Publicado hoy en Izquierda Digital
Tantas veces advirtió Pedro a los pastores de que venía
el lobo, que finalmente nadie le hizo caso y el lobo se merendó a unos cuantos
pastores y labriegos. Tantas veces vienen diciendo los socialistas (cuando
están en la oposición y nunca cuando están el poder) que van a revisar los
acuerdos con el Vaticano que cuando los candidatos a la secretaría general del
PSOE (Chacón y Rubalcaba) anuncian en el Congreso de Sevilla sus intenciones de
revisar dichos acuerdos, mueven principalmente al escepticismo y al cachondeo,
pues ya no resultan creíbles.
Rubalcaba,
Chacón –miembros del anterior gobierno socialista- y el PSOE en general acaban
de estar ocho años seguidos en el Gobierno de España. No solo no han reformado
nada o han planteado la conveniencia de caminar hacia un Estado laico, sino que
se ha visto aumentado (0,7%) el tanto por ciento de la casilla de la Iglesia
Católica en la Declaración del IRPF, no se ha hecho el menor intento de derogar
el Concordato de 1953 y los Acuerdos de 1979 entre el Estado español y el
Estado del Vaticano, la Iglesia Católica, lejos de cumplir su compromiso de
autofinanciación, ha recibido anualmente más de 13.000 millones de euros y se
sigue impartiendo religión y moral católicas en los centros públicos de
enseñanza en horario lectivo.
Rubalcaba, Chacón –miembros del gobierno socialista- y
el PSOE en general, lejos de fomentar un Estado aconfesional, contribuyeron
directamente a que el resto de las confesiones religiosas disfrutaran de no
pocos de los privilegios de la Iglesia Católica (capellanes en cuarteles,
hospitales, cárceles, enseñanza religiosa en la escuela pública, etc.), de tal
forma que el socialismo español hizo del país un país multiconfesional, en vez
de aconfesional. Incluso cuando había que hablar con los obispos, la comisión
socialista-gubernamental iba encabezada por los miembros más proclives y
afectos a su catolicismo practicante (por ejemplo, la vicepresidenta Fernández
de la Vega o el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui).
Rubalcaba, Chacón –miembros del gobierno socialista- y
el PSOE en general no son creíbles en materia de reivindicación de la
aconfesionalidad del Estado. Financiaron cuantos viajes a España tuvo a bien
hacer el señor Ratzinger y se postraron a sus pies. Tumbaron en el Congreso una
Ley de Muerte Digna o una Ley de Libertad de Conciencia. Asistieron a misas en
calidad de sus cargos, fueron a procesiones, mantuvieron símbolos religiosos en
lugares públicos y juraron públicamente defender dogmas religiosos. Ni un solo
cargo gubernamental socialista movió un solo dedo para criticar, oponerse o
denunciar estos hechos.
Rubalcaba proclamó en su discurso en Sevilla como nuevo
secretario general del PSOE que tiene intención de revisar
"seriamente" los acuerdos con la Santa Sede, si bien lo condiciona a
que ”la derecha continúe cuestionando los pactos básicos de estos 30 años”. Es
decir, en román paladino: todo está bien como está, pero le parece demasiado
que el PP toque algunas cosas, como Educación para la Ciudadanía o la ley del
aborto. Con ello pone de manifiesto que sus convicciones laicistas son bastante
endebles, pues un Estado laico y aconfesional es un punto de referencia
constitucional absoluto y no depende de lo que hagan unos u otros.
Previamente, la candidata Carme Chacón había proclamado
en tono mitinero que su propuesta es “una sociedad libre de tutelas
confesionales, con separación clara entre la esfera pública y las creencias
privadas". Y es que desde la debacle socialista en las últimas elecciones
municipales, autonómicas y generales, son muchos integrantes de esas filas los
que, cual Saulo de Tarso, parecen caídos de su caballo, fulminados por un rayo
divino, convertidos a ideas y proclamas que no osaron ni siquiera mencionar
mientras estaban en el poder.
Incluso Chacón se deja llevar por la emoción, y
manifiesta su hartazgo confesional recién expresado: "Un país laico,
compañeros", dijo. "Llevamos
30 años aguantando demasiado. Un país laico con todas sus consecuencias".
Por ejemplo, entre tales consecuencias, que las Fuerzas Armadas no tengan un
arzobispado castrense ni vicariatos castrenses ni catedrales castrenses ni
ceremonias religiosas castrenses ni capellanes castrenses ni fiestas religiosas
castrenses, y un sinfín de elementos confesionales más que la ministra Chacón
en ningún momento de su mandato osó poner mínimamente en cuestión.
Es para ponerse a reír o a llorar.
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