domingo, 18 de octubre de 2015

IU y Podemos no saben si son galgos o podencos




 PUBLICADO HOY EN EL HUFFINGTON POST

Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.

Podemos recogió en sus inicios las esperanzas, los desalientos y las reivindicaciones de muchas personas, especialmente de quienes estaban en las situaciones más extremas. Explotó como un volcán y lanzó al mundo toneladas de ánimo y confianza. No pocos medios se lanzaron a su yugular y aprovecharon cualquier resquicio de impureza para someterlo a toda suerte de descalificaciones, aunque algunos de esos medios se frotaban también las manos viendo que subía la audiencia.

De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente,
amigo, ¿qué es esto?».

Izquierda Unida se ha creído poseedora de la llave de todas las verdades e interpretaciones verdaderas de cuanto acontece en la sociedad y en el mundo. Heredó la historia y la lucha de muchos durante la dictadura, cuando apenas había otros sindicatos y partidos que las CC.OO. y el PCE reivindicando los derechos y las libertades arrebatadas por un golpe militar que heló el corazón de una de las dos Españas. El marco alemán y la corona sueca hicieron surgir después sindicatos y partidos históricos regidos por ancianos en el exilio y resurgidos por la socialdemocracia que parapetaba frente a cualquier posibilidad de sorpasso comunista.

«¿Qué ha de ser?», responde;
«sin aliento llego...;
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».

Podemos llegó a creerse que podía alcanzar el poder si y solo si era capaz de recoger el voto de un amplio espectro de la gente en general. Por ello fue rebajando su tono reivindicativo y las propuestas electorales primigenias, su lenguaje se hizo cada vez más ambiguo, y las bases se tornaron piramidales en lugar de circulares. Las expectativas e intención de voto han ido bajando hasta quedarse en posible partido bisagra, cada vez más debilitado a medida que pasa el tiempo.

«Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos».

Izquierda Unida lleva años de partido casi testimonial. Suele vérselo a menudo comandando pancartas cabeceras, enarbolando sus banderas, compartiendo las protestas de algunos sectores de la población más lesionada en sus derechos. Sobre Izquierda Unida ha llovido un principio universal, casi un axioma, según el cual marxismo equivale a Stalin y comunismo, a fórmula caduca y nefanda. El mayor fallo de IU ha sido renunciar y dejar de ser suyas algunas de las mas importantes utopías (que no indican lo imposible, sino lo óptimo).

«¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo».

Hace tiempo decidieron reunirse. Por un lado, el PP y su primo hermano el PSOE (unidos por el vitriólico cordón umbilical del artículo 135 de la actual Constitución) seguían estando arriba en las encuestas electorales. Por otro, un partido nuevo de hombres y mujeres jóvenes y guapos, Ciudadanos, al gusto del Ibex 35, promovido por técnicos profesionales y templados biempensantes, lanzados a la fama por sus teles y su prensa, subía como la espuma. Como IU y Podemos no deseaban ser meros gregarios en el corral político, se reunieron para hablar sobre una posible coalición. Muchos votantes progresistas y de izquierda respiraron aliviados: aún había esperanza.

«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso».
«Son galgos, te digo».
«Digo que podencos».

La decepción llegó pronto. El 90% de sus Programas electorales son coincidentes, pero la cercanía del poder exuda unas feromonas sobre sí mismo y sobre los rivales capaces de provocar unos comportamientos y actitudes que a veces parecen refractarias a la sensatez y el sentido común. Así, olvidaron lo que mucha gente desea, creyendo además que podían superar la tramposa ley electoral y su sistema electoral D’Hont. Pues bien, tras reunirse, rompieron la baraja, se dieron la espalda y decidieron hacer cada uno su propio camino, echando la culpa del fracaso a su interlocutor.

En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Las últimas encuestas electorales (salvo si están elaboradas por el propio grupo político) son negativas para Podemos, que desciende notoriamente en lo que va de año, y para Izquierda Unida. Juntos, algunos cálculos electorales les otorgaban unos resultados bastante presentables. Por separado, por mucho que auguren otra cosa pública y oficialmente sus líderes, el bipartidismo más Ciudadanos serán los dueños reales del cortijo político.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.

No son pocas las personas, posibles votantes de una coalición electoral progresista y de izquierdas, que se sienten desalentadas y ya se plantean muy seriamente si y qué votar. Conocen sobradamente la historia de la fragmentación de las fuerzas del trabajo y del progreso  frente a la solidez rocosa de la derecha, y se sienten como gatos escaldados a la hora de confiar más en fórmulas electorales salpicadas y rotas por la desunión, el egocentrismo, los intereses de manejadores muy alejados del pueblo. La derecha conservadora y socialdemócrata se merienda una vez más a IU y Podemos. Y a los conejos no les queda ni el consuelo de haber conocido a la postre (nunca mejor dicho)  si se trataba de galgos o de podencos.
¿Rectificarán finalmente? ¿Aún hay tiempo?


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