lunes, 10 de junio de 2013

Diario de un perroflauta motorizado, 7


 
La mañana transcurría tranquila. Un jubilado se acercó para convencerme de que no había nada que hacer, por lo que comenzó un diálogo en el que intenté explicar que lo difícil no se identifica con lo imposible. Al cabo de pocos minutos, Sergio y Esmeralda, la pareja que se gana la vida vendiendo muñecas artesanas en el Coso, mientras sus tres hijas viven con su abuela en Teruel, se enzarzó con el jubilado sobre quién de ellos es el que más desgracias y dificultades lleva encima. Visto el panorama, volví a mi tarea de ofrecer octavillas explicativas.
Antes, una pareja de policías nacionales se habían situado a unos diez o doce metros de distancia, observándome directa y abiertamente. Supuse que estaban esperando que pegase algún cartel en la pared para actuar. Estuvieron allí treinta y cinco minutos, de pie. Observé también que la gente era más reticente a coger la octavilla. Me quedé algo mosqueado.
Una chica de Marea Verde, Mapi, a la que no conocía, se acercó y estuvimos  hablando un rato. Nos intercambiamos contactos y me dijo que Marea Verde estaba a mi disposición, Igualmente iba a comunicar mi presencia cada mañana allí a una agencia de información alternativa para que hiciesen noticia de ello. Meses antes, al ocupar la CAI y ser desalojados por la policía, una persona de dicha agencia ya nos había entrevistado y publicado un reportaje.
Un ex alumno de Nocturno (¡año 1993!) se acercó con su hijo pequeño, que iba en una silla. Recordamos buenas vivencias y me alegró mucho saber que estaba trabajando en una imprenta tras licenciarse en Historia.
Una colega de instituto me saludó. Ha pasado por un triste trance del que lucha por superar. Eduardo, de CGT, llegó también para contar cómo iba el asunto de la huelga y la huelga de hambre de las trabajadoras en el servicio de limpieza sanitaria en Aragón.
Hubo más saludos y contactos. Era las 12,10 de la mañana, cuando se acercaron dos hombres, jóvenes, que al poco tiempo se identificaron como policías. Estuvimos hablando más de diez minutos, pues además estaban esperando órdenes de arriba. Me comunicaron que aquella octavilla hablaba del domicilio particular y privado de la Consejera, lo cual podía ser considerado quizá un escrache (por eso estaban esperando órdenes). Les respondí que más escrache es lo que está haciendo la Consejera con muchas familias y escolares aragoneses, y más privado es el comedor de cuya beca han privado a muchos o las tasas universitarias que privan de estudiar a algunos jóvenes. A la cuestión de estar allí, en el portal de la Consejera, me limité a decir que estaba cumpliendo con mi deber de conciencia.
Los policías movían la cabeza. Al parecer, no les resultaba cómoda la tarea que estaban llevando a cabo. Mientras esperaban órdenes, me enteré de a qué instituto había ido uno de ellos o qué requisitos (ninguno) había para que un policía fuera de paisano o qué estudios eran precisos para acceder al Cuerpo. Entretanto, me iban advirtiendo de que me estaba metiendo en un avispero si persistía estando allí, pues aquello podía ser interpretado como escrache. Les dije que iba a volver cada mañana allí, pasara lo que pasase. Me devolvieron finalmente el DNI, se marcharon y a las 12, 30 fui yo el que se marchó.
Mañana puede haber tomate.
Ahora me voy al Paraninfo. Allí están afincados esta tarde los y las trabajadoras de la limpieza de los hospitales y centros públicos de Aragón. ¡La limpieza no se rinde!, claman con orgullo.

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