Publicado en ATTAC Mallorca el 30 de octubre
La
vicepresidenta del Gobierno español, Soraya
Sáenz de Santamaría, ha declarado que le preocupa “muchísimo” un posible
triunfo de los independentistas en el País Vasco. En efecto, las primeras
encuestas preelectorales sobre la intención de voto en las elecciones
anticipadas en Euskadi el próximo 21 de octubre dan como ganador al PNV por un
escaso margen respecto de Euskal Herria Bildu (EHB), quedando muy por detrás
PSE y PP. Es decir, a tenor de estos datos, las tesis soberanistas e
independentistas quedarían muy por encima de las tesis unionistas o
constitucionalistas.
Así las
cosas, a la ”número dos” del Gobierno Popular puede preocuparle el
independentismo, vasco o de otros lares, pero la realidad contante y sonante
puede ser en unos meses que una mayoría del pueblo vasco decida
democráticamente y sin violencia andar por caminos propios y no hollados hasta
el momento.
Puede
ocurrir a veces que, al ver la fotografía de algo que no place o disgusta, se
evite mirarla o incluso se quiera romperla. Sin embargo, la realidad
fotografiada existe más allá de los estados de ánimo, permanece frente al
espectador, quieta, alerta. La realidad vasca anuncia la posibilidad de que la
“izquierda abertzale” pueda gobernar en Euskadi por las mismas razones y desde
las mismas bases que Mariano Rajoy
gobierna en España o Cristina Kirchner
en Argentina. Más allá del pataleo de unos o de las esencias patrias heridas de
otros, la fotografía que hasta el momento podemos contemplar en Euskadi es esa,
y no otra.
No
obstante, pueden hacer su aparición los malabarismos torticeros o incluso las
trampas y los timos políticos. Sin ir más lejos, la acorazada mediática Brunete
empieza ya a utilizar profusamente como cargas de fusilería expresiones como
“ilegalidad” e “ilegal” aplicadas a las fuerzas abertzales y a los posibles
resultados electorales de octubre: así, por ejemplo, Bildu no puede ser legal
porque no ha condenado el terrorismo de ETA o el abertzalismo no puede gobernar
legítimamente si va en contra de la legalidad (la actual Constitución española
y “la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e
indivisible de todos los españoles”, de su artículo 2).
Resulta indignante constatar cómo la clase política sacraliza
o adapta a su antojo la Constitución. En agosto del año pasado los dos partidos
mayoritarios, más UPN, cambiaron, sin referéndums ni leches, su artículo 135
haciendo uso de su mayoría superabsoluta en el Parlamento, a fin de embutir en
su texto el dictado germano-europeo de "estabilidad presupuestaria" y
prioridad absoluta del pago de la deuda y los intereses.
En esta misma línea, una parte considerable del pueblo vasco
(no entremos ahora en otros planteamientos soberanistas existentes en la
península ibérica) pide un referéndum decisorio sobre autodeterminación y su
propia “forma de autogobierno”, pero se topa con el artículo 92 de la
Constitución: los vascos no tienen derecho a referéndum alguno porque en el
referéndum ha de consultarse a “todos los españoles”, ha de ser autorizado por
el Congreso, propuesto por el Presidente del Gobierno y convocado por el Rey.
Es decir, pedir un referéndum molesto equivale, de hecho, a quedarse
seguramente con un buen palmo de narices, a no ser que sirva para consolidar el
status quo de la clase económica y política o se solicite solo para tierras tan
lejanas como el Sahara Occidental y la República Árabe Saharaui Democrática.
Les habían dicho que deben rechazar la vía de violencia y
optar por vías democráticas, donde entonces cabrían todos los planteamientos y
aspiraciones políticas. Pues bien, ETA abandona definitivamente la lucha armada
(no obstante, queda pendiente aún que entreguen las armas y se disuelvan como
organización a todos los efectos), la izquierda abertzale gobierna en centenares
de ayuntamientos e instituciones vascas, algunos de primer orden, la vida
ciudadana transcurre por cauces normales y democráticos, y ahora se encuentran
con que pueden ir olvidando su referéndum y sus reivindicaciones soberanistas.
No sé cómo lo verá el lector, pero quizá muchos vascos y vascas se sientan
objeto de una estafa. No quererse ni sentirse dentro del marco político
denominado “España” no es ilegal, no querer el AVE en Euskadi es legítimo,
rechazar los toros para Donosti no es ningún crimen, mantener lazos de
convivencia y cooperación con la nación española desde una posición de pleno
autogobierno no quita ni resta, sino suma y enriquece a cualquier ciudadano del
mundo de buena voluntad.
Hasta octubre no se sabrá los resultados de las elecciones
vascas y hasta entonces estaremos anegados de análisis, vaticinios y nubarrones
de todos los tamaños y colores. Personalmente, a fin de sacudirme el moho y las
telarañas de tantos siglos, prefiero descansar sobre unas palabras de Émile Cioran: “no quiero
soñar con la tierra sobre aguas muertas sino sobre rocas trituradas por abrazos
de espuma”.
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