PUBLICADO AYER EN EL HUFFINGTON POST
El mundo parece estar volviéndose del
revés. Ahora resulta que si un colectivo desea ser consultado (repárese de
nuevo en la palabra “consultado”) eso es antidemocrático, porque una ley
superior no contempla ese caso o lo prohíbe. Según el Diccionario de la
RAE, consultar es “pedir parecer, dictamen o consejo”, lo cual no parece
precisamente muy antidemocrático. En realidad, mucho menos democrático es no
permitir consultar por intuir o saber a ciencia cierta el resultado de la
consulta. Por si alguien aún no se ha percatado, me estoy refiriendo a Cataluña
y a la suspensión por unanimidad del TC de la consulta (más precisamente,
autoconsulta) por admitir a trámite y a la velocidad del rayo los recursos de
inconstitucionalidad presentados por el Gobierno español.
Toda ley es
una convención y no se debería olvidar que también la Constitución de un país
tiene un origen y unos contenidos igualmente convencionales, por lo que tan
democrático es redactar y refrendar una Constitución como transformarla,
cambiarla o derogarla. Ocurre, sin embargo, que principalmente los dos partidos
políticos hasta ahora mayoritarios han iniciado una cerrada campaña (rayana en
cruzada) basada en la intangibilidad, sacralidad e inmarcesibilidad de la
Constitución española de 1978, de tal forma que si en ella no cabe celebrar
consultas populares territoriales comete pecado mortal muy grave quien atente
contra nuestra santa madre Constitución.
Estos dos mismos partidos políticos
parecen haber olvidado que el 7 de junio de 1992 encabezaron la reforma del
artículo 13.2 de la Constitución a fin de que pudieran votar y ser votados los
extranjeros residentes en las elecciones locales. Igualmente, que el 23 de
agosto de 2011 modificaron sustancialmente el artículo 135 con la inclusión de
la “estabilidad presupuestaria” y la limitación del “déficit estructural” que
supere los márgenes dictados por la UE (en realidad, la Troika, una y trina). Como
ambos partidos cuentan con más del 90% de diputados y senadores, ni se les pasó
por la cabeza convocar un referéndum. Más aún, habría bastado que un 10 % de
parlamentarios hubiera solicitado tal referéndum, pero como quien se mueve ya
no sale en la foto (dicen que dijo Alfonso Guerra), de aquellos polvos vienen estos
lodos (lodos, por emplear un forzado eufemismo).
Total, que la consulta popular de la
soberanía catalana se ha convertido en un recinto donde muchos papagayos hablan
a la vez: unos, repitiendo sin descanso que la voluntad de un pueblo es
superior y anterior a cualquier ley;
otros, en cambio, que la legalidad es superior y anterior a cualquier demanda
local de soberanía. La política española en general está ya tan acartonada que
cada vez se parece más a esos primeros cuentos infantiles de gruesas páginas de
cartón, de muy poco texto, trazos gruesos y fuertes colores que acaban medio
arruinados de tanto tocar y chupar por parte del infante y que se leen
finalmente con él y a petición de él por suscitar en el niño mediante la rutina
la primera sensación de conocer y dominar algo. Produce aburrimiento de tan
poco creíbles que se ha vuelto buena parte de los dirigentes políticos
profesionales, que se reparte prebendas, concierta proyectos y debates, y
esconde la basura propia y ajena debajo de gruesas y caras alfombras.
Detrás de los catalanes, esperan los
vascos. Y los sacristanes de la sagrada Constitución lo saben. Más de una vez
una chica me dijo en mi juventud bien a las claras que no quería saber nada de
mí y que me esfumase lo más pronto posible. Ahora hay muchos vascos y catalanes
que no quieren pertenecer a España ni se sienten españoles, pero hay novios
hispanos que se sienten frustrados y no admiten tales actitudes, aunque la realidad sea la que es y como es. Sus
encuestas les informan de que son mayoría los posibles consultados, por lo que
solo les queda aducir la sagrada Constitución. En realidad les queda también el
artículo 8.1 de su Constitución por el que las Fuerzas Armadas (¡ay!) son
garantes de la “integridad territorial y el ordenamiento constitucional”
de España.
Pero no nos pongamos lúgubres, por
favor.
Bueno, es que, además de los catalanes (o vascos) y el gobierno central, también existe el resto de la gente. Consultar es democrático, de acuerdo, pero solo si se cuenta con todo el mundo. Y yo, si se va a reformar la constitución, o se va a realizar cualquier reforma sustancial del territorio TAMBIÉN quiero que me pregunten.
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