Ayer me acerqué a la Casa del
Estudiante (c/ Corona de Aragón, 42) de Zaragoza, donde estaba convocada una
Asamblea de Marea Verde a las 19 horas. Me llevé, una vez más, el chasco de ver
que el edificio no era accesible para personas que van en silla de ruedas. Me
quedé sin Asamblea, y mientras regresaba a casa estuve pensando en que si los
docentes ni el alumnado ni el resto de miembros de la comunidad educativa carecen
de la mentalidad y de la sensibilidad acerca de esta cuestión (se trata de
derechos elementales de personas como ellos), si el sujeto impersonal está por
encima de la responsabilidad y la conciencia personales (al parecer, no atañe la
solución del problema a personas, sino a instituciones, por lo que el lavatorio
de manaos puede llegar a ser general), de qué grados, másters, educación,
enseñanza o marea se está hablando. Entre las escasas personas que hasta el
momento que volví a casa parecían asistentes a esa Asamblea estaba incluso el
Presidente de la FAPAR, por lo que también me pregunté qué ocurría con todos
esos niños y niñas que necesitan acceso y atención especiales si la mirada y la
sensibilidad al respecto parecen estar en partes poco confesables. ¡Qué pena!
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