En pleno noviembre del 2012, el presidente del Banco
Popular, Ángel Ron, declaraba ante los medios después de celebrar una junta
general de accionistas que realizar cualquier cambio en la ley hipotecaria
vigente a fin de paralizar el creciente fenómeno de los desahucios podría
"premiar" el impago y añadir "dificultades" a la
recuperación de la economía. Simultáneamente, iba en aumento el rosario de
suicidios por desesperación y ahogo en casos de desahucio y situaciones sin
salida en la mal llamada “crisis económica” (en realidad, una estafa mundial y
calculada para crear un nuevo orden económico, social y humano donde la mayoría
queda cada vez más depauperada y sometida a manos de una minoría cada vez más
poderosa e hiperrica).
Simultáneamente, la capitalización de los siete grandes
bancos que cotizan en Bolsa iba viento en popa, las ganancias eran más que
sustanciosas, pero la realidad acabó siendo que el coste total del rescate
bancario ascendió a 219.397 millones de euros y, según cálculos de la Plataforma
Auditoría Ciudadana de la Deuda y del
catedrático de Economía Aplicada de la UCM y actua Concejal de Economía del
Ayuntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato, la cantidad total de las ayudas
públicas recibidas por las entidades financieras en España en el periodo
2008-2014 asciende a 1.427.355 millones de euros (1,4 billones).
Sobrecoge leer la lista de suicidios
relacionados con desahucios confeccionada por la Plataforma de Afectados por la
Hipoteca (PAH) y otros sitios web dedicados al asunto, que me consta está
escrita línea a línea por compañeros, amigos y personas solidarias de las
personas que resolvieron quitarse la vida por desahucio de su vivienda. A la
vez, lleva al vómito la lectura como contraste del artículo 47 de la
Constitución española: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una
vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones
necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este
derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general
para impedir la especulación”.
Un mes después de que el señor Ron hablase de no premiar
el impago para no dañar la recuperación de la economía, el obispo católico de
Segovia, Ángel Rubio, declaraba no creer que
existiera relación entre los suicidios ocurridos en las últimas semanas y los
desahucios, reclamando de paso a los medios de comunicación que "no
manipularan la verdad". No obstante, leo detenidamente, muy despacio (cada
víctima se merece al menos unos segundos en su memoria): …un día antes del
desahucio, …vivía de alquiler, …horas después de su desahucio, …por ejecución
hipotecaria, …tras arrojarse por el balcón de su piso, …dejó una nota en
la que pedía perdón por no poder pagar el alquiler, …madre de 6 hijos, …se
disparó cuando iban a desahuciarle, …ahorcado en la calle diez días después de
ser desahuciado, …por impago de alquiler, …un matrimonio de jubilados, …al
arrojarse desde la ventana del piso, …le dio un beso a su hijo y se arrojó de
un segundo piso tras llamar al timbre un miembro de la comisión judicial, …se
tiró desde el puente, …se ahorca en plena calle…
Parece un cuento siniestro, pero solo es real, muy real.
Y quedan otras víctimas: las que siguen en vida, sin vivienda, de patitas en la
calle con los pocos muebles, enseres y electrodomésticos que les quedan.
Recuerdo un caso sangrante, Khalifa,
un ciudadano senegalés, de 45 años, pequeño, algo canoso, 22 años en España.
Asistí a las dos sesiones de un juicio kafkiano en el que un policía como un
armario de grande denunciaba a Khalifa por atentado y lesiones en la espalda
mientras efectuaba el desahucio de su casa.
Khalifa,
como muchos trabajadores perdió su empleo y
no pudo pagar la hipoteca que tenía contratada con el banco. Una mañana,
Khalifa al regresar a su domicilio, vio como dos amigos suyos estaban sacando a
la calle sus pertenencias principales (un frigorífico y una lavadora), bajo la
atenta vigilancia de dos policías y dos funcionarias. Khalifa declaró que
mientras le esposaba, el policía, corpulento, cerca de 1,90, joven –rondaba los
veintimuchos o los treinta le puso una rodilla en la espalda y otra en el
tobillo. Resultado: rotura de tobillo de Khalifa, operación en el hospital,
donde hubo de permanecer un mes, además de tener que ir durante un año a
recuperación. Khalifa estaba en el hospital, recién operado o a punto de ser
operado del tobillo, mientras el policía que le esposó interponía una denuncia
contra Khalifa por “atentado y lesiones” (en su espalda), con “varias semanas de
baja”. Posteriormente,
una magistrada de un Juzgado de lo Penal condenó a seis meses de cárcel y una
multa de 60 euros a Khalifa como autor de un delito de resistencia y de una
falta de lesiones.
Sentí
vergüenza por la denuncia y por la sentencia. Ambas son síntomas de la marcha
de este país. Las cárceles españolas están atestadas de reclusos y reclusas que
no tienen millones de euros para pagar la fianza y salir de la trena. No sería
extraño que a Khalifa le costase más pagar 60 euros de su bolsillo que sus
grandes fianzas a todos los superchorizos del Reino, con sus millones, sus
amiguetes y sus compinches con cargo y despacho ministerial.
Crearon
después el FROB y el SAREB, nos aseguraron que los fondos empleados para la
reestructuración bancaria no irían a cargo de los contribuyentes, pero
finalmente ha resultado ser solo un pingüe negocio para la Banca y los fondos
buitre, que tampoco han hecho
ascos a especular asquerosamente con las viviendas sociales. ¿Dónde está la
bolita?, ¿dónde está la bolita? –gritan los trileros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.