(De El País, domingo, 22 de agosto)
Con el
escándalo de la sentencia del Estatuto catalán sin cerrar todavía, sobre el
Tribunal Constitucional se cierne una nueva y más agria tormenta. En el PSOE
temen que el PP quiera tumbar en el alto tribunal la recién promulgada Ley del
Aborto y vuelva a negarse a renovar a los cuatro magistrados del Constitucional
designados por el Senado, a fin de mantener una previsible mayoría contraria a
dicha ley. Aunque en julio se decidió por un solo voto que la ley no quedara en
suspenso, el bloque conservador contaría ahora con la ventaja del voto del
catalán Eugeni Gay, magistrado del sector progresista pero cuyo activismo
católico le llevaría a votar con los conservadores para tumbar la ley.
Otro factor
que podría animar al PP a boicotear la renovación es que el Tribunal acordó una
"tramitación preferente" del recurso contra el aborto, lo que impide
que se guarde en un cajón o que se ponga a la cola de los demás recursos.
En el PSOE
confiesan encontrarse "preocupadísimos" y fuentes parlamentarias
socialistas han afirmado que la ley del aborto "pende de un hilo".
Nada más reincorporarse al Parlamento trabajarán de firme para intentar la
renovación el próximo 7 de septiembre, tal como acordaron PSOE y PP el pasado
mes de julio tras examinar a 20 candidatos.
Pocos días
después de la sentencia del Estatuto catalán, el Pleno del Constitucional se
pronunció en contra de suspender la aplicación de la Ley del Aborto. Pero en
esa deliberación se registraron votos cruzados: el progresista Eugeni Gay votó
junto al núcleo conservador a favor de la suspensión. En cambio, los conservadores
Guillermo Jiménez y Vicente Conde votaron con los progresistas e inclinaron la
balanza en contra de dejar la ley en suspenso.
El voto
particular en el que Gay explicaba su postura a favor de dejar en suspenso la
ley del aborto fue toda una declaración de intenciones. A pesar de admitir que
ni la Constitución ni la ley orgánica del Tribunal contemplan la posibilidad de
dejar en suspenso una ley, Gay aseguró que "en este caso particular"
procedía la suspensión ante la existencia de un "verdadero perjuicio
irreparable, cual sería la eliminación de vidas humanas".
El
magistrado recordaba después que la sentencia que despenalizó el aborto en 1985
lo definió como "un caso límite en el ámbito del Derecho", que exigía
plantearse "el alcance de la protección constitucional del nasciturus".
Y para Gay, es precisamente la protección de la vida humana la que
"excepcionalmente" permite suspender la vigencia de la ley del
aborto.
En cambio,
el alineamiento de los conservadores Guillermo Jiménez y Vicente Conde con el
sector progresista cabe interpretarlo como un seguimiento de una
"reiterada y firme" doctrina constitucional: la de que tras la
entrada en vigor de una ley estatal, no puede impedirse su aplicación mediante
un recurso de inconstitucionalidad. Y ese fue el sentido del voto de los dos
magistrados, independientemente de su postura sobre el aborto.
Al contrario
que en el caso de Eugenio Gay, los votos de Jiménez y de Conde en contra de la
suspensión no predeterminan en absoluto sus intenciones respecto al fondo del
recurso. Antes al contrario, las impresiones recabadas apuntan exactamente a lo
contrario: Jiménez y Conde votarán previsiblemente a favor de una sentencia
contraria a la ampliación de los supuestos de aborto mediante una ley de
plazos.
Naturalmente,
el coordinador de Justicia del PP, Federico Trillo, significado miembro del
Opus Dei y primer firmante del recurso, no desconoce ninguna de todas estas
circunstancias. Y ha comprendido que la oportunidad de tumbar la ley puede ser
única. Pero solo en este momento.
Sobre el
papel, a favor de la constitucionalidad de la ley votarían la presidenta, María
Emilia Casas, y otros cuatro magistrados del bloque progresista. En contra, los
cinco magistrados del bloque conservador y el católico Eugeni Gay. El resultado
sería así de 6 votos a 5 en contra de la norma, lo que supondría declarar
inconstitucional la ampliación de la ley del aborto.
En el caso
de que el PP aceptase cumplir su compromiso y renovase a los magistrados que
designa el Senado -que hace ya casi tres años que tendrían que haber sido
sustituidos- saldrán del Tribunal el vicepresidente Guillermo Jiménez y los
magistrados Vicente Conde y Jorge Rodríguez-Zapata. En cambio, del bloque
progresista saldrá solo la presidenta, María Emilia Casas.
Si como está
previsto, de los cuatro nuevos magistrados que elija el Senado acceden dos de
cada sector, los conservadores saldrían perdiendo un efectivo. En el Tribunal
sólo quedarían los conservadores Javier Delgado, Ramón Rodríguez Arribas y los
dos nuevos designados por el Senado. Aún con el voto de Gay, quedarían en
minoría y el resultado de 6-5 recaería a favor de la constitucionalidad de la
ley del aborto.
En el caso
de que el PP optase por bloquear la renovación, posiblemente tendría que
paralizar también la de los cuatro magistrados que deben ser renovados por el
Congreso y cuyo mandato termina en noviembre. Antes de noviembre es casi
imposible que hubiese sentencia sobre el recurso del PP contra el aborto. Y en
noviembre tendrían que dejar el Tribunal el conservador Javier Delgado, y los
progresistas Elisa Pérez Vera y Eugeni Gay. Tras esa renovación, además de
perder el previsible voto de Gay, los conservadores quedarían con una teórica
inferioridad de siete magistrados frente a cinco. Una situación que difícilmente
aceptarán los populares y más si la presidencia recae sobre un progresista.
Es increíble que un juez del Tribunal Constitucional,
cuyas funciones fundamentales han de ser salvaguardar que hechos, leyes y situaciones
estén siempre en consonancia con la Constitución de 1978, haga depender su voto
de su ideología. Es un escándalo que los jueces del TC parezcan marionetas en
manos de los partidos políticos. El descrédito no ha llegado solo a la política,
sino también, y quizá aún más, a la judicatura.
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