Allí estaban ayer las autoridades políticas, militares y eclesiásticas
de España, en la llamada Ofrenda Nacional al Apóstol Santiago. Entre ellas, el
rey y la reina, el ministro de Fomento,
José Blanco; el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y el presidente
fundador del PP, Manuel Fraga.
El Rey destacó en las peticiones a Santiago. "Te pido
--dijo en la catedral compostelana-- que fomentes todo aquello que nos une y
nos hace más fuertes, que ensancha el afecto entre nuestros ciudadanos, que
asegura la solidaridad entre nuestras comunidades autónomas y que hace de
España la gran familia unida, al tiempo que diversa y plural, de la que nos
sentimos orgullosos". La crisis económica estuvo también presente en la
ofrenda del Monarca, que pidió al Apóstol "iluminación" y ayuda para
superar estos tiempos "difíciles y complejos", "de tan duras
consecuencias para millones de personas y de familias". La guerra, el
terrorismo, la opresión, el hambre, la discriminación y la violación de los
derechos humanos, por este orden, fueron otros de los asuntos contra los que
Juan Carlos reclamó la intercesión del santo.
Como estos, Juan Carlos y Sofía cumplieron con el ritual de
abrazar la efigie del Apóstol después de presenciar el vuelo del botafumeiro
por la nave central de la catedral compostelana.
Para no ser menos, en su homilía, el arzobispo católico de
Santiago, Julián Barrio, que presidió el oficio religioso concelebrado por más
de 70 obispos y sacerdotes, se encomendó al santo para pedirle que
"revitalice" la identidad que "ha vertebrado la historia de los
pueblos de España, con lo común de todos y lo específico de cada uno".
Y me pregunto: allí no había más que un muñeco de madera. Si
esta mañana me pongo a hablarle a un muñeco en el centro de Zaragoza, me
tendrán por loco y solo moveré, siendo optimista a lástima. Si proclamo que hablo
con los marcianos, se reirán de mí. Pero se reúnen unos cuantos en un lugar
serio y solemne, le hablan a un muñeco de madera (“ídolo” lo llamarían, si no
perteneciera a su cultura) y todos creen (= se creen) que se dirigen a una
persona real que vivió hace 2000 años, y que se dedicó posteriormente a matar
sarracenos junto con las tropas reconquistadoras.
Erase un rey que convoca a los mejores sastres para hacerle un
traje especial. Uno de ellos le asegura que el suyo será muy especial, mágico,
invisible, pero con la característica adicional de que no podrá ser visto por
los necios, sino solo por las personas inteligentes. Llega el día de la gran fiesta y el rey aparece
en público, desnudo. Nadie quiere ser necio y todos le aplauden hasta que
destaca la voz de un niño que grita ¡pero si el rey va desnudo! El rey pierde
la compostura e intenta taparse. A partir de aquí todos se dan cuenta de
la superchería.
¿Había alguien ayer en Santiago que se diera cuenta de
que estaban hablando a un tronco de madera tallado conforma humana, que ni ve
ni habla? ¿Solo hablan con él los inteligentes (en este caso, los que tienen
fe)? De ser así, me declaro necio, pero no necesito a un niño que me diga que
el rey está desnudo (en realidad, el rey
actual en nuestro país está algo más que desnudo de casi todo) y que se ha montado una
celebración en torno a un muñeco.
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