sábado, 9 de enero de 2016

Estimado señor Sánchez





 PUBLICADO HOY EN EL HUFFINGTON POST

Permítame decirle en primer lugar que hay cosas que no acabo de entender de sus últimos discursos y declaraciones. Por ejemplo, usted asegura que el derecho de autodeterminación de algunas zonas del país o la realización de un referéndum para conocer democráticamente a qué atenernos respecto de la voluntad de la ciudadanía que compone un determinado territorio “atenta contra España” y “contra la unidad constitucional de España”, pero al mismo tiempo su partido lleva bastantes años proponiendo un Estado Federal.

Así, usted pone como condición ineludible para posibles alianzas con otros grupos políticos para formar un posible Gobierno la renuncia a cualquier referéndum sobre la autodeterminación de Cataluña o de cualquier otra zona del país. Según el diccionario de la RAE, referéndum es un “procedimiento por el que se someten al voto popular leyes o decisiones políticas con carácter decisorio o consultivo”, por lo que se me antoja la mejor vía realmente democrática para auscultar la voluntad de una población que deseare expresar su propia identidad como nación para estar en condiciones de determinar después, y solo después, con qué fórmula política independizarse, federarse o confederarse democráticamente.

Como usted sabe, un Estado Federal está formado por Estados Federados, que, para serlo, habrán debido autoconstituirse previamente como Estados y haber expresado también previamente su voluntad de federarse. La historia de este país conocido como España ha tenido pocas ocasiones de organizarse por sí mismo, recogiendo realmente las diversas sensibilidades de los pueblos que lo componen, pues cualquier conato de hacerlo de distinto modo del dictado por el poder económico, ideológico y militar que desde hace siglos rige convulsivamente sus destinos ha sido y es considerado antiespañol y antipatriótico, y castigado a veces dura y cruelmente. 

Observo últimamente que usted y la porción de su partido que parece apoyarle acuden sin descanso a la Constitución de 1978 como criterio definitivo para formar posibles consensos con otros grupos políticos. Pero una ley, cualquier ley, también una Constitución, ha de ser solo un cauce para que la ciudadanía de un país vea realizados efectivamente sus derechos y libertades fundamentales (no en otra cosa consiste gobernar) en libertad e igualdad, evitando siempre que esa ley quede encorsetada en su materialidad más miope. La ley no es fin, sino solo medio para conseguir la prosperidad y el bienestar del pueblo, evitando vergonzantes desigualdades.

De hecho, Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, con la total unanimidad de sus respectivos partidos, acordaron el 23 de agosto de 2011 la más que rauda reforma del artículo 135 de la Constitución de 1978 con su “estabilidad presupuestaria” y la prioridad de atender “el déficit estructural” por encima del gasto social  para cubrir los servicios y las necesidades básicas del pueblo. Por aquel entonces, usted estaba en el Congreso como diputado por Madrid en sustitución del ministro Solbes  y, que yo sepa, no se le ocurrió promover con un simple 10% de los miembros del Congreso o del Senado un referéndum sobre la modificación del artículo 135 a fin de que opinase el pueblo, tal como prevé el artículo 167.3 de la Constitución de 1978. Con tal medida quedó claro ante los ojos de la ciudadanía que a la clase política le parece sagrada la Constitución mientras convenga a los propios intereses políticos y a las presiones de la Troika, verdadero Gobierno de España y de la inmarcesible Constitución de 1978.

A propósito de la citada última reforma constitucional, acabo de leer que solo las Comunidades Autónomas han recortado desde 2010 18.000 millones de euros en Sanidad y Educación, a la vez que han dedicado esa cantidad a pagar su deuda. Sería esperpéntico quizá que usted y/o su Partido encabezasen ahora la revuelta contra los desaguisados y la demolición de derechos fundamentales perpetrados desde entonces en aras de cumplir obedientemente la eufemística “estabilidad presupuestaria”, pues carecería de toda credibilidad la persona que a la vez se erigiese (permítame la hipérbole) como asesino y vengador del asesinato. Por eso tienen ustedes la madre de todos los problemas  políticos sobre su cabeza: de tanto bailar la yenka y marear la perdiz, el socialismo (¿?) español corre el riesgo de resultar cada vez menos creíble, especialmente a medida que sus barones aconsejan ser y hacer lo que ni por asomo son ni hacen.

Algunas consecuencias reales de la modificación del artículo 135 de la Constitución de 1978. Los ricos han visto crecer sus emolumentos de forma estratosférica, mientras que los pobres cada vez son más pobres. De hecho, España ocupa el tercer lugar con más trabajadores pobres, solo superado por Rumania y Grecia. Una considerable parte de las personas con contrato laboral está bajo el umbral de la exclusión social. Casi 14 millones de españoles (29,2% de los habitantes) viven en riesgo de pobreza o exclusión (35,4% de los niños y 36,4 % de jóvenes).  El 22,2 %de la población vive ya en situación de pobreza, los despidos menudean al ritmo del interés exclusivo del empresariado,  la mayoría de los empleos de los que tanto se ufana el Partido de Rajoy son auténtica basura, la sanidad y la educación públicas, la atención a la dependencia o la cobertura del desempleo sufren una sistemática demolición a base de recortes y “recomendaciones” de la Troika.

Permítame, para terminar, que deje plasmado aquí el artículo 35 de la Constitución de 1978, a la que usted tanto se acoge;

Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.

Supongo que usted conoce la falacia conocida como “la falacia del francotirador”:  una persona dispara aleatoriamente varios tiros a un granero y después dibuja arteramente una diana centrada en cada uno de los agujeros hechos por los disparos para autoproclamarse experto tirador. O la falacia conocida como “falacia ad baculum”: por ejemplo, los mercados nos dejarán sin crédito y sin dinero si no nos atenemos a las recomendaciones del FMI, del BCE y de la Comisión Europea, que solo por nuestro bien nos han recomendado que garanticemos la estabilidad presupuestaria en la Constitución. Por lo tanto, hemos de agradecer y obedecer sus recomendaciones de recortes y sus dictados ultraneoliberales, ya que gracias a ellos estamos evitando el caos económico.

Le pido, pues, respeto hacia la ciudadanía y no acudir a cualquiera de estas dos falacias. Ni siquiera espero de usted y de su Partido que reformen debidamente el artículo 135 o eliminen la Reforma Laboral 2012 del PP. Solo diga la verdad y no tenga miedo de ser realmente socialista aunque pudiere perder votos en Calatayud, Plasencia, Santa Pola o Fuentepinilla.

Con mis atentos saludos (de su Pablo Iglesias, su Indalecio Prieto o su Largo Caballero me despediría de otro modo y desde otros parámetros, más comunes y compartidos).













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