jueves, 16 de junio de 2011

Alcaldías y otras circunstancias


Publicado ayer en El Periódico de Aragón
Zaragoza repite alcalde: Juan Alberto Belloch. Su investidura ha dependido de los votos de su propio partido, más los de CHA e IU, tal como se estaba comentando en los medios, la calle y los mentideros de la ciudad: un tripartito de izquierdas se daba por hecho y solo quedaban pendientes las condiciones concretas que pondrían IU y CHA para confirmar en el cargo a Belloch. Sin embargo, las cosas no han sido tan claras y lineales como se anunciaba: en primer lugar, difícilmente puede encontrarse un tripartito si ninguna de las tres partes hace nada ostensible por buscarlo. CHA y PSOE concertaron a bombo y platillo un acuerdo para la investidura sin que IU dijera esta boca es mía, e IU comunicó en solitario en una rueda de prensa cuáles son las condiciones que considera necesarias para posibilitar como alcalde a Belloch. Es decir, lamentablemente vino a demostrarse una vez más que la acción común más difícil de conseguir dentro del panorama político aragonés es entre CHA e IU.
Vale, tripartito, no, pero, al menos, de izquierdas. Belloch aceptó de CHA unas condiciones razonables que hablan de movilidad, no macroproyectos, empleo público, etc., pero en las que la ciudadanía echa en falta la declaración explícita previa de unos principios sobre los que asentar tales condiciones. Platón, por ejemplo, no se dedicó a la política ateniense, a pesar de provenir de una familia de gran raigambre política, porque estaba convencido de que cualquier política debe tener claro antes qué, por qué y para qué quiere tomar esta u otra medida. Por eso, Platón propuso incluso que a la verdadera política deberían dedicarse los pensadores. Pues bien, a CHA le faltó osadía para hacer una declaración de la verdadera política de izquierdas que quiere. Por su parte, IU condicionaba su apoyo a que el alcalde pronunciase en la sesión de investidura “un discurso de izquierdas”, como si en política la cosa fuese de discursos y Belloch no anduviese desde hace muchos años sobrado de discursos a la carta. El sábado pasado, el alcalde habló de humo entre brindis al sol, y no de realidades. ¿Tripartito de izquierdas? ¿Izquierdas? ¿Pero es que Belloch no ha estado durante los últimos cuatro años de mandato hollando bien a gusto el jardín de las flores más lozanas de la derecha? Total, que, “tripartito” e “izquierdas” acabaron mutando en “una Zaragoza progresista”.
Por si no quedaba claro, Belloch se encargó de dejar diáfano su presunto giro a la izquierda: el salón de Plenos del Ayuntamiento zaragozano seguía presidido por su crucifijo (custodiado en su despacho y transportado al salón de Plenos cada vez que hay sesión). A veces, Belloch cumple a rajatabla su palabra: dijo públicamente en sesión plenaria que mientras fuese alcalde allí estaría ese crucifijo (¿tienen algo más que decir al respecto CHA e IU?) y allí está su crucifijo, como signo palmario de la confesionalidad de una institución del Estado, como es  el ayuntamiento zaragozano.
Para mayor INRI (nunca mejor dicho), un año antes los respectivos órganos de gobierno de IU y CHA habían firmado y ratificado oficialmente un Manifiesto por la aconfesionalidad de las instituciones públicas del Estado en el que se comprometían, entre otras cosas, a que a) en el acto de toma de posesión de cargos institucionales no hubiera objetos, símbolos y fórmulas pertenecientes a alguna confesión religiosa (en el salón de plenos, amén del crucifijo, sobre la mesa donde se juraba o prometía el cargo había una Constitución y una Biblia lomo con lomo); b) en el caso de haber símbolos o ritos confesionales en el acto de posesión de cargos institucionales, se decida no tomar posesión del propio cargo en ese acto; c) en el caso de darse símbolos o ritos confesionales en el acto de posesión de cargos institucionales y haber decidido no tomar posesión del propio cargo en ese acto, se reclame otro acto de posesión del propio cargo exclusivamente aconfesional; d) en los lugares pertenecientes a la institución para la que se haya sido elegido no haya ningún símbolo confesional.
Parecen minucias para la vida de una ciudad, pero pocas cosas muestran tanto el verdadero talante democrático de una institución pública como su carácter autónomo e independiente de cualquier institución privada (incluidas las confesiones religiosas). José Luis Sampedro nos recuerda en el libro Reacciona, de reciente aparición, las palabras de Antonio Machado: “las sociedades cambian cuando cambian sus dioses”. Dice también Machado en su Juan de Mairena: “por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”. Ese y no otro debería ser el primer principio de todas las épocas y de todos los seres humanos.

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