El jueves, día 4 de noviembre, desayunaba y
conferenciaba a la vez la presidenta del Partido Popular de Aragón, Luisa
Fernanda Rudi, en un acto organizado por Nueva Economía Fórum. Ni corta ni perezosa, lanzó a los participantes
el croissant de que el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero,
tiene la "obligación" de acudir el domingo a la misa católica que el señor
Joseph Ratzinger, jerarca supremo del catolicismo, oficiará en la basílica de
la Sagrada Familia de Barcelona. Adujo como razón que Ratzinger viene de visita oficial como
Jefe de Estado.
Animada por la calidad del café con leche, etiquetó
sin ninguna vacilación al señor ZP de “agnóstico” (no de ateo, no de tibio
practicante, no de librepensador) y afirmó que ZP pretende “hacer gala de su
agnosticismo”, así como –lo que
realmente es grave, a la vez que revelador dell subconsciente de la señora
Rudi- “no ser capaz” de cumplir con sus responsabilidades como Presidente del
Gobierno de España.
Eso sí, mientras untaba la tostada de mantequilla y
mermelada de albaricoque, doña Luisa Fernanda tuvo a bien aclarar con brillante
precisión de bisturí que la obligación del Presidente del Gobierno no era “participar”
en la misa católica oficiada por Ratzinger, sino solo de “estar” allí (el
filosófico concepto de “ser” quedó archivado para mejor ocasión).
En un salutífero sorbo de zumo de naranja, aclaró el
porqué de tamaña irresponsabilidad del comportamiento de ZP: el “trasnochado
laicismo”. Acudiendo al Diccionario de la RAE, algunos asistentes se inclinaron
por que con eso de “trasnochado” se estaba
refiriendo a algo “que, por haber pasado una noche por ello, se altera
o echa a perder”, mientras que otros se inclinaron por “desmejorado y macilento” o por “falto de novedad y
de oportunidad” o por “noche que ha precedido al día
siguiente” o por “vela o vigilancia por una noche” o –era militar-
por “sorpresa o embestida hecha de noche”. La cosa es que no
quedó claro qué entiende Rudi por laicismo y por estar (¿o, mejor, ser?)
trasnochado.
Más aún, en un alarde
de análisis sociológico de la vida contemporánea, adelantó que ese trasnochado
laicismo, responsable de tantos desmanes, se está poniendo “de moda en los
últimos años”. Lo que tampoco aclaró –estaba en plena acometida de los cereales
que reposaban en un bol- es si aún estaba por las modas de otras épocas en las
que había misas a tutiplén, palios, hisopos, incienso y otros accesorios de
innegable estética para altos cargos y caudillos de la nación.
Mojaba un churro en el chocolate, cuando estableció un
nuevo axioma en la lucha a favor de la única religión verdadera: no estar en
ese acto católico es una “falta total y
absoluta de respeto a las creencias de los demás”, aunque no despejó la duda de
si se despreciaría igualmente las creencias y los sentimientos ajenos por no “estar”
en la inauguración de una mezquita por el rey de Arabia Saudí, o en la rompida
de bombos y tambores del Hare Krishna con motivo de la visita del señor Bhaktivedanta Swami
Prabhupada o la congregación de los fieles colchoneros en la plaza de Neptuno
tras haber ganado la Europa League, o algún aniversario de la publicación del Así hablaba Zaratustra, de F. Nietzsche,
para conmemorar por otros la muerte de Dios y la aparición del Superhombre.
En cualquier caso, la señora Rudi lo deja claro: no
estar en esa misa católica es faltar al respeto a las creencias de los cristianos
católicos. En otras palabras, a partir de ahora en la agenda de nuestro
Presidente de Gobierno tendrá máxima prioridad asistir a cuantos actos asistan
ciudadanos para conmemorar sus creencias, medio creencias o lo que sea. Como
colofón, en plena duda entre un muffin de chocolate y una palmerita, y
enarbolando el estandarte de la caballería de Santiago y cierra España, blandió
su espada también contra “la
beligerancia de algunos con la religión católica” en España y afirmó su
preclaro talante democrático al afirmar que a ella nunca se le “ocurriría
criticar la visita a España del Dalai Lama o de cualquier líder de otra
confesión”. Lo que pasa es que con el Dalai Lama no hay Concordato o Acuerdos,
ni el Estado español le dona anualmente más de 15.000 millones de euros libres
de impuestos, ni ese señor viaja en un papamóvil que cuesta más de
13.000 euros/minuto a las arcas públicas del Estado español.
Entretanto, ZP ultimaba con su recién estrenado
ministro Jáuregui el anuncio de que su Gobierno incumplía el compromiso enviar al Congreso
de los Diputados la Propuesta de Ley de libertad de conciencia y religiosa, que
figuraba en su programa junto a otras muchas otras promesas incumplidas.
¡País…!
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