Publicado en El Periódico de Aragón el 19 de septiembre de 2012
Publicado en ATTAC España el 22 de septiembre de 2012
Publicado en ATTAC España el 22 de septiembre de 2012
El viernes pasado pudimos ver a las hijas de Felipe de Borbón y Letizia
Ortiz en su primer día escolar en el colegio Santa María de los Rosales,
donde había estudiado Felipe, compartiendo pupitre con lo más granado de la
aristocracia y la burguesía de finales de los 70. Al día siguiente, sábado,
sindicatos y más de doscientas asociaciones civiles o profesionales inundaban
las calles de Madrid bajo el lema Quieren
arruinar el país. Hay que impedirlo, en protesta contra el recorte
sistemático de los servicios sociales, del estado de bienestar y de numerosos
derechos fundamentales.
Quienes integran y ostentan la Casa del actual Jefe del Estado parecen no
enterarse del país en que viven y les da de comer, y viven dentro de una
arcaica campana de cristal, donde el rey ha tocado fondo en el descrédito de la
ciudadanía y Felipe y Letizia ocupan las páginas de la prensa del corazón y
presiden regularmente actos institucionales de cartón piedra.
Por mucho que el ministro Wert
pretenda hacer del sistema educativo una carrera continua de
obstáculos/reválidas, en la que tienen blindada la formación los hijos de los
que más tienen, los tocados por la diosa Excelencia y el alumnado de los
colegios unisex del Opus Dei y Cía., la escuela no solo debe impartir
contenidos y asignaturas, pues uno de sus cometidos principales es formar en la
vida y para la vida, para lo cual es imprescindible la relación cotidiana con
los compañeros y las compañeras de clase.
Dime no sólo qué, sino con quién aprendes, y te diré quién eres. Pues
bien, continuando con una “tradición” que pagamos todos, también Leonor de Todos los Santos de Borbón Ortiz
y Sofía de Todos los Santos de Borbón
Ortiz conocerán en el patio de su colegio exclusivamente a los hijos de
familias acomodadas o famosillas. Con su impoluto uniforme colegial, aprenderán
algún día, consultando el diccionario, qué es un inmigrante, un marginal o una
escuela pública, pero quizá nunca se enteren de que en 2012 muchos niños llevan
la comida en una tartera o que han caído en barrena las becas de comedor, de
libros o de matriculación, a la vez que desciende el número de profesores y
asciende el número de alumnos por aula.
Su abuelo, Juan Carlos,
recibió asimismo una formación adecuada a la vida que le esperaba, según los
designios del caudillo Franco: tras
acabar el bachillerato, fue ocupando camas y mesas de la Academia General
Militar de Zaragoza, la Escuela Naval Militar y la Academia General del Aire,
para redondear el currículum prestando ante las Cortes franquistas juramento de
guardar y hacer guardar las Leyes Fundamentales del Reino y los principios del
Movimiento Nacional, lo que le habilitó como sucesor de Franco a título de rey,
en virtud de una Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947.
Felipe, también se zambulló sucesivamente en las aguas de las mismas
Academias Militares que su padre. Después se formó en Derecho en la Autónoma de
Madrid y cursó un Master en Relaciones Internacionales en la universidad de
Georgetown, que posteriormente tuvo el honor de contar con José María Aznar como profesor. Felipe, fiel a sus raíces, preside
la Fundación Paideia, propietaria del colegio que acoge ahora a sus hijas, y de
laque no hay forma de enterarse de su identidad, ideario y objetivos básicos ni
tampoco de su web o teléfono de contacto.
Tampoco hay forma de saber de primera mano de qué va el colegio de las infantas, cuyo
sitio web está sospechosamente “en construcción” desde hace mucho tiempo. No
obstante, Felipe está acostumbrado a codearse con la gente de abolengo y
alcurnia ya desde su infancia colegial, en la que conoció a la crème de la crème de la aristocracia y
del franquismo selecto. Ahora, también
sus hijas tienen garantizado el no contacto con el populacho.
Los duques de Palma, sin embargo, sabedores expertos de la importancia de
bajar a la tierra para medrar y lucrarse con holgura, han preferido que sus
cuatro hijos (Juan Valentín de Todos los
Santos, Pablo Nicolás Sebastián de Todos los Santos, Miguel de Todos los Santos
e Irene de Todos los Santos) fueran al Liceo Francés, aunque después su
formación ha derivado en anglosajona, debido al esforzado trabajo del padre de
familia, Iñaki, como consejero y
presidente de la Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica Latinoamérica y
Estados Unidos, lo que obligó a toda la familia a trasladarse a Washington D.C.
por el módico sueldo anual de un millón de euros.
Milan Kundera describe así en La inmortalidad a uno de sus personajes:
“Cuando pasaba junto a ellos, aunque estuvieran apenas a dos o tres metros, no
los veía. Padecía de presbicia espiritual”. O sea, como los Borbones.
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