Por entre
unas matas,
seguido
de perros,
no diré
corría,
volaba un
conejo.
Podemos recogió
en sus inicios las esperanzas, los desalientos y las reivindicaciones de muchas
personas, especialmente de quienes estaban en las situaciones más extremas.
Explotó como un volcán y lanzó al mundo toneladas de ánimo y confianza. No
pocos medios se lanzaron a su yugular y aprovecharon cualquier resquicio de
impureza para someterlo a toda suerte de descalificaciones, aunque algunos de
esos medios se frotaban también las manos viendo que subía la audiencia.
De su
madriguera
salió un
compañero
y le
dijo: «Tente,
amigo,
¿qué es esto?».
Izquierda
Unida se ha creído poseedora de la llave de todas las verdades e interpretaciones
verdaderas de cuanto acontece en la sociedad y en el mundo. Heredó la historia
y la lucha de muchos durante la dictadura, cuando apenas había otros sindicatos
y partidos que las CC.OO. y el PCE reivindicando los derechos y las libertades
arrebatadas por un golpe militar que heló el corazón de una de las dos Españas.
El marco alemán y la corona sueca hicieron surgir después sindicatos y partidos
históricos regidos por ancianos en el exilio y resurgidos por la
socialdemocracia que parapetaba frente a cualquier posibilidad de sorpasso comunista.
«¿Qué ha
de ser?», responde;
«sin
aliento llego...;
dos
pícaros galgos
me vienen
siguiendo».
Podemos
llegó a creerse que podía alcanzar el poder si y solo si era capaz de recoger
el voto de un amplio espectro de la gente en general. Por ello fue rebajando su
tono reivindicativo y las propuestas electorales primigenias, su lenguaje se
hizo cada vez más ambiguo, y las bases se tornaron piramidales en lugar de
circulares. Las expectativas e intención de voto han ido bajando hasta quedarse
en posible partido bisagra, cada vez más debilitado a medida que pasa el
tiempo.
«Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos».
Izquierda
Unida lleva años de partido casi testimonial. Suele vérselo a menudo comandando
pancartas cabeceras, enarbolando sus banderas, compartiendo las protestas de algunos
sectores de la población más lesionada en sus derechos. Sobre Izquierda Unida
ha llovido un principio universal, casi un axioma, según el cual marxismo
equivale a Stalin y comunismo, a fórmula caduca y nefanda. El mayor fallo de IU
ha sido renunciar y dejar de ser suyas algunas de las mas importantes utopías
(que no indican lo imposible, sino lo óptimo).
«¿Qué?
¿podencos dices?
Sí, como
mi abuelo.
Galgos y
muy galgos;
bien
vistos los tengo».
Hace
tiempo decidieron reunirse. Por un lado, el PP y su primo hermano el PSOE
(unidos por el vitriólico cordón umbilical del artículo 135 de la actual
Constitución) seguían estando arriba en las encuestas electorales. Por otro, un
partido nuevo de hombres y mujeres jóvenes y guapos, Ciudadanos, al gusto del
Ibex 35, promovido por técnicos profesionales y templados biempensantes,
lanzados a la fama por sus teles y su prensa, subía como la espuma. Como IU y
Podemos no deseaban ser meros gregarios en el corral político, se reunieron
para hablar sobre una posible coalición. Muchos votantes progresistas y de
izquierda respiraron aliviados: aún había esperanza.
«Son
podencos, vaya,
que no
entiendes de eso».
«Son
galgos, te digo».
«Digo que
podencos».
La
decepción llegó pronto. El 90% de sus Programas electorales son coincidentes,
pero la cercanía del poder exuda unas feromonas sobre sí mismo y sobre los
rivales capaces de provocar unos comportamientos y actitudes que a veces
parecen refractarias a la sensatez y el sentido común. Así, olvidaron lo que
mucha gente desea, creyendo además que podían superar la tramposa ley electoral
y su sistema electoral D’Hont. Pues bien, tras reunirse, rompieron la baraja,
se dieron la espalda y decidieron hacer cada uno su propio camino, echando la
culpa del fracaso a su interlocutor.
En esta
disputa
llegando
los perros,
pillan
descuidados
a mis dos
conejos.
Las últimas
encuestas electorales (salvo si están elaboradas por el propio grupo político)
son negativas para Podemos, que desciende notoriamente en lo que va de año, y
para Izquierda Unida. Juntos, algunos cálculos electorales les otorgaban unos
resultados bastante presentables. Por separado, por mucho que auguren otra cosa
pública y oficialmente sus líderes, el bipartidismo más Ciudadanos serán los
dueños reales del cortijo político.
Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.
No son pocas
las personas, posibles votantes de una coalición electoral progresista y de
izquierdas, que se sienten desalentadas y ya se plantean muy seriamente si y
qué votar. Conocen sobradamente la historia de la fragmentación de las fuerzas
del trabajo y del progreso frente a la
solidez rocosa de la derecha, y se sienten como gatos escaldados a la hora de
confiar más en fórmulas electorales salpicadas y rotas por la desunión, el
egocentrismo, los intereses de manejadores muy alejados del pueblo. La derecha conservadora
y socialdemócrata se merienda una vez más a IU y Podemos. Y a los conejos no
les queda ni el consuelo de haber conocido a la postre (nunca mejor dicho) si se trataba de galgos o de podencos.
¿Rectificarán
finalmente? ¿Aún hay tiempo?
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