El presidente del
Gobierno, Mariano Rajoy, ha declarado en una reciente entrevista
concedida al diario La Razón, que la decisión adoptada sobre las pensiones
está impuesta por la realidad, y no por Bruselas. Tal explicación puede llevar
a pensar, en primer lugar, que
Bruselas (con el BCE o, mejor, el Bundesbank) sí ha impuesto otras muchas
decisiones, lo que en tal caso induciría a concluir que la ciudadanía española
debería ser convocada a votar en las próximas elecciones solo a los 27 miembros
del Colegio de Comisarios o al Consejo de administración del Bundesbank, y no más
ya a los representantes elegidos hasta ahora para el Congreso, el Senado o los
gobiernos regionales y municipales.
Por otro lado, si las
decisiones del Rajoy están impuestas por la realidad la cuestión estriba entonces
en preguntarle qué hay de real e irreal, según él, en la realidad. Sería
interesante que recordase la pátina de filosofía que seguramente aún conserva
en algún rincón de su cerebro.
¿Vivimos realmente en un mundo donde
impera la ley del más fuerte, señor Rajoy? ¿Todos van, en realidad, a lo
suyo? ¿Es un hecho real que si no andas con pies de plomo y
desconfías de todo el mundo acabarás engañado, esquilmado o timado? ¿Aspirar,
pongamos por caso, a una distribución más equitativa de la riqueza en el
mundo es realista? ¿La respuesta a esas preguntas proviene de la realidad? ¿Qué realidad?
A está realmente
gordo. B es realmente feo. En realidad C es una medianía en
inteligencia. La realidad demuestra que D es un fracasado. E, tras
tantos años en un internado, desconoce la vida real. Decir que el
coche de F es mejor que de H no se ajusta a la realidad.
¿Qué es eso de “la
realidad”, señor Presidente?
¿Dónde está o en qué consiste la realidad objetiva? ¿Lo subjetivo
no es real? ¿Lo real equivale a lo objetivo?). El
señor Marhuenda, director de La Razón, no le ha hecho estas preguntas
suplementarias en la entrevista, pero, según usted, ¿cuál es el criterio
“objetivo” para tener a algo por verdadero o falso, irreal o
real?
Voy a permitirme recordarle,
señor Rajoy, lo que probablemente usted ya estudió en Preuniversitario: aun a
riesgo de resumir y simplificar quizá más de lo debido su pensamiento, Emmanuel
Kant afirma que “real” y “realidad” no forman parte del mundo (no son “fenómenos”
del mundo), sino conceptos que mi cerebro aplica a los datos y hechos que
quiero entender. Sin tales categorías del entendimiento no podría entender
nada, ni siquiera podría vivir,
pues, como dice Ortega, el ser humano necesita para su supervivencia como
humano saber a qué atenerse con lo que hay y le acontece. Y sin esos conceptos que la mente de cada uno
pone “a priori”, estaríamos
perdidos, sumidos en un mundo de fogonazos sensibles carentes de sentido y
unidad. Realidad es, pues, solo un concepto de mi mente que aplico a los
fenómenos del mundo para poder entenderlos (en este caso concreto, para poder
discernir acertada o equivocadamente qué es y qué no es real). Señor Rajoy, quizá Bruselas sea real,
usted sabrá, pero debería aclararse y aclararnos a qué se refiere usted cuando
habla con tanto aplomo de “la realidad”.
Usted conocerá también al científico Stephen
William Hawking, aquejado de esclerosis lateral amiotrófica (menos mal que no
vive en España y no sufre así los recortes –hachazos- que usted impone a la dependencia). Hawking coincide básicamente con Kant en
su última obra El Gran Diseño y habla
de “realismo dependiente del modelo”, basado “en la idea de que nuestros
cerebros interpretan los órganos sensoriales elaborando un modelo del mundo”.
Para ello emplea un ejemplo muy ilustrativo: tras describir la visión que
tienen unos pececillos rojos desde su pecera redondeada de cristal, se pregunta
por qué deducimos que tienen una imagen distorsionada de la realidad o si nosotros
no estamos en otra suerte de pecera curvada o desde qué base podemos asegurar
que la realidad de los pececillos es menos real que la nuestra. Es decir, si
dos modelos no concuerdan en las observaciones, como sucede en el ejemplo del
pececillo rojo y el nuestro, no se puede decir que el uno es más real que el
otro.
Por último, también el
pensador alemán Martin Heidegger viene a decir que el problema de la
“realidad”, tal como se viene planteando clásicamente, es a fin de cuentas un problema
ficticio o un pseudoproblema: declarar, por ejemplo, que “lo real” es algo que
existe independientemente de nosotros implicaría necesariamente la
existencia de un sujeto que llevase a cabo tal declaración, más allá de
cualquier subjetividad, lo cual es imposible.
Creo, señor Rajoy, que si
alguien puede hablar de realidad es el pensionista después de conocer que su
pensión subirá un 1% si es superior a 1.000 euros y el resto, un 2%, o un
desempleado de larga duración o un timado por su banco con las preferentes, o
un discapacitado sin personal que le atienda y sin ayudas, o un recluso tras
saber que unos policías o unos cuatreros forrados de dinero han sido indultados
cualquier viernes por el Consejo de Ministros, o un…
La realidad, la suya, señor
Rajoy, le impele a tomar unas decisiones, y no otras, sobre pensiones, política
fiscal e impositiva, condiciones laborales, privatización de servicios públicos
básicos o política sobre armamento, ejércitos, clero, iglesias, bancos, cajas
de ahorros y otras gentes de similar calaña. Rectificar es de sabios, señor
Presidente. No vuelva a decir “la realidad”. Diga solo “mi (triste) realidad”.
Gracias.
Demasiado profundo, Sr. Aaromayona... Usted es muy "utópico" al pretender que nuestro Presidente pueda comprender sus razonamientos... Para él, como para todos los políticos, todo es mucho más sencillo. Su "realidad" (la de ellos) es muy simple y muy sencilla: pagan los de siempre.
ResponderEliminarNo obstante, se agradece, y mucho, leer sus reflexiones, que dejan al desnudo las carencias de nuestros representantes.
No obstante, no desmaye y prosiga con su esmerada y docta pedagogía... Algo aprenderán.
Gracias por sus escritos.
Muchas gracias a usted y mis mejores deseos
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