miércoles, 20 de enero de 2016

Diario de un profeflauta motorizado, 636


 Guardo desde el año 2008 una breve noticia leída en El País. Comienza recordando el conocido experimento de Pávlov haciendo que un perro salive cuando oye una campana, mostrando y demostrando así que nuestra conducta biológica y social está condicionada por una multitud de reflejos incondicionados y condicionados.

La noticia asocia el experimento de Pávlov  con otro que estaba realizando el Laboratorio de Biología Marina de Woods Hole, en Massachusetts (EE UU), pero usando siluros (Centropristis striata). Me limito a trascribir literalmente un párrafo de la noticia aparecida en El País:

“La base del proyecto es similar a la que usó el ruso a finales del XIX: a 5.000 alevines (de siluro) se les entrena para que acudan a un lugar cuando suena un sonido, con la recompensa de un apetitoso bocado. Luego, los siluros se sueltan al mar, y se espera a que crezcan. Cuando pase el tiempo suficiente se repite el tono o sonido. Y los animales, obedeciendo al reflejo condicionado, acuden hacia la jaula o la red que servirá para pescarlos. Filetes de siluro para todos”.

Tengo la impresión de que nos tratan y nos comportamos como esos siluros, condicionados por tantos factores desde alevines. A través de los medios de comunicación, en la calle, en casa, en el cole, la escuela, el Instituto, la Universidad… hasta hoy hacen lo posible y lo imposible para que nuestras conductas, nuestras pautas mentales, pautas actitudinales y pautas de comportamiento social estén condicionadas por los “sonidos” de la “protección” contra “la inseguridad y el miedo”, y a favor de acaparar cachivaches como símbolo de triunfo social, tener un puesto y un papel social que tenga a otras personas por debajo, el conducir nuestros pasos al son aquietante de la mayoría, la “diversión” frente al-pensar, del premio de las vacaciones, las compras, la valoración social a través del aparentar, el temor al “qué dirán”…



Pienso sobre todo en la escuela, en los primeros años de crecimiento personal, en cada familia, en los primeros “troquelados” de nuestra personalidad… la educación… el período crítico en que cada persona intenta cobrar su propia identidad, sus propios valores, su propia senda. La educación, sí, la educación… (no solo en la escuela)… No solo cuando somos alevines. Siempre… Siempre…

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