No recortarás a las Fuerzas Armadas

Artículo a publicar el miércoles, 7 de julio, en El Periódico de Aragón

Leíamos el otro día que el Gobierno recortará 10.600 empleos en plantillas y cargos de la Administración pública, lo que reportará un ahorro de 250 millones a las arcas del Estado. Ante esta noticia, nosotros, los ignorantes, los que no tenemos ni idea de la política de altos vuelos, nos preguntamos por qué quedan exentos de tal medida los miembros de las Fuerzas Armadas. Nosotros, los ignorantes, no acertamos a saber por qué, por ejemplo, un administrativo del Ministerio de Cultura puede quedarse sin contrato para paliar el déficit público, pero un militar, no.

El ejército español está compuesto por unos 86.000 mujeres y hombres, lo que parece más que mucho a la vista de las labores que tienen encomendadas desde hace muchos años. Tal número de soldados supone un gasto de 5.040 millones de euros. Unos pocos se van voluntariamente a las llamadas “misiones de paz” y las “misiones humanitarias”, si bien nosotros, los ignorantes, nos preguntamos si no sería más eficaz y más barato contar con un Cuerpo de Voluntarios, constituido en ONG, que acudiese donde hiciere falta. Otros pocos, van a tierras inhóspitas y en guerra sin que nadie haya explicado aún veraz y satisfactoriamente por qué están realmente allí. La mayor parte de las Fuerzas Armadas desfila una vez al año por las ciudades hispanas y se preparan jornada tras jornada para defender a España (aunque llevemos siglos sin que nadie nos ataque, a excepción de la contienda civil que armó el propio ejército al levantarse en armas contra el orden constitucional).

Acudiendo a la Constitución española, las Fuerzas Armadas tienen como misión “garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. Tal como están las cosas, parece excesivo contar con 86.000 soldados para cumplir tan etéreos y polisémicos objetivos. Más aún, nosotros, los ignorantes, nos preguntamos para qué precisamos de un ejército y una armada, cuando no nos va a atacar nadie sin el permiso del amo y cuando el amo puede aplastarnos cuando quisiere y sin pestañear (que se lo digan, si no, a Irak, Haití, Afganistán, Nicaragua o Libia, por citar algunos casos). Nosotros, los ignorantes, no queremos enterarnos además de que cada país, con independencia de su PIB y de su índice de calidad de vida, debe asumir su cuota de adquisición de armamento, por muy inútil que le resulte. Por poner un solo ejemplo, las armas estadounidenses están destinadas principalmente a Asia y Oceanía (39%) y a Oriente Próximo (36%). Y si baja la compraventa de armas, se monta otro conflicto y su correspondiente proceso de paz, y asunto acabado.

Total, que el presupuesto general del Ministerio de Defensa para el año 2010 asciende a 7.692 millones de euros, sin contar las misiones internacionales (713 millones), los programas de “modernización” (19 programas, por ejemplo, algo  tan estrictamente imprescindible como el caza Eurofighter Typhoon o el helicóptero de ataque Eurocopter Tigre) (979 millones) o los ingresos por enajenación de bienes inmuebles (121 millones).  Con todo esto, los ciudadanos (salvo nosotros, los ignorantes) deben de sentirse bastante seguros.

Ha ocurrido además recientemente un portentoso hallazgo en Afganistán: no tenía bastante con ser el primer abastecedor de opio y adormidera en el mundo y con sus oleoductos, y ahora posee grandes yacimientos de cobre, hierro, magnesio, cromo, oro, níquel, mercurio y litio, de forma tal que el Pentágono calcula en más de un billón de dólares los recursos mineros sin explotar existentes en suelo afgano. O sea, que, como una parte de la población afgana, los malvados talibanes, parece no estar muy de acuerdo con la presencia militar y la explotación minera por parte de algunas empresas occidentales, previsiblemente van a incrementarse el número de misiones de paz y el volumen de adquisición de armas para garantizar la seguridad del mundo libre y democrático en su lucha contra el terrorismo internacional.

Y las cosas no van a ser fáciles: el mes de junio de este año, ha sido el más sangriento (95 soldados) desde que por allí andan las fuerzas de la OTAN en 2001. Como pocas entidades son tan hábiles como los militares en el empleo de los eufemismos, hacen llamarse “Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad” (ISAF), pero 150.000 soldados no han conseguido hasta ahora hacer de la zona y del mundo un lugar seguro, y la violencia aumenta. Hace una semana, las tropas españolas en Afganistán relevaban a las estadounidenses en el puesto avanzado de Muqur, aún más peligroso que otros puestos donde ya están enclavadas. Nosotros, los ignorantes, desconocemos cuántos de esos soldados tienen un motivo interiorizado para estar allí, además del económico, pero al menos deben saber (otra cosa es que les sirva de consuelo) que sus puestos de trabajo no están incluidos en los planes de recorte de plantillas del Gobierno.