio) sin fin.
Para
preservar y mantener el sistema depredador de esa minoría se urden y perpetran
impunemente guerras y conflictos en el mundo, mientras la gente
dormita y sestea, ajena e indiferente. Recuérdense, por ejemplo, las
terroríficas campañas de los bombardeos previos a la invasión de Irak en
2003 (“Conmoción y pavor”) o la guerra de Israel en y contra la población de
Gaza en 2008 (“Plomo fundido”), entre la indolencia y la indiferencia de buena
parte de la ciudadanía mundial. Recuérdense, igualmente, las razones con que la
propaganda oficial presentó la invasión de Libia y el linchamiento de Gadafi (evitar una masacre de civiles)
o la invasión de Irak y el ahorcamiento de Sadam
Hussein (democratización, armas de destrucción masiva, terrorismo
islámico). Obama mismo declaraba
recientemente que no podía estar “más orgulloso” que de la muerte (asesinato)
de Bin Laden.
Si no les
gustan los resultados de unas elecciones, quedan declaradas instrumentos del
terrorismo y anuladas de un plumazo (vg. Argelia o Palestina). Si se reúne la
cúpula del BCE en Barcelona, 8.000 policías quedan ipso facto a su servicio. En
los medios aparecerá en todo caso un puñado de exaltados rompiendo escaparates,
y no las decenas de miles de manifestantes, así como tampoco darán cuenta de
los motivos de la protesta.
Mientras, los
dueños del dinero y de la guerra ocultan que violencia es también (¡y sobre
todo!) ser despedido del trabajo sin motivos creíbles, carecer de trabajo, pasar
día a día por estrecheces económicas sin cuento en una sociedad donde una
minoría vive en la opulencia. Violencia es la acción depredadora del
capitalismo de casino. Violencia es asistir a un sinfín de recortes educativos
y sanitarios, reducir 600 millones
en investigación en ciencia y tecnología, ser expulsado de la vivienda o no
tenerla, ser joven, estar bien preparado y tener borrado cualquier horizonte.
Violencia es
que pretendan volver del revés el estado de bienestar o hacer saltar por los
aires los derechos laborales adquiridos con sangre, sudor y lágrimas durante
décadas, y a la vez que no toquen los privilegios fiscales, económicos y
educacionales de la Iglesia Católica, que sigue percibiendo anualmente más de
10.000 millones de euros de las arcas del Estado. Asimismo, venderán empresas
públicas y privatizarán hasta los recursos más elementales, como el agua, pero
continuarán comprando y sacando brillo a cacharros tan caros como inútiles, en
manos del ejército (blindados, aviones, buques, misiles, etc.).
Decía Mahatma Gandhi que lo que se obtiene
con violencia, solamente se puede mantener con violencia. Quizá haya llegado la
hora de decir también que lo que ha sido arrebatado con violencia solo puede
ser recuperado con violencia.
Increible articulo, lo he leido en la version de papel y he buscado hasta llegar hasta aqui,
ResponderEliminarA pesar de que el periodico de Aragon sea un medio progre, no entiendo como le han permitido publicar algo asi de incendiario, supongo que tendreis vuestras peleas, de todas maneras cuidado, yo y seguro que muchos mas queremos seguir leyendole,
la voz de personas como usted en los medios "masivos" mantiene cierta esperanza que tanta falta hace en estos tiempos,
muchas gracias
Gracias. Solo una aclaración: no conozco peleas ni polémicas desde que escribo semanalmente en El Periódico de Aragón (1995). Saludos
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