Publicado en Andalán http://www.andalan.es/?p=4807
Un axioma indiscutible en el mundo occidental desde hace muchos siglos es
el de la superioridad de la raza blanca. Desde ese supuesto se han exterminado
pueblos, conquistado a sangre y fuego países y continentes, despreciado como
“bárbaro” e “inferior” todo lo ajeno. Al supuesto inferior se le ha esquilmado,
torturado, asesinado, explotado y vejado hasta el límite… también en nuestros
días.
Los blancos civilizados metieron en las bodegas más putrefactas de su
barcos a negros africanos para que trabajaran en sus campos a cambio de nada. Los
blancos cristianos no querían verlos
ni tocarlos, pues contaminaban, salvo para abusar y violar a sus
mujeres. Les prohibieron aprender a leer y escribir bajo castigos severísimos,
incluida en algunos casos la pena de muerte: cuánto más ignorantes fueran esos
“salvajes” más carne fácil de explotación serían.
Incluso entrado ya el siglo XX, los negros norteamericanos, por ejemplo,
no podían subir a los autobuses ni entrar en los restaurantes, iglesias o
escuelas de los blancos, pero eran los primeros en engrosar las filas de los
soldados rasos que iban a ser colocados en los puestos más cercanos a la
muerte. Allí, estallada la Segunda Guerra Mundial o la Guerra de Corea, tenían
que responder un cuestionario del Ejército y contestar las preguntas de un test
estándar para todos los soldados. A la vista de los resultados, las cabezas
presuntamente pensantes del Ejército dieron a conocer los datos a unos
presuntos psicólogos, que concluyeron rápidamente que los negros eran
intelectualmente inferiores a los blancos. Al parecer, no se percataron, o
quisieron pasar por alto, que buena parte de esos negros habían pisado poco o
nada una escuela y mucho menos habían cursado estudios medios o superiores.
Simplemente, proclamaron a los cuatro vientos que las respuestas de los negros
(a las preguntas de los blancos) denotaban un nivel muy inferior a las
respuestas de los blancos a las preguntas de los blancos. El historial, el
medio social, el lenguaje empleado, los esquemas culturales de su entorno, sus
patrones y pautas mentales habituales carecían, al parecer, de interés.
Interesaba ante todo y sobre todo la “científica” (=avalada por los datos y los
cuestionarios de los blancos) teoría de que los blancos son superiores también
intelectualmente a los negros.
Hace unos días, el empresariado español, vía su CEOE, ha afirmado una
sandez similar: el éxito escolar está en los genes. Lleva la psicología más de
un siglo debatiendo el asunto de si las distintas capacidades y rendimientos
escolares/intelectuales se deben básicamente a factores hereditario/genéticos o
a factores ambientales/educativos previos. Cada investigador que se ha metido
en este polémico jardín ha esgrimido datos, estudios y experimentos que avalan
su postura, hasta que otro investigador ha aportado otros datos, experimentos y
estudios que avalan la tesis contraria. Pues bien, la CEOE, ni corta ni
perezosa, pretende zanjar definitivamente la cuestión: la herencia genética pesa
más en el rendimiento escolar de un alumno que su entorno socioeconómico. Y
quien se pregunte a qué viene esta incursión empresarial en el debate
psicológico tiene una respuesta clara y precisa: los empresarios hispanos
tienen en su zapato la piedra del gasto en educación, por lo que –al igual que
hacen en sanidad- exigen el “cheque escolar”. En otras palabras, dado que para
ellos la importancia de los genes es “sustantiva” a la hora de tener éxito
escolar, los malos y mediocres estudiantes, genéticamente poco dotados, no
pueden estar incrementando con su medianía y sus fracasos el gasto educativo.
Las familias de los buenos estudiantes, principalmente de clase media y alta,
pagan sus colegios (privados) sin rechistar. Los malos estudiantes deben al
menos pagar parte de los costes de su fracaso. Antes, los niños blancos eran
superiores a los niños negros. Ahora, los niños con genes intelectuales de
primera calidad se acercan a los niños que moran en el Eldorado del Informe
Pisa y en las aspiraciones productivas de la CEOE. Los niños de la CEOE son
intelectualmente superiores en sus genes al resto de niños no-CEOE. Es de
esperar que las facultades punteras en investigaciones psicológicas del mundo
tomen buena nota de estos hallazgos psicológico-genéticos del empresariado
español. De momento, Esperanza Aguirre se ha sentido muy confortada a la vista
de tales resultados en su infatigable afán privatizador de la enseñanza y de
cuanto se le ponga por delante.
La CEOE da un paso más en su labor investigadora en educación: como la
mujer ha osado salir de su casa y de
las labores propias de su sexo, y tiene ahora que compatibilizar su
actividad profesional docente con las tareas del hogar, se ha perpetrado el
desmán de primar “las reducciones de jornada y la introducción de la jornada
continua por encima del salario”. O sea, que las mujeres regresen a su cocina y
a su bolsa de la compra. O que cobren menos.
Y en la misma línea de progreso social, le parece de perlas a la CEOE
que para mejorar la calidad educativa deben competir entre sí los centros
públicos y los concertados, si bien queda implícito que la pública debe seguir
quedándose con el alumnado proveniente de familias inmigrantes con otras
culturas y costumbres, con los díscolos, poco predispuestos a estudiar y, en
definitiva, con los alumnos cuyos genes no den mucho de sí a la hora de rendir
escolarmente.
Por último, como los señores de la CEOE son eminentemente pragmáticos,
insisten en recordarnos a todos la necesidad de implantar el cheque escolar,
que se entregaría a las familias para sufragar el gasto de la escuela que
elijan y que por tanto favorecería a las más demandadas (¿adivinan cuáles?).
Desde los visigodos
estamos aguantando a toda esta gente interesada y bienpensante, disfrazada de clerecía, soldadesca, terratenientes,
emprendedores, ignorantes y vagos en general. ¿Hasta cuándo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.