viernes, 9 de octubre de 2015

Lo realmente valioso

 

Finalizaba agosto y don Mariano acababa de estrenar su nombramiento como Caballero de la Real Orden Serenísima de la Alquitara. Visitó después Santiago de Compostela, antes de regresar a su Moncloa, cuando le dio un arrebato y sintió la necesidad de criticar a Tsipras y al Gobierno heleno, resueltos a llevar a cabo unas elecciones anticipadas. Y entonces Mariano Rajoy dijo a sus discípulos: "Lo único serio al final en la vida es ser serio"En resumidas cuentas, una perla más en su elenco de tautologías y frases para la posteridad. Supongamos que don Mariano, el Serio, hubiese dicho: “Lo único divertido al final en la vida es ser divertido” o “lo único aburrido al final en la vida es ser aburrido”: tendría el mismo sentido o sinsentido que “un plato es un plato y un vaso es un vaso, es que lo dicen los tratados europeos y es muy importante que todos respetemos la ley porque, si no, no hay manera de funcionar".

Aquella misma tarde, me enviaron un correo electrónico con frases atribuidas a Les Luthiers. Me llamó la atención sobre el resto una que dice “No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella”, lo cual no deja de tener razón y además está impregnada de humor, algo de lo que carece don Mariano.

Al final de la vida, hay nada, pues, de lo contrario, aún se estaría vivo. Nada de nada, de tal modo que no se puede ser ni serio ni divertido ni honrado ni libidinoso ni asceta ni nada de nada. Al final, en la (aún) vida, existe un último átomo de luz y lucidez, gracias al que sabemos con certeza que lo único que ha merecido la pena es cuánto y cuántos nos han querido, cuánto y a cuántos hemos querido. Durante esa millonésima de segundo pre-final, sería solo una fofa boutade ser serios, don Mariano, con la ventaja, eso sí, de que no tendremos la oportunidad de comprobar cuántos y quiénes se alegran o se duelen de vernos muertos.

Y esa mirada última nos permitirá contemplar también hasta qué punto, a pesar de todos los pesares, hemos intentado ser coherentes con lo que hemos querido y debido. Más aún, como estoy convencido de que la felicidad no es una meta, sino la consecuencia de lo que hemos hecho con y de la vida en el transcurso de nuestra existencia, en esa millonésima de segundo podré decirme con una sonrisa invisible que todo ha merecido la pena.

Y como tampoco he podido y querido prescindir nunca de todos mis compañeros y compañeras de camino para llegar a ser lo que quiero y lo que debo, me sentiré igualmente durante esa millonésima de segundo muy afortunado de haberles tenido y encontrado, de haber agradecido cada segundo de mi vida el regalo cotidiano de su compañía hacia los mismos horizontes, y de toda nuestra fuerza/debilidad compartida. 

En esa millonésima de segundo sabré que me ha sido posible avanzar un poco cada día en el descubrimiento de los limites de lo posible, con la esperanza de poder traspasarlos, en dirección hacia lo supuestamente imposible, hacia lo óptimo, hacia la utopía. ¡Gracias a la vida, que me ha dado tanto!

No se trata de ensoñaciones ni de palabras y frases vacías, pues vivir es convivir, luchar por algo valioso con otros, compartir el sol, el agua, el pan y el aire, agradecer la palabra y el silencio, extasiarse con la caricia, residir en la mente y en el corazón ajeno, recitar poemas que alivian la fiebre, contar cuentos de final feliz, y sonreír en la fiesta, el placer y la alegría, también en el dolor, el espanto y la zozobra.







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