Tembló la montaña, se estremeció, abrió sus entrañas, parió al ratón del 20-D. El PP gana unas elecciones, pero no puede gobernar. Escasos militantes coreaban la misma noche electoral ante el balcón de la calle Génova: “España, España”, “Yo soy español”, “España unida jamás será vencida” y otras lindezas más que confirman mi convicción de que, si eso es España, yo puedo ser todo menos español. El PSOE celebra los resultados, aunque sean los peores de su historia. Podemos aparece poniendo condiciones de profunda reforma constitucional y blindaje de derechos, silenciando que habría constituido mayoría absoluta con los socialistas si hubiese llegado a una plataforma electoral conjunta con IU (pero eso, a estas alturas, solo es lamerse las propias heridas). Ciudadanos se queja ahora de las injusticias electorales del sistema D’Hont. Las computadoras están al rojo vivo calculando posibilidades de coaliciones para gobernar el país. Descansa la montaña, se repone de su último parto, siente removerse en su seno otras elecciones en un futuro próximo.
Sin embargo, el país entero, los partidos
políticos, sus dirigentes olvidan la madre de todas las verdades: si gobernar es, según el diccionario de la RAE,
“mandar con autoridad o regir algo”, “dirigir un país o una colectividad
política”, “guiar y dirigir” o “regirse según una norma, regla o idea”, hace
mucho tiempo que aquí el único gobernante es la Comisión Europea, el BCE y el
FMI. Desde el verano de 2011 con Rodríguez Zapatero y, abrazado al PP, su
reforma constitucional del artículo 135 hasta el 20-D del 2015 no se ha hecho
otra cosa en España que legislar y recortar en materia de trabajo, sanidad,
educación, seguridad, pensiones, etc. según han ido dictando nuestros
verdaderos gobernantes. La brecha social se ha agigantado, el presupuesto para
gastos sociales ha ido decreciendo pues hay que garantizar el principio de
estabilidad presupuestaria, por el que “el
Estado y las Comunidades Autónomas no podrán incurrir en un déficit estructural
que supere los márgenes establecidos, en su caso, por la Unión Europea para sus
Estados Miembros”.
Nuestros
gobernantes reales han aplaudido cada vez que se cumplían sus órdenes
(“recomendaciones” lo llaman ellos mismos y los medios españoles a su servicio)
y el expresidente Mariano Rajoy despliega entonces su iridiscente cola de pavo
real e intenta persuadirnos de que hemos alcanzado la recuperación económica.
En la noche misma del 20-D Rajoy confesaba ante su escaso público que había
tenido que hacer cosas “que no le gustaban”, pero que había llevado a cabo “por
el interés general”. Mentía y decía la verdad: mentía porque no era general tal
interés, sino solo el interés de los acreedores, de los señores del Ibex 35,
del interés de los especuladores, de los amos del dinero y de la guerra.
El
Subgobierno de Rodríguez Zapatero avaló un crédito de 100.000 millones de euros
para rescatar a cinco Cajas de Ahorro y nacionalizó otras tres por valor de
4.751 millones, sufragado todo por el FROB. El Subgobierno de Rajoy saneó también
a través del FROB el entramado financiero español mediante un rescate bancario
de 100.000 millones de euros. "Es un préstamo en condiciones muy
favorables, mejores que las del mercado", aseguraba el ministro De
Guindos, a pesar de que el único garante era y es el Estado español (el dinero
del pueblo, de la ciudadanía), yéndose los bancos de rositas.
Esta
es la perspectiva real en la que debe avistarse las elecciones del 20-D. ¿Hay
algún grupo político dispuesto a subvertir ese sistema de política de hechos
consumados al dictado del FMI, el BCE y la Comisión Europea, sin incurrir en un
mero brindis al sol? ¿No se convierte en persona antisistema todo aquel a quien
le resulte inaceptable e insoportable este sistema cerrado de normas y
condiciones que nos hace pasar por las horcas caudinas de una desigualdad
creciente y una sistemática demolición de los derechos y las libertades del
pueblo?
Jadea
la montaña tras el 20-D, reponiéndose aún de tan singular parto. Pasea el PP
por el valle pavoneándose de su 28,72% de los votos y el 20,8% sobre el censo
(la quinta parte de la ciudadanía mayor de edad). No le andan lejos el PSOE
(22% y 15,97%), Podemos (20,66% y 14,98%) y C’s (13,93% y 10,01%),
respectivamente. Pero, ya se sabe, en
España, tengamos el Subgobierno que tengamos, lo más importante no es el
acierto propio, sino el traspié ajeno.
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