sábado, 4 de junio de 2016

Diario de un profeflauta motorizado, 721. Si duermo...



Si duermo, ¿quién me dará la luna?


Desde ayer por la tarde no he podido (ni querido) quitar esa pregunta de mi cabeza. Se trata de una frase de la obra de teatro de Albert Camus, Calígula. La he puesto al principio del post para que la escuches con detenimiento, tus ojos cerrados y tu mente abierta de par en par. Son solo 2 minutos y 58 segundos.

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Supondré ahora que lo has escuchado con atención. Esa frase se me quedó clavada en plena sala de teatro, en Valencia, mientras la estaba representando el maravilloso José María Rodero. Y en cuanto pude, encargué y devoré un librito que contenía varias obras de teatro más de Camus. Tendría unos 18 ó 19 años de edad.

Desde entonces, esa frase siempre me ha acompañado (o yo a ella…). Ha ido creciendo y evolucionando en mí, aun retorciendo un poco el sentido originario que Camus daba a “la luna”. Con el tiempo esa luna, convertida primero en crisálida, ha estado volando y volando después por donde ha querido… hasta hoy. Hoy responde al nombre de Utopía (lo óptimo, lo cabal, lo máximo, lo perfecto) y mi luna me abraza y yo no podría vivir un instante sin ella, pues nada ya tendría verdadero sentido.

Hace años, ideé una felicitación navideña solo con esa frase: “Si duermo, ¿quién me dará la luna?”. La envié a los amigos y amigas que había conocido en los últimos años, en castellano, alemán, italiano, francés… Lógicamente, al recibirla no entendieron nada, pues solo había puesto como referencia “Camus, Calígula”. Me reí mucho para mis adentros porque en el fondo buscaba hacer un medio guiño y una media broma, y además era lo más alejado de “lo navideño” que pude encontrar.
Hoy sigue volando, anhelando la brisa de la revolución interior y de la revolución exterior.

Ya ves, no puedo dormir, porque si duermo, ¿quién me dará la luna? Una tarde, una noche, vete a saber cuándo, la luna llegará hasta mí, penetrará en mí, y allí se quedará dormida. Y yo, con ella. Esa luna en cuarto creciente o menguante (¿qué mas da?) será una maravillosa sonrisa. Como la mía. Como la vuestra.

Canción a la luna, de Antonin Dvorak

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