Estimada
señora Hernández,
Está corriendo
por redes una información acerca de la denegación de una silla de ruedas nueva
a Don Antonio Aramayona.
Antonio
Aramayona
DNI. 77255763M
Nº Muface:
286128772
No tengo ni la
menor duda que todo ha de ser un malentendido y un error en la forma de la
presentación de la solicitud, pero teniendo en cuenta la frágil salud del
afectado y lo costoso que es para él emprender cualquier tipo de reclamación le
rogaría que tuviese en cuenta estas circunstancias.
Estoy segura
que desde su puesto pueden realizar acciones para evitar, a alguien en la
situación de Don Antonio, todo el mareo que supone recurrir en la forma que
usted le ha indicado.
Presentar un
recurso de alzada al Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, que
tiene tres meses de margen para responder afirmativa o negativamente a la
reclamación o recurso no es una solución, más cuando hablamos de alguien con
una frágil salud y una forma de moverse tan limitada.
No sé si usted
tiene cerca a alguien con movilidad reducida y salud delicada, yo tengo a mi
madre que ojalá dure muchos años, pero es cierto que para ella (al igual que
para Don Antonio) cada pequeña acción le supone un mundo, por no hablar de que
cada preocupación le resta todavía más a su delicada salud.
Le ruego que
haga un pequeño esfuerzo e intente empatizar con una situación semejante.
Lo que me
mueve a enviarle este escrito es que estamos hablando de un profesor que ha
hecho muchísimo por muchas personas. En lo que me afecta directamente le
diré que gracias a él, a su forma de enseñar y educar, a su insistencia para
que terminase aquel bachiller hace tantos años en un instituto nocturno, hoy mi
vida es mucho mejor de lo que pudo haber sido sin su presencia. Además de
ser un excelente profesor ha sido un auténtico maestro, alguien que me hizo
descubrir “mi pastito interior”. Si tiene ocasión de hablar con él no
olvide preguntarle por ese “pastito interior”. Ya ve, frases escuchadas
hace más de veinte años siguen grabadas a fuego en mi memoria.
Personalmente jamás podré agradecerle lo suficiente su intensa y fugaz
presencia en mi vida, pero créame que lo he hecho, créame que le escribí sin
esperanza de que me recordase, pero hasta la memoria es grande en este
caballero.
Le reitero que
no me cabe ninguna duda de que todo es un mal entendido porque no me puedo
creer que nadie pueda actuar con mala fe en un asunto tan grave como este, es
como quitarle un caramelo a un niño. Entiendo los procedimientos pero
también estoy segura que en su mano ha de estar la forma de evitar toda esa
demora.
Señora
Hernández, no quiero que su conciencia se vea empañada por una acción
semejante, ni por supuesto que a “mi querido profesor” pueda ocurrirle algo
durante esa, para él, larga espera, algo que probablemente usted lamentaría
toda su vida al poner tantos inconvenientes en un tema tan delicado.
Confiando
plenamente en su profesionalidad y capacidad de gestión le saluda atentamente:
Antonia I.
Suárez
Una
ex-alumna de Don Antonio Aramayona infinitamente agradecida
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