Artículo a publicar mañana en El Periódico de Aragón
Leo en grandes titulares que el Parlamento catalán ha abolido las corridas de toros a partir de enero de 2012 y a la vez veo totalmente abierta la caja de Pandora. Me alegro por los toros que quizá así se libren de morir desangrados y torturados en la plaza (si bien la ley no prohíbe continuar el negocio a las tres ganaderías de toros bravos catalanas). Me alivia algo saber que dentro de año y medio ya no habrá en la Monumental de Barcelona espectáculos de sadismo disfrazado de arte y de patente crueldad para con los animales de lidia. Me pregunto cuándo ocurrirá lo mismo en el resto del mundo. Me niego a la celtibérica identificación de las corridas de toros con lo español y la cultura española: soy español y nada tengo que ver con hacer una fiesta (¡nacional!) de la crueldad y de la tortura. Lo siento por los vendedores barceloneses de carteles de corridas con el nombre del propio comprador entre la terna y de toda la parafernalia turística alrededor del flamenco, la pandereta y los toros, por los revendedores de entradas cuando torea un matador (¡!) de renombre, por toda la gente (algunos son amigos y conocidos) aficionada al espectáculo taurino. Sí, sí, grandes artistas y escritores han dejado obras maestras en torno a la tauromaquia, y se habla del arte de la lidia, pero es bueno vivir en un país donde algunos ya han cuestionado institucionalmente la corrida de toros.Una vez más, ha hecho su aparición la doble moral, el maquiavelismo político: algo es bueno o malo, aceptable o deleznable, según convenga a los intereses creados de quien manda y legisla. Así, desde ERC se aduce el argumento de que los correbous son una tradición en Tarragona y por lo tanto no deben tener el mismo trato que las corridas de toros. Se trata de un argumento bastardo, pues, aun el caso de que haya una tradición (en ambos casos se trata de espectáculos que se remontan a muchos años atrás), la tradición ha de estar siempre e incondicionalmente subordinada a las leyes y normas de mayor rango (Constitución o Carta Internacional de Derechos Humanos de la ONU).
Mientras no haya un termómetro para medir el sufrimiento animal, los correbous forman parte, y por las mismas razones, del mismo cruel maltrato animal que las corridas de toros, y no hay tradición alguna que pueda amparar, por ejemplo, unos “toros de fuego” , unos “toros ensogados” o unos “toros al agua”.
Es decir, PP, ERC y el sursuncorda se aferran a la tradición si y cuando les conviene, si y cuando no tienen argumentos de mayor calibre. La razón se esfuma en los pasillos celtibéricos del eterno retorno de lo mismo: los canarios, ahora tan ufanos por ser los primeros en prohibir las corridas de toros, tienen escrito a renglón seguido de la prohibición de las corridas en su Ley de protección de los animales: “podrán realizarse peleas de gallos en aquellas localidades en que tradicionalmente se hayan venido celebrando, siempre que cumplan con los requisitos que reglamentariamente se establezcan” (art. 5.2).
Y es que aquí el que no corre, vuela…
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