Dijeron los medios de comunicación que
Ben Laden había sido abatido a tiros (=asesinado) en su residencia pakistaní,
pero algo falla en esa información, pues esta mañana, al despertarme, he notado
debajo de la almohada un paquete con medio kilo de goma-dos y sobre la almohada
un kaláshnikov, custodiado por el mismísimo Ben Laden, que me ha seguido por
toda la casa y las calles de la ciudad hasta el portal de la Consejera
aragonesa de Educación. Eso sí, en la calle Alfonso Ben Laden ha tenido la
precaución de portar el uniforme verde y amarillo de los empleados de la limpieza
pública de la ciudad de Zaragoza. El kaláshnikov también se había convertido en
una simple escoba.
“¿Conque
ahora vas a ser tan terrorista como yo?”, me preguntó ya en la cocina,
sorbiendo un reconfortante café. Caí enseguida en la cuenta de que se refería a
la reciente noticia de que el Gobierno del PP pretende reformar, sin consenso y
a toda prisa, el Código Penal, y homologar al escrachador con el terrorista, de
tal forma que el buen escrachador buen terrorista será. “Estás metido en el Derecho Penal antiterrorista español”, apostilla
Ben Laden. Me doy cuenta de que no me cabrea la noticia, ni siquiera me inquieta,
solo me produce cansancio.
¿Qué hemos hecho para merecer todos estos avutardas sin alma, que vomitan cada día sobre el pueblo su nostalgia de pasados relativamente recientes, al dictado de sus amos?
¿Qué hemos hecho para merecer todos estos avutardas sin alma, que vomitan cada día sobre el pueblo su nostalgia de pasados relativamente recientes, al dictado de sus amos?
Jorge Luis Borges viene en mi auxilio. Me da una suave palmada en el
cogote y me medio-riñe: “No te lo tomes
tan en serio, Antonio”, me dice, “dedícate ahora a clasificar a los perros, que
así aportas además algo positivo a la ciencia. Empecemos: podemos clasificar
a los canes como (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c)
amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h)
incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j)
innumerables, (k) dibujados con el pincel finísimo de pelo de camello, (l)
etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas…”.
Sonrío. Agradezco sinceramente
el trocito de humor que Borges ha dejado en mí esta mañana. Hace frío. Si
hablo, se empañan las gafas. Si no hablo, mi respiración topa con la braga de
lana que protege mi cara y se empañan las gafas. De vez en cuando, se detienen
fugazmente algunas personas y animan. Algunas de ellas me llaman “don Antonio”
(será otra broma de Borges…). Luce el sol y sueño que un sol cálido y radiante
inunda por sus cuatro costados a la escuela pública, laica y de calidad. El frío
se cuela por todos los huecos que encuentra.
Hoy hemos estado en el portal de
la Consejera aragonesa de Educación algo menos de un millar de personas, decena
más, decena menos. Como muestra, aquí está este botón transformado en fotografía.
Dos hombres me saludan en
inglés. No entiendo nada, salvo que se llaman Tears for Fears. Un niño, creo
recordar que su nombre es Donnie, no cesa de repetir: mad world, mad world, mad
world, mad world…
hasta mañana
Mad World...
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