Desde hace tiempo, cada mañana de cada
día se nos atragantan las galletas o los croissants al enterarnos de la última
entrega en la historia interminable de la corrupción. Hoy, entre los últimos
sonidos de Daniel y los preparativos de sus papás para regresar a casa, Aznar, Abengoa
y Gadafi. Arrugan la nariz, miran al teleobjetivo y proclaman su inocencia
mientras no se demuestre lo contrario.
Paralelamente, Marisol y yo hablábamos
el otro día de que ir cada día al portal de una Consejera de Educación por la
escuela pública y laica, y contra los recortes, es una purificación. No hacemos
nada grande ni pretendemos cambios espectaculares, pero sí acudimos diariamente
allí por y para hacer y ser lo que debemos y queremos. Si hay alguna
alternativa mejor, más eficaz, directa, pertinaz y contundente, con mucho gusto
iré y haré todo cuanto esté en mis manos para hacerla realidad. No me creo
inocente ni me siento superior a nadie, solo me siento en paz conmigo mismo
cada día que me levanto y me acuesto. Purificado.
Hoy, además ya no están aquí
Bego, Daniel, Javier y Pilar, pero me siento lleno de las personas y las
personitas que más quiero.
Por lo demás, amaneció nublado, húmedo,
nebuloso, oscuro. El viernes próximo, 31 de octubre, Diana, Diego y Jara nos
regalarán su presencia aquí, en Zaragoza, con nosotr@s. Haremos lo posible por
que se sientan bien y descansen, por que dediquen un día al menos a descansar y
disfrutar. Ell@s van en bici. Nosotr@s caminamos. Tod@s en el mismo camino,
hacia los mismos horizontes.
Marisol y yo hemos cantado solos el Canto
a la Libertad. Sin embargo, bastantes personas se han detenido a preguntar,
hablar y contar jirones de sus biografías, en algunos casos muy emotivas.
Algunas de ellas han querido fotografiarse con nosotros.
Hasta mañana. No pasarán. A galopar, pues:
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