sábado, 7 de junio de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 263

Tampoco me resisto a publicar en este Diario una carta enviada por Daniel Villellas Page-Bennett,  ex alumno del IES Victoria Kent, de Torrejón de Ardoz (Madrid). Estoy recibiendo cada vez más, al ir apareciendo con mayor amplitud y profusión en las redes sociales. Además de gratitud y buenos recuerdos, todo ello me lleva a pensar hasta qué punto pueden tener importancia y calar en el espíritu de otras personas lo que cotidianamente hacemos y decimos, con tal de que sea de buen talante y con el corazón limpio. Daniel tiene la misma mirada, eso es lo que más reconozco en su rostro de aquel muchacho que buscaba lugar y un poco de tiempo en las miradas ajenas, también en la mía. Eso sí, no caigo en quién es ese compañero de pupitre en esa clase del Victoria Kent. 

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Muy querido Sr. Aramayona;
Hace ya más de veinte años que tuve la suerte de que Ud. me diera clase de Historia de la Filosofía en el Instituto “Victoria Kent”, en Torrejón de Ardoz. Desde que finalizó aquel curso no he vuelto a tener ningún tipo de contacto con Ud., hasta que hace unos minutos mi por aquel entonces compañero de pupitre ha tenido a bien compartir a través de Facebook un enlace hacia su blog. En buena lógica, no tendrá Ud. la más remota idea de quién soy, pero le puedo asegurar que durante todos estos años yo me he acordado de Ud. en infinidad de ocasiones, especialmente cuando escuchaba la palabra “Maestro”, así, con mayúsculas. Porque no me cabe la menor duda que Ud. atesora todas las virtudes de las que debe hacer gala un profesor digno de ese nombre, pues fue capaz de dar cumplida muestra de ellas durante el breve periodo tiempo en que me tuvo como alumno. Quizá le complazca saber que el apoyo recibido por su parte y por parte de otros -muy pocos- como Ud., fue suficiente para conseguir licenciarme en Derecho, algo que según la opinión -al parecer, casi unánime- del resto de profesores, resultaba poco menos que utópico.
No puedo evitar que el reencuentro me haya provocado una extraña sensación agridulce, más allá de la satisfacción del propio reencuentro. Compruebo con amargura que es Ud. una víctima más de este nuestro imperfecto sistema social, imperfección que se convierte en flagrante injusticia cuando dicho sistema insiste es ser regido por ejércitos de mediocres, mediocridad que emponzoña no solo sus facultades intelectuales, sino también -y mucho más gravemente-, sus principios morales. También me apena constatar que ha cambiado su sempiterna muleta por una fea silla de ruedas…
No obstante lo anterior, me satisface enormemente -me quedo corto: ¡me enorgullece sobremanera!- ver que ni el uno ni la otra han conseguido mermar un ápice su espíritu de lucha, ni mucho menos su fe en sus ideales y en lo que considera justo -qué palabras tan sencillas de pronunciar, y, sin embargo, tan costosas de llevar a cabo…-
Sirvan estas líneas para transmitirle mi más profunda admiración y sincero respeto, lamentando únicamente que los mediocres anteriormente citados no hayan tenido la suerte de coincidir con profesores de su talla humana y profesional.

Reciba un afectuoso saludo

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Gracias a ti, Daniel, y un fuerte abrazo

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