PUBLICADO HOY EN ELDIARIO.ES ARAGÓN
Corría el año
2001 cuando le dediqué un artículo en El Periódico de Aragón a Eva Almunia, que
estrenaba cargo como Consejera de Educación. Allí le recomendaba que se
“perdiera” unas horas por alguno de los valles o cumbres de sus Pirineos
oscenses, para “encontrarse” cara a cara con lo que realmente es
educación. No otra cosa deseo aquí y
ahora a Mayte Pérez, Consejera de Educación desde hace unos meses en el
Gobierno aragonés de Javier Lambán: a pesar de su probablemente más que
apretada agenda, le invito a que se pierda por algún paraje acogedor de su Teruel,
para allí, en soledad, dedicarse con sosiego a repensar lo que seguramente ella
tiene por ya pensado: qué es eso de la educación.
Muy a menudo, se
suele dar por obvio lo que no lo es y por definido lo que solo sobrenada en la
turbia laguna de los tópicos. Mayte Pérez, perdida por unas horas, se haría a sí
misma, y de paso a muchos otros aragoneses que vamos a depender de sus
decisiones e indecisiones en política educativa, un regalo de gran valor:
determinar qué es eso de educación, concretar con qué certezas reales y
concretas cuenta a este respecto, depurar lo esencial de lo nimio, consolidar,
en fin, un universo personal donde hayan
de moverse durante su mandato lo irrenunciable y lo negociable.
Probablemente, Mayte
Pérez, como cualquier otra persona, necesite perderse dentro de sí misma,
bucear dentro de sí, a fin de pensar sobre lo ya supuestamente sabido y
repetido: qué es eso de la educación. Sólo así podrá hacer realmente bien su
trabajo y no se encontrará un día con que la excesiva cercanía de los árboles
le impide ver el bosque. De hecho, aunque lloviere sobre ella un alud de
árboles, Mayte Pérez estará en condiciones de ir ajustando la adecuada
ubicación y tratamiento de cada árbol, si y sólo si previamente cuenta con una percepción
certera y firme del bosque en su conjunto. De ahí la conveniencia de que se
pierda por unas cuantas horas en algún paraje de su variado y hermoso Teruel.
Suele ocurrir que
los políticos son los primeros en no creerse lo que a veces suelen afirmar con aparente
rotundidad. Por ejemplo, que la educación marca e indica el nivel de la política
y el grado de desarrollo de un país. Quizá por eso mismo la propia política se
gana a pulso en tantas ocasiones su propio descrédito. Más allá de las
declaraciones oficiales, ha ido creciendo en muchos la sospecha de que los
sucesivos Gobiernos aragoneses, incluido el actual, corren el riesgo de
confundir la enseñanza con la educación, de tal forma que hablan casi
exclusivamente de horarios, calendarios y jornadas, plantillas, interinos,
ratios, libros de texto, fechas de inicio y finalización del curso, presupuestos,
etc. En el fondo, esa sospecha va aún más allá: la enseñanza es para muchos de
ellos un ente de proporciones y dimensiones descomunales, que cíclica y
crónicamente se transforma en una molesta patata caliente, pero que, para su
ventura, parece funcionar por sí sola, más allá de las personas, como si se
tratase de una maquinaria automática, incluso algo tonta. Confío y deseo que la
nueva Consejera sea excepción, y no regla, a este respecto.
No hay tiempo
para los cien días de gracia que se le concede a un nuevo cargo tras su
nombramiento (aunque a su antecesora Serrat le concedimos año y medio de espera
antes de plantarnos en las inmediaciones de su portal denunciando los recortes
perpetrados en educación y reivindicando una escuela pública y laica).
Me pregunto si Mayte Pérez, gracias
a o a pesar del decálogo de Podemos, llevará a cabo algún día su programa
global de educación (no confundir, repito, con escolarización, ni tampoco con
enseñanza). ¿Tiene dinero Mayte Pérez para realizar cambios sustanciales en el
mundo educativo no universitario? No, en absoluto, pues depende de unos
presupuestos ajustados desde Madrid, que, a su vez, dependen de las directrices
de la Troika, acordes con el actual artículo 135, reformado apresuradamente
durante un reciente gobierno socialista para dar prioridad al pago a acreedores
antes que al gasto social básico. ¿Qué puede hacer Mayte Pérez? O dimitir al
estilo de Manuel Pimentel (se admiten apuestas), o declararse en rebeldía como
protesta por la política de “ajustes” de su Gobierno y del Gobierno de Madrid
(se admiten apuestas) o limitarse a ser una buena gestora de los dineros que
tiene poniendo los partes y tiritas que pueda y le consientan (se admiten
apuestas).
Se necesita un giro copernicano en
la política económica y educativa de España y de Aragón. Otros países tienen la
fortuna de que sus fuerzas políticas y el conjunto de la sociedad han logrado
ponerse de acuerdo inequívocamente desde hace muchos años para tener una ley de
educación que garantiza sobre todas las cosas el derecho a la educación
universal y gratuita, centrada en lo esencial, por encima de cualesquiera
cuestiones religiosas o ideológicas, buscando la creación de ciudadanos libres,
iguales, críticos, autónomos, solidarios, cultos y bien formados
profesionalmente. En España, hasta el momento, eso parece imposible. Y en
Aragón, aún menos. Suerte, Consejera Mayte Pérez.
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