sábado, 7 de junio de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 262


                   

Hace unos días recibí un email que contenía recuerdos y vivencias que me llevaron a la pura emoción. Toñi, una alumna que tuve en clase allá por el año 93, me escribía una carta y mandaba unas fotos que me ayudaron a recordarla casi con la misma viveza con la que recordé algunas anécdotas comunes que contaba. No me resisto, con su permiso, a publicarlo. Ayer nos encontramos en la calle Alfonso; yo, de regreso a casa, Toñi, en bicicleta y también de vuelta. Nos prometimos volver a vernos pronto. ¡Gracias, Toñi!
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Un cruce casual, muchos recuerdos y una gran recompensa
A veces una frase, una palabra o un gesto puede decidir tu futuro, y un pequeño hecho desencadenar una serie de acontecimientos. Parecerá que estas afirmaciones son demasiado exageradas pero no lo son en absoluto, explicaré por qué.
Hace muchos años yo asistía a un instituto nocturno para poder terminar un bachiller comenzado en otras circunstancias. Nunca fui una estudiante brillante y mi constancia siempre ha dejado mucho que desear, pero si me hubiese dedicado a lo que tenía que hacer en lugar de estar discutiendo el sexo de los ángeles otro gallo hubiera cantado. Con 18 años tuve que ponerme a trabajar, aciagas circunstancias personales me obligaron a ello pero quería terminar lo que había empezado. Busqué información sobre clases nocturnas (realmente eran por la tarde en lugar de por la mañana pero lo llamaban nocturno) y me matriculé para poder obtener el título de bachiller. La exigencia con la asistencia era mucho más laxa, así que eso me permitía combinar horarios para trabajar, incluso faltar alguna vez o cambiar la fecha de un examen si era necesario.
En esas circunstancias conocí a personas de mi edad y más mayores. Personas que por otras circunstancias también tenían que estudiar por la tarde pero lo que más me gustó fue que nos trataban como a adultos. Tuve la sensación de salir de un mundo adolescente y entrar en un mundo adulto en el que tú misma eras la responsable de tus actos y nadie iba a decirte qué tenías que hacer, como pensar o actuar. Lo de enviar “cartas a los padres” si faltabas o no te portabas bien, como en el anterior instituto estaba absolutamente fuera de lugar y eso me gustaba. Tanto que ya no tenía sentido saltarse las clases...
Allí tuve un profesor de filosofía que he ido nombrando a lo largo de mi vida por diferentes circunstancias. Hasta ayer no recordaba ni siquiera su nombre pero alguna de sus frases las he repetido en muchas ocasiones.
La filosofía nunca se me dio mal, supongo que porque me gustan los pensadores, me gusta interpretar el mundo en el que vivo y hacer reflexiones o porque siempre me ha gustado pensar, desvariar o darle vueltas a las cosas. Recuerdo mi primer contacto con la filosofía interpretando un texto algo ambiguo y absurdo. Aquel primer profesor de filosofía nos dio un texto y nos dijo que lo comentásemos, que dijésemos lo que entendíamos de él. Lo calificó y para mi sorpresa un maravilloso 10, algo que nunca ha abundado en mis notas, adornaba la parte superior de aquella página. Le pregunté y su respuesta fue que mi interpretación estaba muy bien argumentada, no había nada correcto ni incorrecto, sólo había que apostar por una interpretación y argumentarla y por lo visto lo hice bien.
Pero a lo que iba. Mi profesor de filosofía de nocturno. Llegué al nocturno para hacer tercero de bachiller, que me dieran el título y a otra cosa mariposa. No iba a estudiar una carrera, no tenía ni tiempo ni ganas, además con 18 años estaba demasiado enfadada con el mundo como para esforzarme más de la cuenta para fracasar, la verdad que esa sensación me sigue acompañando de alguna manera pero eso es otra guerra.
Yo adoraba a mi profesor, bueno creo que todos lo adorábamos. Cuando se dejaba caer por la cafetería siempre tenía un corrillo de secuaces y como yo siempre he ido mucho a lo mío “pasaba de competir” por su atención. Pero él en alguna ocasión me llamaba, me buscaba, hablaba conmigo, o se metía conmigo, siempre en broma, siempre con cariño. En clase enseñaba de verdad, no soltaba el rollo y se iba como muchos, explicaba, ponía ejemplos con nosotros mismos, nos hacía reír y a mí personalmente me dejó alguna frase grabada a fuego, como aquella en que nos decía que teníamos que tocar a nuestros hijos si algún día los teníamos. Decía que el contacto humano, el cariño demostrado mediante el contacto físico era importante para la afectividad y eso se me grabó no sé por qué (sí lo sé pero no viene a cuento). Yo no tengo hijos pero esa enseñanza la he recordado siempre con mis sobrinos a los que veo cada día, y sí me parece que es importante.
Los temas a estudiar me gustaban y me esforzaba, quizá con la estúpida idea de no querer decepcionarlo. Sentía que él, sus lecciones y sus enseñanzas me aportaban cosas y no quería que sintiese que perdía su tiempo, al menos no conmigo.
Hace muchos años de todo esto y me gustaría recordar más cosas de él pero ha pasado mucho tiempo aunque lo que jamás olvidaré es que gracias a él terminé el bachiller.
En el otro instituto suspendí tercero entero, no sé si aprobé algo, la verdad que fue un año personalmente duro y absurdo, así que cuando me matriculé en nocturno y empecé a aprobar estaba feliz. También es verdad que le ponía más empeño y era consciente de lo que quería.
Terminó el curso y suspendí dos asignaturas. Me frustré y quise dejarlo. Mandé a mi hermana al instituto a por mi libro de escolaridad para guardarlo y vino sin él, supongo que yo estaría trabajando y no podía ir. Me dijo que había un señor que le había dicho que no se lo daba, que si quería el libro de escolaridad que fuese yo a buscarlo pero para matricularme aunque fuese en las dos que tenía pendientes. Me lo describió y sin duda alguna era mi profe de filosofía. Así que le hice caso y me matriculé en esas dos asignaturas pendientes que al aprobar me dieron el título que yo ansiaba. Ése año no fue tan bonito porque él ya no era mi profe (obviamente de las que tenía pendientes ninguna era filosofía) pero nos veíamos alguna vez por la cafetería y ninguna de aquellas charlas caía en saco roto, todas y cada una de ellas me hacían bien, me hicieron crecer, pensar, madurar...
Vale que el bachillerato no es una gran titulación pero eso me permitió acceder a otros cursos que sin el título no hubiese podido. Me permitió poder optar a un trabajo mejor pero lo más importante, me enseñó que querer es poder. Que con esfuerzo y ganas pocas cosas son imposibles. Gracias a mi profesor de filosofía mi vida hoy es mucho mejor de lo que hubiese
sido sin aquel consejo... No es que sea una triunfadora y tenga un trabajo emocionante y maravilloso pero viendo mi trayectoria vital, la mejoría ha sido considerable.
Ayer a mediodía me crucé por la calle con aquel profesor de filosofía. Yo iba con la bici y él iba con más gente, todos con camisetas verdes de estas mareas maravillosas, indignadas e indignantes que nos toca vivir en estos tiempos, así que no paré porque seguramente él no me recordase. Me hizo tanta ilusión verlo que lo comenté al llegar a casa, incluso comenté que había sido consciente de que iba en silla de ruedas mucho después de cruzarme con él, hay personas tan grandes que hacen pequeño su alrededor, incluida su silla. Después me dio rabia pensar lo estúpida que había sido por no parar (aunque lo haga por no molestar), por no saludar o por no dar las gracias a alguien que siempre he considerado que me hizo mucho bien, aunque él probablemente ni lo recuerde.
Después de comer, mirando twitter vi una foto suya junto con las personas que lo acompañaban por la mañana en una noticia de AraInfo, una agencia libre de noticias independiente. No me lo podía creer. Lleva un año en la calle Alfonso, por la que paso todos los días, un año manifestándose en la puerta de la consejera Serrat defendiendo una educación pública, laica y de calidad. Internet, éste gran mundo me hizo saber que ha escrito infinidad de artículos para El Periódico de Aragón, curioseé su blog, su página y por supuesto me hice seguidora suya en twitter y en facebook y en 140 caracteres le di las gracias. Ha escrito libros, es un guerrero que piensa, que pelea, que protesta. Hay personas que dejan huella no sólo en las demás personas que tenemos la fortuna de cruzarnos en su camino, sino en la sociedad, en el mundo... Hay personas tan grandes que hacen que cuestione mi pérdida de fe en el ser humano...
Ahora gracias a éste mundo virtual lo tengo más cerca, podré seguir aprendiendo de él, escucharé sus reflexiones en YouTube y por supuesto leeré sus libros, los que pueda encontrar, de momento ya tengo localizados dos para comprarme. Aunque como es uno de los culpables de que piense por mí misma, lo escucharé, lo leeré y sacaré mis propias conclusiones.
No me puedo creer que le haya perdido la pista durante tantos años y estuviese haciendo tantas cosas y tan cerca... Qué mundo éste, o qué absurda yo que no me entero de lo que pasa a mi alrededor.
Millones de gracias por todo Don Antonio Aramayona
Os dejo su declaración de principios, ojalá yo los tuviera tan claros...

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¡Gracias, de nuevo, Toñi! Un beso y lo mejor del mundo y de la vida para ti.



Hasta el próximo día

3 comentarios:

  1. Me he emocionado mucho.
    Gracias Toñi y gracias Antonio por todo lo que has hecho, haces y seguro harás por tanta gente durante tantos años.
    Gracias.
    Besos mil.
    Maite.

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  2. ¡Qué grande, Antonio! Está claro que dejas huella
    Un abrazo

    Salud y República

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  3. Muchísimas gracias a ti profe! Me has dicho en el correo que "soy una buena escritora", así que quizá vuelvas a tener la culpa de un giro en mi vida...
    Hace tiempo que muchas personas me dicen que "soy capaz de transmitir emociones y sentimientos cuando escribo", sólo tenía que creérmelo un poquito más y, o mucho me equivoco y vuelven a seducirme la pereza y la falta de constancia, o voy a trabajar duro para terminar un par de proyectos (novelas) que tengo en mente y empezadas.
    Si llegan a publicarse algún día me importa menos, saber que lo he conseguido me hará más feliz.

    Un abrazo gigante!

    Toñi

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