Nunca hubiera pensado llegar a tan abyectas
capas de cívica inmoralidad, pero la ley es la ley: legalmente, soy un
terrorista. Nos habían acostumbrado a que terroristas fueran solo los miembros
de ETA o los GRAPO, y los que vuelan torres, trenes y mercados en nombre de su
dios único y verdadero y su profeta. Sin embargo, la legalidad me abre los ojos
y entonces puedo contemplar con clarividencia que también yo soy terrorista.
En efecto, entre las enmiendas presentadas
por el grupo parlamentario del Partido Popular en su reforma del Código Penal
se incluye un elenco de nuevas prácticas terroristas: por ejemplo, los piquetes
en una huelga, los alborotadores en un acto público y sesudo de la autoridad
competente y… los escraches. Pues bien, resulta que todas las mañanas del año,
desde el 3 de junio de 2013, me someto a una mutación poco común y me convierto en “perroflauta” (paso la
mañana en un portal de la céntrica calle Alfonso I de Zaragoza) “motorizado”
(desde hace ocho años voy en silla de ruedas con motor). Ese portal corresponde
a la vivienda de la Consejera de Educación, Universidad, Cultura y Deporte del
Gobierno de Aragón, y allí me planto desde hace veinte meses portando un cartel
que informa de que allí vive la mencionada señora y de que allí estoy
reivindicando la escuela pública y laica y denunciando los recortes en el
ámbito educativo perpetrados por Mariano Rajoy y de Luisa Fernanda Rudi,
Presidentes del Gobierno español y aragonés, respectivamente. Suelen llamar a
tal situación “escrache”, por lo que resulto ser un “escrachador” y por
consiguiente un “terrorista”.
Mi terrorismo tiene aristas que me
significan incluso como terrorista empedernido, pues no pienso moverme de allí
mientras me resten vida y fuerzas, y de allí no me han movido hasta el momento
cuatro sanciones administrativas (la última, aún pendiente y en recurso de
alzada, de 600 euros de vellón), múltiples visitas de la policía y un juicio
por lo penal del que he salido indemne e inocente según el Juzgado de
Instrucción número 7 de Zaragoza y, tras recurso del Fiscal, también según el
Tribunal Superior de Justicia de Aragón.
Siempre creí que terrorismo es
principalmente cargarse impunemente a un millón de personas sobre la base de
mentiras y de intereses bastardos de las multinacionales petrolíferas, o dejar
en la calle a una familia sin recursos económicos y con tres hijos pequeños
porque el banco de turno o el fondo buitre de inversión así lo dictaminan (eso
sí, acogiéndose a la misma legalidad que me declara terrorista) o que un
ayuntamiento ponga marquesinas “antimendigos” en las paradas de bus para que no
puedan tumbarse y dormir allí, o que un país tenga dinero para aviones y
blindados, pero no para medicinas necesarias para los enfermos de Hepatitis C,
o que centenares de políticos corruptos estén tan ricamente en la calle tras
pagar la fianza que se les haya puesto por delante, o que se cite a enfermos de
alto riesgo para el año 2017 “por error”, o que gobierne en un país un Partido
infestado de dinero negro, corrupciones y corruptelas o que haya más de cinco
millones de personas en paro, o que mueren diariamente de hambre 35.000 niños
en el mundo, o que… o que…
Padecemos a un ministro del Interior que,
tras dedicar medallas a sus Vírgenes u orar fervientemente en la basílica del
Valle de los Caídos, confunde “paz
social” con ausencia de protesta social. Padecemos a la vez a una ciudadanía a
la que mayoritariamente le importa un higo todo esto o al menos disimula todo
lo posible y mira hacia otro lado, no sea que le quiten la pensión de la abuela
o el televisor de 3D. Y así nos va…
Dice la enmienda 874 del Código Penal que
cualquier delito que persiga “alterar gravemente el funcionamiento de las
estructuras básicas políticas” también será considerado terrorismo. Y no digo a
dónde mando en estos momentos esas estructuras básicas políticas por no
aumentar más mi grado de inserción en el terrorismo.
Por
otro lado, he asistido a muchas manifestaciones y concentraciones, he redactado
y apoyado muchos escritos en defensa de la escuela pública y contra los
desmanes cometidos regularmente por distintos gobernantes. Durante una
temporada ocupé también Bancos, Cajas, Delegaciones de Hacienda, pero observé
que nada de eso hace daño al poder instituido (daño, nunca violento, solo en el
sentido de efectividad y contundencia). Por eso resolví permanecer cada mañana,
de lunes a viernes, en el portal de la vivienda de una Consejera de Educación
de este país. Y mantengo la esperanza de que un día prenda la mecha y haya muchos
“portales” en muchas ciudades defendiendo los derechos y las libertades de la
ciudadanía y denunciando la demolición sistemática de los mismos. En cualquier
caso y ocurra lo que ocurra, siempre nos restarán la huelga general indefinida
y la desobediencia civil, polícroma, noviolenta y ajustada a cada
circunstancia.
Antonio
Aramayona
Profesor
de filosofía y escritor
@antaramayona
No puedo más que agradecer que existan personas dispuestas a pelear cada día y en soledad contra algo que nos afecta a todos. Es alentador, esperanzador, ver que uno no se está volviendo loco por no poder adaptarse a un sistema en el que los que ven son locos y los ciegos son socialmente aceptados.
ResponderEliminarEn este momento me encuentro en mi lucha personal por sobrevivir a todo lo que está ocurriendo y me siento impotente por no poder aportar mi grano de arena salvo en mis acciones cotidianas. Por ello le doy las gracias desde lo más profundo de mi corazón, porque gracias a acciones como la suya y aunque a veces le parezca que no se mueve nada, usted está plantando una semilla en cada persona que pasa por ese portal.
Chapeau. Soy un estudiante de psicología y haciendo un trabajo con una compañera sobre el terrorismo, la búsqueda nos ha llevado a su blog, solo puedo decirle que sus palabras plasman de un modo excelente a la conclusión que había llegado. Solo puedo darle ánimos, muchos ánimos!!!!!!, y si de verdad es un terrorista, ojalá hubiesen más como usted.
ResponderEliminar