Publicado ayer en El Periódico de Aragón
Zaragoza repite alcalde: Juan
Alberto Belloch. Su investidura ha dependido de los votos de su propio
partido, más los de CHA e IU, tal como se estaba comentando en los medios, la
calle y los mentideros de la ciudad: un tripartito de izquierdas se daba por
hecho y solo quedaban pendientes las condiciones concretas que pondrían IU y
CHA para confirmar en el cargo a Belloch. Sin embargo, las cosas no han sido
tan claras y lineales como se anunciaba: en primer lugar, difícilmente puede
encontrarse un tripartito si ninguna de las tres partes hace nada ostensible
por buscarlo. CHA y PSOE concertaron a bombo y platillo un acuerdo para la
investidura sin que IU dijera esta boca es mía, e IU comunicó en solitario en
una rueda de prensa cuáles son las condiciones que considera necesarias para
posibilitar como alcalde a Belloch. Es decir, lamentablemente vino a
demostrarse una vez más que la acción común más difícil de conseguir dentro del
panorama político aragonés es entre CHA e IU.
Vale, tripartito, no, pero, al menos, de izquierdas. Belloch aceptó de
CHA unas condiciones razonables que hablan de movilidad, no macroproyectos,
empleo público, etc., pero en las que la ciudadanía echa en falta la
declaración explícita previa de unos principios sobre los que asentar tales
condiciones. Platón, por ejemplo, no
se dedicó a la política ateniense, a pesar de provenir de una familia de gran
raigambre política, porque estaba convencido de que cualquier política debe
tener claro antes qué, por qué y para qué quiere tomar esta u otra medida. Por
eso, Platón propuso incluso que a la verdadera política deberían dedicarse los
pensadores. Pues bien, a CHA le faltó osadía para hacer una declaración de la
verdadera política de izquierdas que quiere. Por su parte, IU condicionaba su
apoyo a que el alcalde pronunciase en la sesión de investidura “un discurso de
izquierdas”, como si en política la cosa fuese de discursos y Belloch no
anduviese desde hace muchos años sobrado de discursos a la carta. El sábado
pasado, el alcalde habló de humo entre brindis al sol, y no de realidades.
¿Tripartito de izquierdas? ¿Izquierdas? ¿Pero es que Belloch no ha estado
durante los últimos cuatro años de mandato hollando bien a gusto el jardín de
las flores más lozanas de la derecha? Total, que, “tripartito” e “izquierdas”
acabaron mutando en “una Zaragoza progresista”.
Por si no quedaba claro, Belloch se encargó de dejar diáfano su presunto
giro a la izquierda: el salón de Plenos del Ayuntamiento zaragozano seguía
presidido por su crucifijo (custodiado en su despacho y transportado al salón
de Plenos cada vez que hay sesión). A veces, Belloch cumple a rajatabla su
palabra: dijo públicamente en sesión plenaria que mientras fuese alcalde allí
estaría ese crucifijo (¿tienen algo más que decir al respecto CHA e IU?) y allí
está su crucifijo, como signo palmario de la confesionalidad de una institución
del Estado, como es el
ayuntamiento zaragozano.
Para mayor INRI (nunca mejor dicho), un año antes los respectivos órganos
de gobierno de IU y CHA habían firmado y ratificado oficialmente un Manifiesto por la aconfesionalidad de las
instituciones públicas del Estado en el que se comprometían, entre otras
cosas, a que a) en el acto de toma de posesión de cargos institucionales no hubiera
objetos, símbolos y fórmulas pertenecientes a alguna confesión religiosa (en el
salón de plenos, amén del crucifijo, sobre la mesa donde se juraba o prometía
el cargo había una Constitución y una Biblia lomo con lomo); b) en el caso de
haber símbolos o ritos confesionales en el acto de posesión de cargos
institucionales, se decida no tomar posesión del propio cargo en ese acto; c)
en el caso de darse símbolos o ritos confesionales en el acto de posesión de
cargos institucionales y haber decidido no tomar posesión del propio cargo en
ese acto, se reclame otro acto de posesión del propio cargo exclusivamente
aconfesional; d) en los lugares pertenecientes a la institución para la que se
haya sido elegido no haya ningún símbolo confesional.
Parecen minucias para la
vida de una ciudad, pero pocas cosas muestran tanto el verdadero talante
democrático de una institución pública como su carácter autónomo e
independiente de cualquier institución privada (incluidas las confesiones
religiosas). José Luis Sampedro nos
recuerda en el libro Reacciona, de
reciente aparición, las palabras de Antonio
Machado: “las sociedades cambian cuando cambian sus dioses”. Dice también Machado en su Juan de Mairena: “por mucho que valga un
hombre, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”. Ese y no otro
debería ser el primer principio de todas las épocas y de todos los seres
humanos.
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