Tampoco me resisto a publicar en este Diario una carta enviada por Daniel Villellas Page-Bennett, ex alumno del IES Victoria Kent, de Torrejón de Ardoz (Madrid). Estoy recibiendo cada vez más, al ir apareciendo con mayor amplitud y profusión en las redes sociales. Además de gratitud y buenos recuerdos, todo ello me lleva a pensar hasta qué punto pueden tener importancia y calar en el espíritu de otras personas lo que cotidianamente hacemos y decimos, con tal de que sea de buen talante y con el corazón limpio. Daniel tiene la misma mirada, eso es lo que más reconozco en su rostro de aquel muchacho que buscaba lugar y un poco de tiempo en las miradas ajenas, también en la mía. Eso sí, no caigo en quién es ese compañero de pupitre en esa clase del Victoria Kent.
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Muy
querido Sr. Aramayona;
Hace
ya más de veinte años que tuve la suerte de que Ud. me diera clase de Historia
de la Filosofía en el Instituto “Victoria Kent”, en Torrejón de Ardoz. Desde
que finalizó aquel curso no he vuelto a tener ningún tipo de contacto con Ud.,
hasta que hace unos minutos mi por aquel entonces compañero de pupitre ha
tenido a bien compartir a través de Facebook un enlace hacia su blog. En buena
lógica, no tendrá Ud. la más remota idea de quién soy, pero le puedo asegurar
que durante todos estos años yo me he acordado de Ud. en infinidad de
ocasiones, especialmente cuando escuchaba la palabra “Maestro”, así, con
mayúsculas. Porque no me cabe la menor duda que Ud. atesora todas las virtudes
de las que debe hacer gala un profesor digno de ese nombre, pues fue capaz de
dar cumplida muestra de ellas durante el breve periodo tiempo en que me tuvo
como alumno. Quizá le complazca saber que el apoyo recibido por su parte y por
parte de otros -muy pocos- como Ud., fue suficiente para conseguir licenciarme
en Derecho, algo que según la opinión -al parecer, casi unánime- del resto de
profesores, resultaba poco menos que utópico.
No
puedo evitar que el reencuentro me haya provocado una extraña sensación
agridulce, más allá de la satisfacción del propio reencuentro. Compruebo con
amargura que es Ud. una víctima más de este nuestro imperfecto sistema social,
imperfección que se convierte en flagrante injusticia cuando dicho sistema
insiste es ser regido por ejércitos de mediocres, mediocridad que emponzoña no
solo sus facultades intelectuales, sino también -y mucho más gravemente-, sus
principios morales. También me apena constatar que ha cambiado su sempiterna
muleta por una fea silla de ruedas…
No obstante lo anterior, me satisface
enormemente -me quedo corto: ¡me enorgullece sobremanera!- ver que ni el uno ni
la otra han conseguido mermar un ápice su espíritu de lucha, ni mucho menos su
fe en sus ideales y en lo que considera justo -qué palabras tan sencillas de
pronunciar, y, sin embargo, tan costosas de llevar a cabo…-
Sirvan
estas líneas para transmitirle mi más profunda admiración y sincero respeto,
lamentando únicamente que los mediocres anteriormente citados no hayan tenido
la suerte de coincidir con profesores de su talla humana y profesional.
Reciba un
afectuoso saludo
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Gracias a ti, Daniel, y un fuerte abrazo
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