Por Antonio Piazuelo
Este pasado mes de julio, casi con agostidad y sin un debate medianamente
serio entre la ciudadanía, el pleno del Ayuntamiento de Zaragoza ha aprobado la
privatización de un 49% del servicio de saneamiento y depuración de aguas
–junto con algunos flecos más-, encomendado a una nueva sociedad municipal,
Ecociudad Zaragoza, en la que el Ayuntamiento mantendrá el 51% de las acciones.
Esta privatización parcial de un servicio esencial para la ciudad contó con el
voto favorable de PSOE, IU y CHA, mientras el PP se oponía porque, en palabras
de su concejal Jorge Azcón, no quería “ser cómplice de malvender un patrimonio
muy importante”. O sea, que los grupos de izquierda son partidarios de
privatizar un servicio público y la derecha no lo es (el mundo se volvió del
revés, podría pensar alguno). En las líneas que siguen trataremos de ver qué
hay detrás de este aparente y confuso sinsentido y de analizar las
consecuencias que esta decisión tendrá sobre los zaragozanos.
A la confusión contribuyen, desde luego, algunas
perlas que ha aportado la discusión en pleno. Por ejemplo, la de los portavoces
de CHA e IU, señalando que “el modelo elegido es un sistema mixto que permite
al Ayuntamiento seguir manteniendo el control de la gestión del agua”. Y el
propio Pablo Muñoz (IU) se felicitó porque esta privatización, dice, es “un
avance hacia la remunicipalización del servicio de vertidos”. Sin contar con el
vicealcalde, Fernando Gimeno, que recordó que todas las instalaciones siguen
siendo propiedad del Ayuntamiento. Ignoramos qué cosa pueda ser eso de
“remunicipalizar” un servicio que ya era responsabilidad y competencia
municipal, y mucho menos entendemos qué ventaja se obtiene de “seguir
manteniendo el control de la gestión del agua” y de que las instalaciones sigan
siendo propiedad del Ayuntamiento. Como mucho, eso significa que esas cosas
siguen como estaban.
El caso es que ya advertimos, cuando se creó la
Sociedad Municipal del Agua que ése era el paso previo a la privatización del
servicio, total o parcial pero privatización en todo caso. Y así ha sido
porque, se diga lo que se diga, lo único cierto es que, al vender el 49% de las
acciones al capital privado, lo que ocurre es que esa empresa pública se
convierte en empresa mixta con un 49% de capital privado, y disculpen la
perogrullada. De lo que se derivan dos consecuencias tan claras como el agua
recién depurada:
La primera es que la gestión del agua ya no estará
controlada por al Ayuntamiento y que la sociedad gestora se regirá por las
leyes que regulan las sociedades. O sea que el capital privado opinará,
decidirá y votará. Y, como es lógico y natural, hará todas esas cosas en
función de sus propios intereses, como ocurre en todas las sociedades. ¿Es tan
difícil entenderlo?
La segunda es que todas las partidas de gasto que
soportan el ciclo del agua (¿unos 30 millones de euros?) salen fuera del
presupuesto municipal. Eso abre dos posibilidades: una es no gastar ese dinero
y destinarlo a pagar deuda, y la otra es aplicarlo a otros gastos. Esto último es
lo que se ha decidido, para garantizarse el voto de IU y CHA.
¿Por qué es eso tan importante para los dos
partidos? Muy sencillo: porque así justifican su apoyo al denostado Juan
Alberto Belloch ante sus bases y su electorado. Lo que tampoco garantiza que
ese dinero vaya a destinarse realmente a las partidas propuestas por CHA e IU.
Pensamos que es muy posible que finalmente no se ejecuten los gastos previstos
en las modificaciones de crédito que se realicen o, por lo menos, así lo ha
hecho el responsable de Economía hasta ahora en todos los acuerdos
presupuestarios. Y la verdad es que este detalle no parece preocupar demasiado
a los dos partidos en los que se apoya Belloch para gobernar. El objetivo,
digámoslo con claridad, es que se mantenga la actual situación, con ellos fuera
del gobierno municipal, para seguir pescando en su caladero particular de
votos, tal como señalan las encuestas y corrobora el sentido común.
Lo malo es que todo esto tiene un precio, y un
precio que van a pagar los ciudadanos de Zaragoza con sus impuestos porque dudo
mucho que alguien sea capaz de creer que la compra del 49% del capital de la
sociedad por inversores privados vaya a resultar gratis o que los inversores aporten
su dinero de manera desinteresada. Parece otra perogrullada decir ahora que el
capital privado tiene la obligación (incluso la obligación legal) de intentar
ganar dinero con sus inversiones, de manera que podemos ir contando con que, al
gasto del ciclo del agua, habrá que añadir los beneficios que sin duda obtendrá
el capital invertido. Lo que quiere decir, según nuestros cálculos, que los
zaragozanos habrán de contribuir con un mínimo del 40% más de lo que antes estaban
pagando. Y, si no, al tiempo.
Pero no parece que tal cosa importe mucho. De
momento se ha conseguido lo que se pretendía mantener la estabilidad del equipo
de gobierno en el Ayuntamiento. Una estabilidad que beneficia a todos porque los
dos partidos que le apoyan (CHA e IU) obtienen los beneficios políticos deseados
y los apoyados mantienen sus cargos. Por cierto, retribuidos con sueldos que
están entre los más altos de España.
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