martes, 3 de agosto de 2010

Tradiciones con cuernos

Artículo a publicar mañana en El Periódico de Aragón
Leo en grandes titulares que el Parlamento catalán ha abolido las corridas de toros a partir de enero de 2012 y a la vez veo totalmente abierta la caja de Pandora. Me alegro por los toros que quizá así se libren de morir desangrados y torturados en la plaza (si bien la ley no prohíbe continuar el negocio a las tres ganaderías de toros bravos catalanas). Me alivia algo saber que dentro de año y medio ya no habrá en la Monumental de Barcelona espectáculos de sadismo disfrazado de arte y de patente crueldad para con los animales de lidia. Me pregunto cuándo ocurrirá lo mismo en el resto del mundo. Me niego a la celtibérica identificación de las corridas de toros con lo español y la cultura española: soy español y nada tengo que ver con hacer una fiesta (¡nacional!) de la crueldad y de la tortura. Lo siento por los vendedores barceloneses de carteles de corridas con el nombre del propio comprador entre la terna y de toda la parafernalia turística alrededor del flamenco, la pandereta y los toros, por los revendedores de entradas cuando torea un matador (¡!) de renombre, por toda la gente (algunos son amigos y conocidos) aficionada al espectáculo taurino. Sí, sí, grandes artistas y escritores han dejado obras maestras en torno a la tauromaquia, y se habla del arte de la lidia, pero es bueno vivir en un país donde algunos ya han cuestionado institucionalmente la corrida de toros.

Precisamente por eso, no entiendo qué ha pasado en el Parlamento catalán. Si realmente se trata de defender los derechos de los animales y oponerse al maltrato cruel en una plaza pública de unos bóvidos conocidos como “reses bravas” o “toros de lidia”, no entiendo por qué los nueve diputados nacionalistas de la zona del Ebro se abstuvieron en la votación. Aunque sí, sí lo entiendo: las elecciones están a la vuelta de la esquina y de haber votado en contra de los famosos “correbous” (toros embolados y ensogados, toros que acaban en el agua, como en L’ Ampolla…) el coste político habría sido descomunal y enorme la pérdida de votos.

 Una vez más, ha hecho su aparición la doble moral, el maquiavelismo político: algo es bueno o malo, aceptable o deleznable, según convenga a los intereses creados de quien manda y legisla. Así, desde ERC se aduce el argumento de que los correbous son una tradición en Tarragona y por lo tanto no deben tener el mismo trato que las corridas de toros. Se trata de un argumento bastardo, pues, aun el caso de que haya una tradición (en ambos casos se trata de espectáculos que se remontan a muchos años atrás), la tradición ha de estar siempre e incondicionalmente subordinada a las leyes y normas de mayor rango (Constitución o Carta Internacional de Derechos Humanos de la ONU).
Mientras no haya un termómetro para medir el sufrimiento animal, los correbous forman parte, y por las mismas razones, del mismo cruel maltrato animal que las corridas de toros, y no hay tradición alguna que pueda amparar, por ejemplo, unos “toros de fuego” , unos “toros ensogados” o unos “toros al agua”.

Tampoco es de recibo que, por ejemplo, para la presidenta del PP en Cataluña, Sánchez Camacho la prohibición de las corridas de toros en el parlamento catalán fue "un día triste para Cataluña", por lo que Mariano Rajoy anunciaba que el PP iba a presentar en el Congreso una iniciativa "en defensa de la libertad, para que la fiesta de los toros sea declarada de interés general y cultural", sea protegida en toda España y no pueda ser prohibida en ninguna comunidad autónoma. Huele a elecciones, sin duda. ¿Olvidan? que el 17 de abril de 1991, el Parlamento de Canarias aprobaba, por iniciativa del Partido Popular, la Ley 8/1991, de 30 de abril, de protección de los animales, donde queda prohibida “la utilización de animales en peleas, fiestas, espectáculos y otras actividades que conlleven maltrato, crueldad o sufrimiento” (art. 5.1) (de hecho, desde entonces no ha habido corridas de toros en la comunidad canaria). Pues bien, la señora Sánchez Camacho concilia la postura del PP en Cataluña aduciendo que en Canarias “no había tradición”.
Es decir, PP, ERC y el sursuncorda se aferran a la tradición si y cuando les conviene, si y cuando no tienen argumentos de mayor calibre. La razón se esfuma en los pasillos celtibéricos del eterno retorno de lo mismo: los canarios, ahora tan ufanos por ser los primeros en prohibir las corridas de toros, tienen escrito a renglón seguido de la prohibición de las corridas en su Ley de protección de los animales: “podrán realizarse peleas de gallos en aquellas localidades en que tradicionalmente se hayan venido celebrando, siempre que cumplan con los requisitos que reglamentariamente se establezcan” (art. 5.2).
Y es que aquí el que no corre, vuela…

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