miércoles, 19 de junio de 2013

Diario de un perroflauta motorizado, 14

Mañana algo fría. Cielo encapotado. La calle Alfonso, la arteria principal peatonal de Zaragoza, es un continuo desfile de gente. Me percato (¿o es solo imaginación?) de que la gente asocia cada vez más perroflauta-cartel-mensaje-portal.
Mañana, juicio contra el maestro detenido en el C.C. Almozara durante la huelga de educación del pasado 15 de mayo, en un acto de la consejera Serrat al que no se permitió el acceso a quienes llevaban camiseta verde. Se le acusa de un delito de “desobediencia” por negarse a mostrar la documentación a la policía nacional. Por supuesto, acudiré a las 10 de la mañana a los Juzgados, hasta las 11, pues mi lugar es el portal donde vive la Consejera, no sea que me eche de menos.
Hoy he imaginado a Dolores Serrat, contenta con su título de medicina, llena de planes y proyectos para ser una buena médica, enseñando a su familia de Ripoll (Girona) el título, celebrándolo con sus amigos. Es todo un misterio cómo puede torcerse una vida, cada vez más desviada del núcleo que le otorga identidad. 2003, PP. 2009, portavoz del PP en el Ayto. de Zaragoza. 2011, única mujer en el Gobierno aragonés presidido por Rudi, como Consejera de Educación, Universidad, Cultura y Deporte.
El principio de Peter (Leyes de Murphy) redivivo una vez más: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su máximo nivel de incompetencia”. ¿Serrat, en Educación? Sí, claro, llevó a sus hijas al cole como una buena y responsable madre: sabe, pues, de educación. Es como el Consejero Oliván en Sanidad: de profesor de Turismo en Huesca a Consejero de Sanidad. Así va la educación en Aragón. Así va la sanidad en Aragón.
No es una chapuza, no es una casualidad: son elegidos los fieles y obedientes mediocres en la materia. Oliván es licenciado en Empresariales. Serrat es doctora en medicina. Pongámoslos, pues, a cargo de algo de lo que no tengan idea.
Por los auriculares Beethoven me regala su maravilloso concierto nº1 para piano. Mis hijos están al llegar. Una señora mueve ostensiblemente la cabeza mientras lee el cartel del perroflauta. Está de acuerdo. Y entonces me siento inmensamente feliz.



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