miércoles, 5 de febrero de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 178


Jornada con sol espléndido y temperatura aceptable, cuando lo permitía el cierzo. Daniel, ex alumno de IES Félix de Azara y ahora flamante médico con un expediante más que brillante ha pasado la mañana con Marisol y conmigo. Viendo a Daniel, constatando su madurez intelectual y personal, me siento pleno de alegría, pues toda mi vida de enseñanza de filosofía y de ética recobran su viveza y su sentido. ¡Gracias a la vida que me ha dado tanto!


Llegan otras elecciones más, esta vez para el Parlamento Europeo. Hoy ha salido un artículo mío sobre el asunto (¿Votar o no votar en mayo?) en El Periódico de Aragón. Será el 25 de mayo. Por plazas y salones de actos irán montándose escenarios, plataformas, púlpitos, estrados y pedestales. Hay que reunirse para comprobar la propia fuerza (también para enmascararla), para ponerla de manifiesto ante los demás (importan las apariencias).
El perroflauta motorizado echa de menos que el dirigente político no pierda el contacto con la realidad, con la vida, con el suelo. Difícil hablar con la gente desde un estrado, imposible meterse en sus casas y visitar sus cocinas y sus dormitorios desde un programa electoral. “Ven, ven”, les grita la gente a los candidatos. Pero estos suelen responder “vota, vota”, o, mejor, “vótame, vótame”. Las coaliciones y los grupos políticos  no suelen enfrentarse por las ideas, sino por las candidaturas. Al final, en el atardecer de las elecciones todos han ganado de algún modo u otro, nadie ha perdido. En realidad, pierden los votantes que confían cíclicamente, votación tras votación, que todo se arreglará, que sus hijos comerán todos los días y sus pensiones relucirán, gloriosas, por mor de las promesas recibidas.
“No perder nunca el contacto con el suelo, sí”, comenta Mairena, “porque solo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura”.
“La estatura real es interior”, cavila el perroflauta motorizado, “una persona que crece en el bien, que organiza y amasa su vida en torno a lo que considera bueno para sí misma y para los demás, va creciendo en estatura. Es lo que los griegos llamaban “areté”, la forma de ser que constituye a una persona como ser humano bueno. El superlativo de “areté” es “aristós”, la persona excelente, la persona que ha crecido en sumo grado como ser humano honesto y cabal. Después vinieron los traidores a las palabras y transmitieron que “aristocracia” significaba “clase alta”, “nobleza” como clase social privilegiada. En realidad, “aristocracia” dice relación a las “personas excelentes” interiormente, honradas, honestas, buenas y sinceras”.
“Muy filosófico estás esta mañana”, saluda Jerry Lee Lewis, “venga, no te comas tanto la cabeza, que te invito a una buena copa de vino”. Y de inmediato se pone a cantar:


Hasta mañana

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