miércoles, 18 de agosto de 2010

Jugando al Risk


Barack Obama anunciaba recientemente que el ejército estadounidense finalizará las operaciones militares en Irak el 31 de agosto. Lo ha hecho por su cuenta y riesgo, al igual que su predecesor, George Bush, declaró en 2003 sobre la cubierta de un portaviones que la invasión de Irak era misión cumplida. A veces da la impresión de que el mundo es para el imperio un gigantesco juego del Risk, donde solo cuentan los dados y las estrategias (sin olvidar las artimañas y las trampas) de los poderosos. La cosa es que la imperial providencia norteamericana ha determinado la retirada de 90.000 soldados y la permanencia hasta finales de 2011 de 54.000, oficialmente para entrenar y apoyar las fuerzas de seguridad iraquíes y quizá en realidad también para que los pozos petrolíferos permanezcan seguros e incólumes en manos de las multinacionales que incitaron a una guerra que obscenamente llamaron “preventiva”. 
Dejan caos, pobreza y muerte. La encuesta Lancet 2006 calculaba que en tres años (2003-2006) la cifra de muertos iraquíes era de 654.965, y según una Investigación de la ORB realizada en 2007 la cifra ascendía a 1.220.580 muertes violentas. Y muy lejos de mejorar, la situación se agrava con el tiempo: por ejemplo, el pasado mes de julio se alcanzó el nivel más alto de muertes violentas en los dos últimos años. Algo huele podrido en Dinamarca cuando, pasados ya cinco meses de las peculiares elecciones celebradas para el peculiar parlamento iraquí, todavía no hay Gobierno y los jefes militares iraquíes han pedido la suspensión de la retirada de las tropas estadounidenses, reconociendo su incapacidad de gestionar por sí mismos una mínima seguridad en el país. Sin embargo, la señora Clinton ha comunicado no solo que la retirada sigue adelante en Irak, sino también el incremento de las tropas en Afganistán.

De paso, el Pentágono, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, ha acordado un acuerdo de venta de aviones de combate a Irak por 6.300 millones de euros. Antes, se disfrazaba el negocio como “petróleo por alimentos”; ahora, se trata solo de “petróleo por armamento”. También visten de soldados a muchos otros en las provincias imperiales, les dicen quiénes son los buenos (defensores de la libertad y de la democracia –recitan-, son los aliados) y quiénes los malos (el Eje del Mal, partidarios del terrorismo internacional). En ese caldo de cultivo maniqueo, les hacen comprar una cantidad ingente de armamento que jamás utilizarán. De hecho, el mercado de armas está al rojo vivo: el gasto militar mundial aumentó el 5,9% en 2009, alcanzando la cifra sin precedentes de 1.531.000 millones de dólares (más de 4.194 millones al día).Como meros botones de muestra de semejante locura, Brasil ha adquirido a Francia 8.500 millones de euros en armamento e India ha contratado armas a Estados Unidos por un importe de 30.000 millones de dólares. En lo que respecta a España, el incremento de gasto militar durante la última década ha sido del 37,7% y la venta de armas el año pasado asciende a 1.346 millones de euros (un 33,1% más que en 2008). En fin, 4.000 millones de dólares diarios en gastos militares en el mundo frente a 70.000 seres humanos que mueren diariamente de hambre. Es lo que tiene la afición a jugar a Risk en el mundo. 
Comenzaba agosto con la entrada en vigor del Tratado de Oslo, ratificado hasta ahora por 37 países, que prohíbe el uso, desarrollo, fabricación, adquisición y almacenamiento de las bombas de racimo. Se trata de bombas que contienen en su interior miles de fragmentos que matan y hieren gravemente en un radio de quince metros. Se trata de bombas que se mantienen activas durante más de cuarenta años, con el consiguiente peligro que eso conlleva para la población, principalmente civil. Se trata de bombas que ya han matado o mutilado a cerca de 100.000 personas, de las que una tercera parte son niños. Pues bien, el chasco y el cabreo vienen al saber que hasta la fecha no han ratificado el Tratado los principales productores de bombas de racimo: Estados Unidos (800 millones de bombas), Rusia, China, Israel. La producción y la venta de armas es un negocio descomunal que los señores de la guerra y de las finanzas no están dispuestos a poner en cuestión.

Se compra y se vende cacharrería militar que poco o nada será utilizada. Se crean conflictos, se perpetúan antagonismos, se inventan armas en nombre de palabras prostituidas en las bocas de los fabricantes y los comerciantes: paz, democracia, libertad… Los soldados de las provincias imperiales aprenden el funcionamiento de sus juguetes, viajan en misiones de paz, desfilan ante los procónsules, realizan trabajos humanitarios, apagan incendios en verano, hacen realidad una de las más gruesas falacias de la historia (si quieres la paz, prepara la guerra). 

Seamos, pues, nostálgicos y utópicos por un día: haz el amor, y no la guerra

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