martes, 24 de marzo de 2015

Diario de un perroflauta motorizado, 465



Esta mañana escuchaba en la radio el bullicioso vacío de los últimos coletazos de las elecciones andaluzas, cuando Rafael Montesinos entró en mi cocina y como Pedro por su casa introdujo una cápsula en la cafetera; a los pocos segundos un chorrito de café fue llenando la taza que Montesinos sostenía con su mano derecha, él tan en silencio como yo.

Rafael Montesinos fue un descubrimiento para mí hace muchos años, me quedé cosido a uno de sus poemas, que degradé a los pocos días a canción. Me pareció bello, hondo, misterioso. Hoy además me parece un compendio de mi vida afectiva y amorosa, un reconocimiento de mi torpeza y una petición de perdón. Su Poema Fábula del Limonero dice así:

Debajo del limonero,
la niña a mí me decía:
-Te quiero.
Y yo me puse a pensar
que era mejor la corteza.
Tiré las migas de pan.
Debajo del limonero
la niña me dio su beso
primero.
Y juntos vimos caer
los limones por el suelo,
cerca del amanecer.
Debajo del limonero,
la niña me dijo un día:
-Me muero.
Y ya no sé adónde ir ,
que el limonar me recuerda
la gracia de su perfil.
El sevillano Montesinos falleció hace once años, pero pervive en cada palabra y en cada sílaba de cada poema. Y así lo sentí desde mis tiempos más mozos. Grandes y numerosos son sus premios, enorme la huella dejada en la literatura poética por su Tertulia Hispano Americana, que ahora lleva su nombre. Seguramente, los cainitas que habitan la península ibérica saltarán, indignados, poniendo en duda la importancia literaria o el carácter nítidamente andaluz de Rafael Montesinos. Lo cierto es que con un tono suavemente sevillano, Rafael Montesinos me ha recitado, mientras tomábamos juntos un reconfortante café, el Poema Fábula del Limonero. Después, como buen amigo, con una sonrisa, me ha asegurado que tampoco él se marchará de mi mente y mi corazón, y del portal de la Consejera aragonesa de Educación. A pesar de la lluvia y del chaparrón, que hoy nos ha acompañado toda la mañana.

De hecho, allí hemos ido, juntos, esta mañana. Y grande ha sido la emoción al verme allí, frente al portal del nº 26 de la calle Alfonso I de Zaragoza. Y allí nos hemos encontrado much@s compañeras y compañeros, también quienes no viven en la ciudad, quienes no han podido estar allí (incluida Marisol, estos días de viaje).




Hasta mañana



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